La grosera manipula­ción y la sectarización del Estado a favor de una fracción interna del Par­tido Colorado han quedado evidenciadas con la convo­catoria que realizó el vice­presidente de la República y aspirante a la Presidencia, Hugo Velázquez, a varios altos funcionarios que tienen a su cargo el control del movi­miento financiero en nuestro país. El tufo a rédito político lo huele hasta el más incauto de los ciudadanos. No sola­mente se vulneraron claras disposiciones constitucio­nales, arrogándose deberes y atribuciones que son ajenos al cargo, sino que tampoco ya disimulan las formas de una guerra sucia que dispara hacia todos lados para tratar de instalar una candidatura que, según todas las encues­tas, no ha logrado prender en la preferencia del electorado republicano. Su “preocupa­ción e interés” por el contra­bando y el lavado de dinero se manifiestan cuatro años después de asumir el cargo y, casualmente, en plena cam­paña proselitista.

El vicepresidente de la Repú­blica ha demostrado ser una persona poco apegada a la Constitución Nacional, especialmente en su artí­culo 226, donde se deja la incontrovertible constan­cia de que “el Poder Ejecu­tivo es ejercido por el presi­dente de la República”. En la fundamentación del mencio­nado artículo, el convencio­nal Bernardino Cano Radil (ya fallecido) había expli­cado que “en este sistema, el Poder Ejecutivo lo ejerce única y exclusivamente el presidente de la República”, y que “los ministros (y por extensión, los demás fun­cionarios de alto rango) son secretarios del presidente de la República”, por tanto, “no son integrantes del Poder Ejecutivo”. Mientras que la función del vicepresidente (artículo 227) es la de sus­tituir al Presidente en los casos previstos en nuestra ley fundamental. Entre sus deberes y atribuciones (artí­culo 239) no existe la figura de “convocar” a ministros o presidentes de entes para pedir explicaciones. Esa es una facultad no delegada del jefe de Estado. A lo máximo puede “participar de las deli­beraciones del Consejo de Ministros” y, eso sí, “coordi­nar la relación entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo”. Ahora, es obvio que realizó tal convocatoria y su conse­cuente reunión, con anuen­cia del mandatario. Así se va ampliando el camino de la degradación, subordina­ción y manipulación –repe­timos– de las instituciones a razón de intereses del movi­miento Fuerza Republicana. Es el camino de la anarquía y del desgobierno.

La primera escena de esta montada trama electoral se inició el 3 de febrero de este año, cuando un nervioso y alterado ministro del Inte­rior, Arnaldo Giuzzio, lan­zaba manotazos de ciego ante la Comisión Permanente del Congreso tratando de justi­ficar su incompetencia para garantizar la seguridad de la ciudadanía y no responder a su desmesurado incremento patrimonial en los últimos años. Incremento que no es coherente con sus ingresos. Atacó a la “Bolsa de Valores como una bolsa de delincuen­tes”, lo que para muchos ana­listas fue un verdadero acto de “terrorismo financiero”.

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El vicepresidente Velázquez pretendió politizar la crítica que realizan varios sectores de la sociedad hacia el minis­tro del Interior, declarando que el juicio político (que no prosperó) a Giuzzio “es una vendetta del cartismo”; es decir, su adversario para las internas del 18 de diciem­bre de este año. E inmedia­tamente calificó al secreta­rio de Estado de “honesto, honorable, capaz y valiente”. Ahora, lentamente, van apa­reciendo que los organismos de seguridad bajo el mando de su ministro defendido están infiltrados por delincuentes del crimen organi­zado. Van cayendo las fichas.

El objetivo final en esta pri­mera escena de todo el tea­tro montado por Velázquez es la Fiscalía General del Estado. Mientras se reunía con representantes de la Secretaría Nacional Antico­rrupción (Senac), de la Bolsa de Valores y de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad) –el Banco Central del Para­guay ignoró la convocatoria del vicepresidente–, la pro­pietaria del Partido Demo­crático Progresista (PDP) y principal aliada del gobierno de Mario Abdo Benítez, sena­dora Desirée Masi, anun­ciaba la preparación de un libelo acusatorio contra la fis­cala general del Estado, San­dra Quiñónez, para un even­tual juicio político. Y Giuzzio es un jugador original del PDP. Todo está muy claro. Y gira alrededor de las inter­nas del Partido Colorado, tra­tando de potenciar, desespe­radamente, la figura de Hugo Velázquez. Y de tener un fis­cal general a la medida para perseguir a sus adversarios o tratar de garantizar impuni­dades en el futuro.

El vicepresidente de la República usurpó atribuciones que no son de su competencia al convocar a su despacho a varios funcionarios de alto rango para pedir explicaciones.

El Poder Ejecutivo lo ejerce única y exclusivamente el Presidente de la República (Artículo 226). No existe, por tanto, “el segundo del Ejecutivo”. Es uno solo.

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