De payaso y figureti de las redes sociales lo trató el presidente de la Coordinadora Agrícola del Paraguay al flamante ministro de Agricultura, Renolfito Friedmann. Es más, este sector amenazó con un tractorazo si Marito no cambia de posición.

La Asociación de Ingenieros Agrónomos también se pronunció en contra del nombramiento del esposo de Marly como ministro de Agricultura, ya que carece del perfil técnico necesario para enfrentar un momento en que el agro atraviesa una de sus peores crisis.

Periodistas afines al Gobierno y que abiertamente hicieron campaña por Marito pegaron el grito al cielo cuando escucharon quien estaría al frente del MAG. Hasta “la novia de Asunción” calificó como nefasta la decisión del mandatario. ¡Y también no es para menos!

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La única experiencia conocida de Renolfito vinculada directamente al agro es la de haber formado parte del quiebre de una azucarera perteneciente a su fami­lia. Quizás también haber “manoteado” parte de los alimentos que debieron ser entregados a los niños de su departamento para el almuerzo escolar cuando se desempeñaba como gobernador del Guairá.

Raro razonamiento del number one. Se escapó un capo narco y se le cambió al ministro de Agricultura. Siguiendo esta lógica, seguro cuando haya una sequía en el campo se lo cambia al ministro de Interior.

El fantasma del juicio político volvió a asomarse luego de la fuga del capo narco “Samura”, ya que puso al descubierto la vulnerabilidad de todo el sistema de seguridad del Gobierno y la falta de una hoja de ruta para encaminar la situación.

Acertadamente J.J. Ríos prefirió dar un paso al costado y no aferrarse al cargo como otros. Asumirá en su reemplazo Éber Ovelar, ex fiscal y ex diputado, quien ha tenido en el Congreso una aceptable producción, precisamente en relación con el tema seguridad.

Tremendo lío tuvo hace unos días el presidente de uno de los poderes del Estado, cuando la “catedral” fue a encararle a la “capilla” en plena oficina. A los gritos y frente a todos los funcionarios se había dado la escena típica de un culebrón mexicano. ¡Qué bárbaro!

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