Con la sabiduría y la experiencia que imponen los años, el senador Juan Carlos Galaverna le recomendó a su correligionario y pre­sidente de la República, Mario Abdo Benítez, que deje de alimentar con nafta el fuego de las inter­nas coloradas. Porque el mensaje es claro, una vez expandidas las llamas, podrían volverse incon­tenibles, devorando todo a su paso. Sin excepcio­nes. Ante la mirada com­placida y el aplauso fes­tivo de la oposición. Días atrás, el jefe de Estado, ya en plena carrera proseli­tista, al tiempo de vanaglo­riarse de sus logros –rea­les y presuntos– pretendió desacreditar, desde un dis­curso cargado de resenti­miento, todo cuanto se hizo en el anterior gobierno. La agresión verbal es el viejo recurso de la política sin argumentos. Un viejo modelo que cansó harta­mente a propios y extra­ños, pero que muchos, por lo visto, continúan consi­derándolo válido.

La estrategia de destruir al adversario, por los medios que fuere, instalada desde el poder, tiene para el pers­picaz senador dos lecturas inobjetables: la primera denota una profunda ingra­titud hacia “los compañe­ros que le ayudaron a llegar al poder y de quienes hoy reniega y agrede innecesa­riamente” y, la segunda, que el oficialismo prefiere “arriesgar las chances de victoria del Partido Colo­rado” con tal de impedir el triunfo de los candidatos del movimiento Honor Colorado.

Cada contendor tiene la libertad de elegir las armas que prefiera para el duelo electoral. Lo reco­mendable es que sean armas cargadas de pro­puestas, de argumentos y de ideas, y no las del sim­ple desafío. Sobre todo, cuando es desde el poder que se tiene la responsabili­dad moral de edu­car al pueblo con el ejemplo. Desde el primer día de su gira proselitista, el vicepresidente Hugo Velázquez eligió el ins­tructivo beligerante del agravio, el insulto y la descalificación. Al pue­blo colorado le ha llegado el mensaje de “si no soy yo, que no sea nadie”. Así encamina a su par­tido hacia su propia ani­quilación. De ahí, repeti­mos, las expresiones del senador Juan Carlos Gala­verna: “No arriesguemos estúpidamente nuestra clara chance de victoria en el 2023″.

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Si ubicamos en contexto la preocupación del sena­dor colorado, habría que hurgar algunos antece­dentes en las internas para la presidencia de la Junta de Gobierno rea­lizadas el 26 de julio del 2015, cuando el actual titular de la ANR, Pedro Alliana, superó a Mario Abdo Benítez por más de 113.000 votos. La procla­mación oficial por parte del Tribunal Electoral Partidario (TEP) tuvo lugar el 18 de abril del 2016 sin la presencia de los adversarios que per­dieron aquellos comicios. Esa misma situación, la falta de caballerosidad para aceptar la derrota, podría reproducirse en caso de que el candidato de Fuerza Republicana no fuera favorecido por las urnas.

Ese lenguaje desaforado que impregnó en su dis­curso el vicepresidente de la República hoy es acom­pañado y fortalecido por el propio mandatorio. Parecieran no percatarse que se trata de un repique lejano de aquel torneo de insultos, injurias e infun­dios que determinó, final­mente, la caída del Par­tido Colorado en abril del 2008. Veremos si la oposi­ción vuelve a aprovechar, como en aquella ocasión, las grietas producidas en el coloradismo por algu­nos de sus propios afilia­dos. Que suelen ser, como en aquel pasado, los que más se ufanan de su per­tenencia republicana.

La agresión verbal es el viejo recurso de la política sin argumentos. Un viejo modelo que cansó hartamente a propios y extraños, pero que muchos, por lo visto, continúan considerándolo válido.

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