En este momento en el que todos los focos están puestos sobre una acelerada y cada día más ríspida interna colorada, es oportuno darse un tiempo para otear el horizonte que nos puede estar señalando la galaxia opositora y los diversos planetas que la componen.
En principio, hay un aparente consenso al respecto de que es la Concertación el camino que marque la hoja de ruta para al menos intentar repetir un proceso similar al del 2008 y lograr la alternancia. Ahora bien, para que esa plataforma logre un nivel de maduración tanto política como electoral aún faltan algunos hitos.
Prever plazos y adecuarse a ellos. Al contrario de lo que la mayoría piensa, todos los plazos se han abreviado luego de las modificaciones del Código Electoral en lo que hace a financiamiento de campañas y el voto preferencial para candidaturas plurinominales. Puede parecer una cuestión burocrática, pero el manual de toda estrategia política nos habla de que lo primero es conocer las reglas con las cuales se van a jugar el partido, sobre todo si se busca evitar enojos que impliquen fugas tanto de candidaturas, de fuerzas políticas y sus respectivos segmentos de votantes.
A lo estrictamente legal hay que sumar el que tal vez sea el principal escollo que salvar: el acuerdo político que defina los alcances de la Concertación. ¿Quiénes podrán votar en la elección de la Concertación? ¿Será solo sobre la chapa presidencial y luego irá cada partido con su propia lista de candidatos a las Cámaras del Congreso? ¿Se integrará una sola lista para el Senado? ¿Se tendrán candidatos de consenso a las gobernaciones? ¿El acuerdo llegará incluso a una lista única de candidatos a Diputados? ¿Cuál es el reaseguro para que los que resulten perdidosos luego de la interna sigan comprometidos con la causa y no terminen haciendo rancho aparte? ¿La Concertación será capaz de ser tan amplia como la cantidad de candidatos a presidente y congresistas que surgen cada día o habrá quienes decidan no participar de la interna e ir por su cuenta? Estas y muchas preguntas más son las que no dejan dormir a más de un referente opositor.
Acuerdo mínimo de ejes programáticos posibles y creíbles. Y con creíbles hay que referirse a puntos que el electorado tenga en su valoración, que sean temas que logren introducir en la agenda de sus eventuales votantes y se conviertan en elementos decisorios del voto.
Dentro del universo opositor pueden verse por lo menos dos vertientes o estilos de conducción. Están aquellos con ejes discursivos enfocados en la crítica por la crítica, aportan casi nada en lo que hace a la generación de temas de agenda que conecten con los intereses de la gente, tienen al “antitodo” como su principal bandera, en lo declarativo son los más opositores, pero casualmente son quienes están más cercanos al actual Ejecutivo. Por el otro lado, están quienes cuyos ejes discursivos, imagen y temas de agenda tienen una mirada más amplia, con historial de ser generadores de consensos y han demostrado tener uñas de guitarrero en los momentos de gestión y también en las crisis. Estos últimos están alejados del Gobierno actual y optan por no involucrarse en las internas coloradas. La verdad es que los primeros no pueden ver a los segundos y viceversa.
La historia nos cuenta que la oposición ha tenido enormes problemas para curar las heridas que le dejan sus pujas internas, eso y una ciclópea lucha de egos le ha valido que el poder le sea esquivo. Está por verse si es que en esta ocasión podrán construir sensación de victoria y una alternativa real de poder con vistas a las elecciones del 2023.