Por Pablo Alfredo Herken Krauer, analista de la economía, email: pherken@gmail.com, enviado especial a Buenos Aires, Argentina.

Estoy cubriendo en Buenos Aires, Argentina, el G20, el primer encuentro en Sudamérica, y deseo que la realización del mismo evento y sus acuerdos puedan cambiar el destino de un socio del Mercosur que recibe a los millonarios en un escenario de muy fea crisis económica local, de recesión (caída de la producción, el empleo, el ingreso y el consumo), de profunda inestabilidad monetaria y cambiaria (altísima inflación y precio casi descontrolado del dólar), y sostenido endeudamiento externo para financiar un Estado nada disciplinado. Los malos dicen que el brillo del G20 con Argentina como anfitriona no logra cubrir el malestar de los argentinos. Digo que hacer tal comparación de contraste es irresponsable y populista. Fuera de lugar y perjudicando aún más a los que supuestamente se quiere ayudar.

Nuestra querida Argentina del G20, en 48 horas, simplificando los tiempos, porque la organización y los trabajos se iniciaron un año atrás cuando Ángela Merkel en Hamburgo le pasó el testigo de la posta a Mauricio Macri, por la sugerencia estratégica en el 2016 del presidente Xi Jinping de la República Popular China, podría hacer historia, cambiarla y tener futuro, empezando por lograr superar la actual crisis.

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El G20: El máximo poder internacional reunido en Buenos Aires, Argentina, desde el punto de vista político y sobre la base de la fuerza que da la concentración de la mayor riqueza económica global. La Cumbre de los principales líderes mundiales manejando las reglas de juego. Dialogando y discutiendo sobre ajustes que realizar en funciones a sus “preferencias, intereses y valores”, y aunque no prioritariamente, en el marco de “encontrar soluciones globales a los problemas globales”, con el arma más civilizada que es el consenso.

Y con la presencia de representantes claves de la comunidad financiera multilateral, desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) a la Organización Mundial del Comercio (OMC). El poder del poder en la Argentina. Algo histórico, único, de privilegio, increíble, importantísimo. La Argentina en la ventana mundial. Como nunca antes. Y lo logró Mauricio Macri. Nos guste o no nos guste. Países ricos y países emergentes.

Cuando hablamos del G20 debemos recordar que inicialmente se creaba el G7 en 1974 (el de los capitalistas ricos: Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá). Casi el 65% de la economía mundial en sus manos. En 1998 se suma el G8 con la incorporación de Rusia. Que es expulsada en el 2014 por la “anexión” de Crimea y otros crímenes. Y en 1999 los ministros de Finanzas y presidentes de Bancos Centrales del G7 plantean la necesidad de unir a economías ricas con economías emergentes para encarar del desafío de la globalización, pero con el apoyo político de los líderes de tales países. Nace así el G20. Pero madura y sube extraordinariamente su status en el 2008 cuando se convierte realmente en una plataforma de encuentro entre los de mayor poder para salir de la peor crisis mundial desde la gran depresión de los años 30.

Hoy toda reunión del G20 anualmente realizada es el segundo mayor acontecimiento de presencia mundial. El G20 lo conforman 19 países y la Unión Europea (UE), que comprenden en total 43 países con economías poderosas. Que en el caso del G20 Argentina 2018 incorpora a España (tradicionalmente invitado presente) y a Chile y Holanda (invitados especiales por el anfitrión). Total 46 países. El G20 por sí solo representa el 85% de la economía mundial, el 63% de la población mundial, el 75% del comercio mundial y el 80% de la inversión mundial. Como mínimo.

Desde que asumió Macri en diciembre del 2015 el poder mundial lo ha venido apoyando, como nunca antes visto. El G20 en Argentina es justamente una clara, directa y pública demostración de tal apoyo “para dejar el pasado”. Si sumamos a ello que también es una cumbre de líderes mundiales, que en sus propias reuniones bilaterales, durante el encuentro formal, llegan a más acuerdos que lo que posteriormente de manera pública se puede informar, tenemos un combo que si no mueve a la Argentina, los milagros de Dios no alcanzan. Y como nunca tres poderes mundiales se disputan por asociar como hijo a la Argentina: Estados Unidos (Donald Trump es pieza clave), China Popular (Xi Jinping) y Rusia (Vladimir Putin). Ofrecen de todo. De todo. Préstamos, inversiones, comercio, tecnología y acuerdos de cooperación realmente fantásticos. Y Macri, manteniendo un equilibrado balance, muy difícil por cierto, procura que la rivalidad entre una potencia consolidada y otras dos emergentes no obstaculice tener tres fuentes de apoyo extraordinario. Y en mi opinión China Popular lleva las de ganar en la competencia para ganarse a la Argentina. Y ya se habla del G3 (Estados Unidos, China Popular y Rusia), dueños del 37% de la economía mundial y del 46% de la economía del G20. O del G2 (solo Estados Unidos y China Popular), con 34% y 42% de dominio.

Todo está saliendo perfectamente en esta reunión del G20 en Buenos Aires. Concurrencia total. Y Macri con la capacidad de administrar desacuerdos. Siempre y cuando la tensión mundial lo permita, con tremendos desafíos, como la guerra comercial entre norteamericanos y chinos, que tiene como base “el control de la tecnología”. Estoy en una Argentina increíble. Sin olvidar el tremendo dolor social de una crisis fuerte que realmente sacude a nuestros hermanos. Pero la elección de Argentina como sede del G20 no fue un accidente. Es el reconocimiento de un apoyo mundial indiscutible. Y como tal una “oportunidad” casi divina para salir del aislamiento y terminar con su terrible historia de inestabilidad.

Me pregunto entonces, con todo respeto: ¿Cuál es la Argentina verdadera? ¿La Argentina de las barras bravas que una semana atrás destruyeron su ya poca buena imagen externa? ¿La Argentina del G20 de Macri como demostración de seriedad? Porque hasta ahora todo marcha muy bien. Encontrar la Argentina verdadera es muy difícil. Porque la Argentina tiene argentinos. Construyen y destruyen. La tragedia de la Argentina no es de la Argentina. Es obra de los argentinos. Ahora tiene otra oportunidad de revivir y más nunca sobrevivir. Gracias al G20. Pero no pongo las manos en el fuego. Duele decirlo, pero hay que decirlo.



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