- Por Felipe Goroso S.
La renuncia del senador Orlando Penner a su partido trajo aparejada una serie de elementos que emiten una cantidad de mensajes que pueden no ser explícitos, pero son bastante claros para quien quiera entenderlos, obviamente.
En abierta violación de artículos constitucionales, sus excorreligionarios le cuestionaban el sentido de su voto en distintos temas de la Cámara Alta, desde proyectos impulsados por el Poder Ejecutivo hasta los candidatos a la Mesa Directiva del Senado. Orlando Penner ya hizo toda la conscripción política, puede decirse que ya está de vuelta, fue diputado, gobernador y ahora senador. Es uno de los que más conoce al Chaco, lo que precisa y cómo funciona el ecosistema político que se dirime en gran parte por el peso económico, gremial e institucional que tienen tanto la comunidad, la iglesia y las poderosas cooperativas menonitas.
El Chaco aporta una cantidad enorme de recursos a la economía paraguaya. Rubros como la ganadería, el agro, la industria láctea hacen de esta una zona riquísima. Y todo esto se ha logrado en gran parte por el trabajo y el compromiso de los menonitas con la zona, mientras tanto por décadas han visto postergado tener caminos de todo tiempo, una ruta transchaco en buen estado y, obviamente, con gran parte de la región sin agua potable. Penner está trabajando en una iniciativa legislativa que plantea un modelo de gestión entre el sector privado y el público para llevar el vital líquido a las familias chaqueñas. De hecho, llegó al Senado con esa promesa electoral a la cual, según dicen, el partido nunca dio el apoyo. La misma se está discutiendo ahora en ámbitos del Poder Ejecutivo, sectores cooperativos y obviamente en las comisiones del Senado.
Algunos medios presentan y enmarcan la renuncia de Penner con la etiqueta de transfuguismo; para ello recurren al tono negativo, dramático y caricaturesco. Olvidan mencionar otros casos idénticos como el de Eduardo Nakayama. Pero más allá del sesgo como tratan el tema lo obvio es que se quedan en lo estético, en las inmediaciones sin ir a la profundidad del asunto. No sabemos si es por desconocimiento (tengo dudas al respecto) o por conveniencia.
En realidad, lo de Penner es un gesto de rebeldía, del hartazgo que se genera cuando en un mismo escenario se encuentran por un lado la intención de cumplir con las promesas electorales y transformarlas en beneficios concretos para los votantes, consecuencia de estar permanentemente en territorio y, por el otro, pensar o creer que la política se hace desde el escritorio, en una oficina con aire acondicionado central, con poca costumbre a recibir cuestionamientos y con rapidez para apuntar a los demás. Es, en el fondo, uno de los principales problemas que tiene la oposición a resolver en el corto plazo al menos si quiere enfrentar los desafíos electorales que se vienen: hay una masa, un porcentaje del electorado que está ansioso por ser representado. Eso sí, con causas, demandas y preocupaciones concretas. Para eso hay que dialogar, consensuar, remangarse, laburar, sudar, meterse al barro con tal de obtener resultados. Esa gente está expectante, si la oposición no cae en la cuenta de esto y realiza un profundo proceso de autocrítica, luego no debería de quejarse si encuentra la respuesta a esas expectativas en el Partido Colorado. Si les cuesta creerme, basta mirar los resultados de las últimas elecciones generales tanto para el Ejecutivo como en las listas congresuales.
Orlando Penner ya hizo toda la conscripción política, puede decirse que ya está de vuelta, fue diputado, gobernador y ahora senador.
Algunos medios presentan y enmarcan la renuncia de Penner con la etiqueta de transfuguismo; para ello recurren al tono negativo, dramático y caricaturesco.