- Por Josías Enciso Romero
Pillines para adulterar su ropaje de acuerdo con la estación en el poder. Letraditos para sublimar la memoria comprometedora. Zigzagueantes como el inquieto azogue. Desde el fondo de una antigua casa de alcahuetería levantan las ultrajadas banderas de la ética y la moral. Si fuera historia lejana, juzgaríamos como imprudencia de edades tempranas. O error de una sola vez. Que el derecho a enmendarse forma parte de la condición humana. Pero no, ellos renuevan sus imposturas como impenitente sacrilegio para profanar la verdad. Aquellos, los de entonces, siguen siendo los mismos, parafraseando a Neruda. Por supuesto, con otros nombres y otras caras, pero el hilo conductor se encarga de atar fuertemente el presente con el pasado. Ese hilo es la incoherencia o la coherencia correspondida con el oportunismo, el interés particular o empresarial por imponer la información manufacturada a la realidad de los acontecimientos. Son los descendientes de quienes en 1977 celebraban con algazara el atropello impune a la Constitución Nacional ante la enmienda del artículo 173, dejando habilitada la reelección indefinida del dictador Alfredo Stroessner. Ni un cuestionamiento, ni un tímido “ish”, ni una insinuación de procedimiento autoritario hacia quien ya estaba en el poder desde 1954, es decir, 23 años, y que iba a completar 24 al terminar lo que sería su quinto periodo consecutivo, si contamos el que va del 54 al 58, o sea, los cuatro años restantes para concluir el mandato iniciado por don Federico Chaves.
La fundación del diario Abc Color, cuyo primer número apareció el 7 de agosto de 1967, no es casualidad en cuanto a fecha y a su línea editorial. Días después, exactamente el 10, inaugura su tapa con un titular a toda página: “Convención: vía libre a la reelección presencial”. Aunque ya es hartamente conocido que el periódico nació de la mano y como sostén de Alfredo Stroessner, debemos admitir que la Convención Nacional Constituyente de 1967 era un reclamo de todos los sectores políticos de aquella época, para reemplazar la Constitución de 1940, de corte claramente dictatorial. Se incorporó la figura de la reelección en el artículo 173: “El presidente de la República será elegido en comicios generales directos que se realizarán por lo menos seis meses antes de expirar el período constitucional que estuviere en curso y solo podrá ser reelecto para un período más, consecutivo o alternativo”.
Exactamente diez años después, en 1977, se confirma lo que todos ya sabían: que el dictador nunca pensó en abandonar el poder. Ni él ni su séquito de adulones. El diario de la calle Yegros vuelve a saludar con vítores y fuegos de artificios la conmovedora noticia de que “se hará la Convención Nacional Constituyente” (17 de julio de 1976). Para el 10 de marzo, sin la presencia de ningún opositor en la asamblea, la enmienda ya estaba consumada. Ni por un accidente de tipeo el propietario de Abc Color dejó entrever que el despótico régimen volvió a disfrazarse de ropaje legal. Y lo que sí podemos leer en los recortes de la época (gentilmente proporcionados por mi vecino, don Cecilio) son los contundentes, demoledores y lapidarios titulares: “Stroessner jura hoy por un nuevo periodo presidencial”, “Stroessner inició el periodo 1978/1983″, “Stroessner inició ayer un nuevo periodo como primer mandatario”. Y eso que para entonces ya se encontraba en el exilio el primer secretario general de dicho medio, Roberto Thompson Molinas, con previos apresamientos en 1968 y 1974-1975 (valiosos aportes de don Cecilio). Pero como Acero no tenía intenciones de incomodar al dictador, siguió nomás de largo.
No puede decirse que fueron errores de pubertad, porque el diario ya tenía la edad madura de diez años, ni periodismo de buena fe, porque para esa época el sátrapa ya había ordenado la tortura y asesinato de varios campesinos en Abraham-Cué, la llamada Pascua Dolorosa de abril de 1976. Y, también, cinco meses después, el 21 de setiembre de 1976, eran desaparecidos los hermanos Rodolfo y Benjamín Ramírez Villalba, Carlos José Mancuello y Amílcar María Oviedo. Nunca se hallaron, hasta hoy, sus sepulturas. Pero esas minucias no iban a detener el avance empresarial del “adalid de la libertad”, quien, de ferretero que salía a barrer su vereda (según carta que exhibía don Lázaro Morga en su local de La Riojana), se convirtió en multimillonario empresario, gracias a su silencio cómplice de la dictadura estronista.
Pero el amor hacia el dictador –los une el mismo gen–, por lo visto, era más fuerte. Así que sus descendientes reataron el hilo de la mítica historia con el hijo de uno de los mimados de Stroessner: Mario Abdo Benítez. Su vástago Marito, convertido en presidente de la República por una ironía trágica del infortunio que siempre nos persigue, fue el que volvió a rellenar de silencios las páginas del diario, la radioemisora y la televisión de la cadena liderada hoy por Natalia Zuccolillo. Suponemos que por las mismas razones: ignorar los monstruosos actos de corrupción a cambio de jugosos contratos con el Estado. Son los que ahora se oponen a una enmienda constitucional que deberá ser validada por un referéndum (o sea, la ciudadanía tendrá que votar), para que miles de niños puedan ser beneficiados con el programa “Hambre cero en las escuelas”. Del mismo linaje que aplaudió sonriente cuando Stroessner se atornillaba en el poder per sécula seculorum. En fin. ¡Oh, hipocresía!
Ni por un accidente de tipeo el propietario de Abc Color dejó entrever que el despótico régimen volvió a disfrazarse de ropaje legal.
Pero el amor hacia el dictador –los une el mismo gen–, por lo visto, era más fuerte. Así que sus descendientes reataron el hilo de la mítica historia con el hijo de uno de los mimados de Stroessner: Mario Abdo Benítez.