• Por Felipe Goroso S.

La adivinación es la habilidad de quienes afirman poder prede­cir hechos venideros por sí mismos o mediante el uso de extraños sortilegios. His­tóricamente esta presunta habilidad ha sido compen­sada por algún tipo de retri­bución económica, aunque hay quienes dicen practi­carla sin ánimo de lucro.

Videncia o clarividencia, también llamada adivi­nación es la cualidad que poseerían. Es usada para tomar decisiones impor­tantes en la vida, se con­sulta como una guía amo­rosa, económica, laboral y de propósitos existencia­les; quienes se dediquen a la misma deben ser cons­cientes del peso que tienen en las manos.

Érase una vez en un país muy muy lejano donde vivían algunos que se auto­percibían como adivinos. Recurrían para su tarea a las herramientas más técnicas y profesionales. Las mismas iban desde el uso de cartas del tarot hasta la lectura de las manos, pasando por el fondo de las tazas de café, la escritura en redes sociales, los artículos de opinión en diarios o la presencia en pro­gramas de radio y televisión. Predecir el futuro y cono­cer aquello que va a suceder tanto en el corto como en el largo plazo bien valían todas las instancias.

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Pero de todos los desta­cados integrantes de este reconocido gremio, había una en particular que hacía gala y permanente ostentación de un sofis­ticado utensilio: una bola de cristal. A través de ella, la pitonisa local aseguraba predecir todos los eventos políticos que sucederían. Pronosticó el apocalipsis, las horas más tormento­sas, el fin de una especie. Durante un quinquenio tuvo visiones paradisia­cas, pero luego empezó a ver todo negativo y oscuro.

Hasta que un día, sus cole­gas del gremio, los escena­rios de feria barriales donde se presentaba empezaron a caer en la cuenta que nada de lo que decía terminaba efectivamente sucediendo. O lo que es peor, sucedía exactamente a la inversa. Empezaron a reclamarle y hacerle ver sus contradic­ciones y equivocaciones permanentes y consecuti­vas. Incluso siendo expues­tas las mismas en medios de comunicación.

La vaticinadora, contra­riada, se preguntó que estaba haciendo mal. Revisó su bola de cristal y resultó que ahí estaba el problema. La herramienta que tanto apreciaba y en la que res­paldaba todo su trabajo no era del material que le permitía ver el futuro de manera traslucida, sino que era de hierro. Encima oxidado. Todo este tiempo había estado confundida, por eso se pasaba fallando todo el tiempo y veía todo tan oscuro siempre.

No puede decirse que este sea el final, pero por cues­tiones de espacio debemos decir: colorín colorado, esta inspiracional historia se ha acabado.

Durante un quinquenio tuvo visiones paradisiacas, pero luego empezó a ver todo negativo y oscuro.

Todo este tiempo había estado confundida, por eso se pasaba fallando todo el tiempo y veía todo tan oscuro siempre.

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