• Por Felipe Goroso S.

Está en pleno proceso la iniciativa legislativa que propone modifi­car artículos al respecto de la contratación o nombra­miento de familiares de auto­ridades electas. La propuesta está siendo liderada por el senador Basilio Núñez. Va camino a ser estudiada en las comisiones asesoras corres­pondientes y posteriormente en el pleno de la Cámara Alta.

A la par, hay otro proyecto que está siendo presentado como iniciativa ciudadana y popu­lar. Una excandidata a vice­presidente de Efraín Alegre, un ex viceministro de Edu­cación del gobierno de Abdo Benítez y otros políticos opo­sitores son las caras visibles. Sí, la mayoría de ellos fueron candidatos o son políticos activos de partidos o movi­mientos opositores. Y bási­camente no hay cuestiona­miento posible alguno en ello, por supuesto que no.

Que la serie de publicaciones sobre familiares de políti­cos vinculados al oficialismo haya concluido en una cam­paña de recolección de firmas impulsada por algunos opo­sitores tiene bastante lógica. ¿O no? La cuestión aquí es que los mismos presentan la propuesta como “ciudadana” o “independiente” cuando efectivamente no lo es. Eso hace que la línea discursiva carezca de la verosimilitud necesaria como para permear en la sociedad. Palabras más, palabras menos esto fue lo apuntado por el abogado espe­cialista en acceso a la infor­mación pública, Ezequiel San­tagada. Bastó que le marqué la incoherencia como para la reacción feroz. A la oposición le disgusta profundamente que se le cuestione. No están acostumbrados a ser los apun­tados, solo funciona cuando es a la inversa. El problema fue, son y serán siempre los colo­rados. Nadie más.

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Esa desconexión de la reali­dad, ese permanente estado de negación en el que viven es uno de los motivos que les impide ganar elecciones. Por un lado, pretenden despo­jarse de su condición de polí­ticos, actitud vergonzante de sí mismos y al mismo tiempo intentar apropiarse de con­ceptos como ciudadanía o independencia apolítica es de por sí bastante complejo de plantear desde las Ciencias Políticas. El mensaje termina siendo bastante difuso, por decir lo menos.

El electorado está muy lejos de ser tonto. Ya lo demos­tró en las últimas eleccio­nes. Difiere perfectamente aquello que es y lo que no es.

Sabe lo que quiere y lo que no. Asumir que se le puede engañar o disfrazar intencio­nes es pecar de una pedante­ría digna de quienes creen estar por encima de la gente. Paradójicamente la misma a la que se le pide su voto.

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