Enero es un mes largo. Interminable. Desesperante y caluroso. Las agobiantes vacaciones no encuentran respiro ni debajo del mango, ni se refrescan con el tereré helado (lo que, también, significa “muy frío”, según la Real Academia Española). Además, a estas alturas ya se rompieron todas las alcancías, desapareció el plata-sy y hasta el heroico cincuenta mil que estaba debajo de la imagen de San Pancracio, patrono del dinero y de la prosperidad. Pero, de alguna manera, hay que pasar el tiempo para que la insufrible espera de llegar al 31 no sea tan traumática. Y nada distrae más que el rumor y el conventilleo. Cualquier punta del ovillo es buena para desenredar el aburrimiento. El que se las sabe todas es mi ínclito vecino, don Cecilio, cuyos diálogos (en realidad, casi siempre son monólogos) ya justifican un libro. Cada vez se le vuelve más imprescindible su bastón, pero se las arregla para que parezca un rasgo de aristocracia. Como estaba un tanto alejado de nuestro lindero compartido, me grita: “¡Che, pendejo!”. Un trato inusual que me dejó sorprendido. Aunque, debo admitir, siempre fue sarcástico, irónico y deslenguado, pero nuestros intercambios de opiniones, puntos de vista e informaciones nunca alcanzaron ese tono. “Vos que escribís en un diario, ¿ya te enteraste que Brunetti quiere volver a candidatarse?”. Solo atiné a un escueto: “¿Quién Brunetti?”. “Y Juan Manuel, el que hizo dupla con el Toro Velázquez, primero, y, luego, con Arnoldo Wiens. ¿O conocés otro Brunetti que se haya candidatado a algo?”. Me pareció escuchar un “boludo” gratuito entre dientes, pero creo que solo me pareció. Así que le dejé continuar. De hecho, es imposible interrumpirle cuando empieza a soltar el rollo.
En esta ocasión tardó más de lo acostumbrado para hilar su relato. Daba la impresión de que no encontraba las palabras, hasta que, de repente, volvió con todo: “Van a crear un nuevo movimiento. Colorado Añetete se diluyó dentro de Fuerza Republicana y esta última sufrió una doble paliza en diciembre del año pasado. Así que ya es una marca caduca. El que está muy entusiasmado en liderar este sector interno en formación dentro del Partido Colorado es Mario Abdo Benítez. De entrada, ya dividió los criterios: algunos están muy de acuerdo y otros refunfuñan que hay que buscar una figura que no esté muy desgastada. Quedaron en continuar barajando alternativas”. En concreto, según pude entender de la larga exposición de don Cecilio, lo importante será la fortuna que Marito logró ahorrar en estos cinco años de gobierno. Aunque los propiciadores de la candidatura de Brunetti consideran que no rechazarían “aportes voluntarios”; sin embargo, si no hay no hay. “Dan a entender que tienen para su capricho, como diría Fanego (Julio César)”, añadió mi vecino.
El radar de don Cecilio andaba muy activo, por lo visto, y con largo alcance. “Va a contratar (supongo que Brunetti) al equipo asesor de campaña de Lacalle Pou (Luis), presidente uruguayo. Es muy evidente que los muchachos quedaron con la sangre en los ojos para lanzar un proyecto así, apenas a cinco meses de asumir este joven Santiago Peña. La intención es clara, clarísima, quieren entorpecer, a como dé lugar, la gestión del Gobierno. Ese que fue presidente de Cerro Porteño (Luis Pettengill) también quiere ser, pero por el momento prefiere pasearse por Nueva York”. Intoxicado con tanta información, apenas atiné a levantar la mano como señal de despedida cuando, repentinamente, me dio las espaldas, y se dirigió nuevamente a su trono (acaba de inaugurar uno de mimbre) bajo el mango.
Digerí lentamente todo cuanto me dijo con su lengua de ametralladora. Quieren armar un nuevo movimiento, por un lado (pero con los conocidos de siempre) o rearmar el viejo (con los conocidos de siempre). Desde mi perspectiva de observador ñanandy, Brunetti o quien fuera, está tratando de acoplarse con el despiadado ataque de los medios de Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci (¡buen trío hacen!) para provecho político-económico a futuro. Es innegable que estos tres sectores (los marito’s boys, la cohorte de la Faraona y los dignos y decentes cepilleros del rey de la triangulación) continúan rumiando el fracaso de su campaña anti-Peña (vuelven a masticar desde el depósito de la bilis el agrio sabor de la derrota). Quieren sangre en el coliseo de los despechos. Tienen el pulgar permanentemente apuntando hacia abajo. Todo está mal, incluso lo que está bien, en el Gobierno. Al revés de los últimos cinco años en que todo estaba mal, pero estaba bien para estas corporaciones mediáticas. Había millones de principios éticos de por medio. Hasta para pagar mejor a quienes hoy se visten con la seda inmaculada de los impolutos. Pero las máscaras de cera, tarde o temprano, terminan por derretirse. Por de pronto, armarse o rearmarse es la cuestión. Con el peligro latente de desarmarse. Es una posibilidad. ¡Que se termine enero!
El presidente del Congreso Nacional, Silvio “Beto” Ovelar, manifestó que los primeros años del futuro gobierno serán cruciales para implementar las diferentes reformas y concretar los proyectos que pretende impulsar el mandatario electo, Santiago Peña, para dar una salida inmediata y un corte definitivo a los diferentes conflictos que enfrentan actualmente los paraguayos.
“Mi presidencia en el Congreso no es una cuestión accidental. Nosotros tenemos que dar andamiaje a los proyectos del Ejecutivo en el primer año, las grandes reformas hay que meterlos ahora, porque la ciudadanía está expectante para saber qué es lo que Santiago Peña ofrece”, sostuvo en una entrevista con el programa “Arriba hoy”, emitido por el canal GEN/Nación Media.
De esta manera, Ovelar volvió a rechazar el discurso de copamiento de poderes por parte del movimiento Honor Colorado que se busca instalar algunos sectores de la oposición y medios de comunicación aliados con el gobierno saliente.
“La cuestión es ir hacia adelante, ese fue el discurso que ganó”
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El presidente electo, Santiago Peña, brindó una entrevista al reconocido medio argentino Clarín, en la que habló sobre su victoria en los comicios del pasado 30 de abril, sus perspectivas de gobierno, así como su visión del panorama político-social de la región. A continuación, parte de la nota.
El economista señaló la importancia de encontrar un equilibrio en el centro entre las ideas relacionadas a la izquierda y la derecha, y destacó que el discurso ganador de las elecciones generales fue uno que estuvo basado en el desarrollo del país.
En esta conversación, Peña abordó sobre el futuro del Mercosur y cómo avanzar hacia un bloque con aún más integración entre los países miembros. Destacó la relación diplomática con Taiwán, país con el que Paraguay se vincula oficialmente desde hace 66 años y las cuales son naciones que están unidas por los mismos principios y valores.
EL DISCURSO GANADOR
– En una región con gobiernos que se dicen de izquierda, ¿usted abre una nueva instancia?
– Creo que la victoria refleja el sentimiento del Paraguay y de los paraguayos, ciertamente mi perfil puede ser visto como un perfil de derecha, pero en realidad es una visión nacionalista, del desarrollo de Paraguay. El Partido Colorado es centenario, ha sido capaz de entender también los momentos de la historia y el sentir de la población. Yo de alguna manera reflejo una visión más moderna de la política del sector público.
No es una cuestión de si nos movemos más hacia la derecha o hacia la izquierda, acá es cómo nos movemos hacia adelante. Creo que ese fue el discurso que ganó, más allá de una inclinación ideológica en cualquiera de los extremos.
– ¿Qué efectos está produciendo en la región la crisis económica global? ¿Ve un corrimiento de los electorados al centro como en el caso brasileño?
– El socialismo tuvo sus fracasos, pero también el neoliberalismo fue claramente un fracaso. Tenemos que encontrar nuevamente el equilibrio en el centro. Creo que Estados fuertes, presentes, son fundamentales en aquellas áreas donde el Estado tiene un rol indelegable. Servicios públicos como la salud, la educación, la seguridad, siempre el Estado va a ser el único capaz de resolver esos problemas de una manera justa y equitativa para todos.
EL MERCOSUR
– ¿Concuerda con Uruguay en el sentido de generar una apertura en el Mercosur?
– Tenemos que reconocer que desde la firma del tratado de Asunción en 1991 a esta parte, han habido enormes avances en materia de integración económica. Ahora, cuando lo comparamos con otros bloques económicos como los del sudeste asiático, la Unión Europea, claramente estamos lejísimos de un escenario ideal.
– ¿Cómo se avanza entonces?
– Lo que nosotros tenemos que hacer es no mirar de manera crítica los pasados 30 años, sino proyectar un futuro mucho mejor, en el que avancemos en ese proceso de integración.
– ¿Se ve gobernando en el Mercosur con una propuesta como la de Javier Milei? ¿En Paraguay tienen a un dirigente de perfil similar, Payo Cubas, a quien apodaron el “Miley paraguayo”?
– Yo creo que son propuestas totalmente diferentes. Claramente hay una similitud en que los dos somos economistas. Utilizamos mucho de la evidencia histórica de las políticas públicas, pero claramente la mirada de él responde al contexto argentino, donde lastimosamente 70 años de déficit fiscal han llevado a que la Argentina le haya tenido que quitar 16 ceros a su moneda, entonces la propuesta es muy radical que es como una respuesta a la situación económica de la Argentina.
UN ESTADO MÁS DESARROLLADO
– Es un concepto interesante en una región que ha tenido graves fallidos en el manejo del erario público
– Mi propuesta es que sobre esos cimientos macroeconómicos tengo que construir un Estado más desarrollado que genere capital humano de alto nivel. Salud, educación, infraestructura, que permita que el Paraguay pase de ese Paraguay de USD 5.000 per cápita a un Paraguay primero de USD 10.000, que es el promedio de Sudamérica, y después proyectarnos a países de la región altos, que están en USD 25.000 y 30.000 per cápita.
– Hasta qué punto es hoy un desafío lograr esa estabilidad macroeconómica?
– En el caso de Paraguay no te diría que es un desafío imposible, lo hemos demostrado. Nosotros vamos a cumplir este año 80 años de nuestra moneda, el guaraní. En ese mismo periodo el Brasil pasó por innumerables casos de inestabilidad, el plan real, el plan cruzado, hiperinflación. A la Argentina le pasó lo mismo, también a Bolivia y Uruguay.
– Usted se manifiesta de centro, ¿le preocupa o asusta gobernar en paralelo con dirigentes de ideas más rígidas liberales, como señalamos con el caso eventual de Argentina?
– No, para nada. Creo que si el pueblo argentino finalmente se vuelca por una figura como Milei, por ejemplo, ojalá que tenga la capacidad de hacer los cambios. Argentina necesita hacer cambios económicos muy profundos y esos cambios van a tener y van a implicar un costo social muy alto de corto plazo para un beneficio de largo plazo.
RELACIONES INTERNACIONALES
– Cuando recientemente le preguntaron sobre las tensiones que influyen en la región entre Estados Unidos, China o Rusia, usted recomendó guiarse por los “intereses nacionales”. Paraguay tiene relaciones diplomáticas con Taiwán y no con China, ¿cómo influye esa cuestión y de qué modo lo hace en el Mercosur?
– Nosotros nos relacionamos con China mucho más que con Taiwán. Paraguay se abastece de productos de China continental y China es el principal comprador de mayor producto de exportación de Paraguay, la soja. Ahora, nosotros tenemos una relación diplomática con Taiwán desde hace 66 años, compartimos principios y valores. Este mundo que vivimos ya no es el bipolar de la Guerra Fría, es un mundo multipolar, yo creo que lo que tiene que prevalecer son los intereses nacionales de cada país. Podemos tener afinidad muy importante con Estados Unidos, pero también tenemos una relación comercial muy profunda con China.
PEAJE EN LA HIDROVÍA
– Hay un reclamo latente de Paraguay que no quiere que Argentina cobre peaje como ya lo está haciendo
– Tenemos que agilizar el comercio, disminuir costos y no sumar. Finalmente esos costos los terminamos trasladando al consumidor final y la gente va a comprar otro producto.
– O sea, está en contra del cobro de ese peaje como lo está el saliente gobierno de Mario Abdo Benítez
– Así mismo. El peaje es uno de los temas que tenemos que discutir, asícomo también la señalización, el dragado, que sea navegable los 365 días del año. Esa es la ruta más importante de nuestro país y genera negocios importantísimos y podría significar un reposicionamiento del Mercosur ydeSudaméricaen loqueson los mercados internacionales.
Nosotros aparte de la hidrovía hoy tenemos un canal de conexión que es la ruta bioceánica, que une el Atlántico con el Pacífico y pasa por el centro de Paraguay. Hay innumerables temas que a mí me encantaría poder llevarlos adelante desde la Presidencia de Paraguay.
– ¿Qué hace famoso al sistema impositivo del Paraguay?
– Paraguay tiene un sistema tributario muy sencillo. El impuesto a la renta a las empresas que es el 10 %, tiene el IVA, que tiene una tasa máxima del 10 % y tiene un impuesto a la renta personal, pero que es 100 % deducible. Si uno consume el 100 % de sus ingresos prácticamente la tasa es 0 %, pero la tasa máxima es del 10 %.
Es una reforma que se inició en el 2004, donde los impuestos eran del 30 % y fueron disminuyendo gradualmente y con eso las recaudaciones fueron aumentando. Se aplicó la conocida Curva de Laffer. Redujimos los impuestos y aumentamos la recaudación.
“La cuestión de Itaipú no es solo una decisión de Lula”
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El senador Hugo Richer del Frente Guasu recomendó iniciar una campaña internacional dentro del bloque del Mercosur como estrategia en las negociaciones de Itaipú. Recordó que durante el mandato de Fernando Lugo se había apelado a esta táctica que finalmente favoreció al Paraguay, con la triplicación de la compensación por cesión de energía al Brasil.
“La cuestión de Itaipú no se trata solamente de una decisión de Lula. Va a tener que sopesar, negociar internamente para ver cómo se fortalece la región, y en la región tiene a Paraguay por Itaipú”, señaló Richer en entrevista con La Nación/Nación Media.
Es por ello que a su criterio, el Gobierno paraguayo debe montar una campaña internacional con los demás socios del bloque regional, a fin de buscar ventajas con respecto a las negociaciones que van a ser sostenidas en adelante con el nuevo mandatario brasileño.
“Hace tres años Paraguay hubiera tenido definida una estrategia. Paraguay hubiera tenido una hoja de ruta, en este momento Paraguay tenía que haber estado haciendo una campaña incluso internacional, como hizo el gobierno de Lugo”, manifestó. En este punto, recordó que “el gobierno de Lugo hizo una campaña dentro del Mercosur, de tal manera a favorecer la posición paraguaya”.
SIN ESTRATEGIA DEFINIDA
Lamentó que hasta el momento no se tenga una estrategia definida en defensa de los intereses nacionales, y que Abdo Benítez no haya iniciado un fuerte lobby para respaldar la postura del Gobierno paraguayo.
“El problema está básicamente en el Gobierno paraguayo. No tenemos una estrategia definida. Lo que hizo Mario Abdo es unos amagues, hace dos años, aproximadamente, y recibió tantas críticas que decidió sentarse a esperar que el nuevo gobierno se encargue de la negociación del Anexo C en el tema de Itaipú. Eso es lo peor que nos pudo haber pasado”, añadió.
El parlamentario cuestionó que se hayan dejado pasar los años y ni siquiera contar con una hoja de ruta para pelear por la posición paraguaya en las instancias de negociación.
Enrique Ernesto Febbraro: doctor en odontología; profesor de historia, de psicología, músico, estudiante de filosofía, periodista, locutor y escritor de aforismos. “Cuando llueve, comparto mi paraguas. Si no tengo paraguas, comparto la lluvia”.
¿Amigos y astronautas? Esa es la cuestión, Enrique Ernesto
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Por Ricardo Rivas
periodista
Twitter: @RtrivasRivas
FOTOS: Archivo y Gentileza
Una vez más, en esta semana que todavía no alcanza a ser pasado –el miércoles 20 de julio– Nino Ramella, gestor cultural, periodista, viajero vocacional y enorme contador de historias, repitió, como lo hace cada año desde mucho tiempo cuando nos saludamos para recordar el Día del Amigo, que “no” entiende cuál es la vinculación entre la llegada del hombre a la Luna con la amistad. “Seguramente el origen de ese desentendimiento habría que buscarlo en mi falta de lucidez”, aventura Nino y, sobre ese supuesto, cree y piensa que está imposibilitado para relacionar al satélite natural de la Tierra con el sentimiento que se construye entre amigos y amigas a lo largo de la vida. Debo admitir y declarar, aquí y ahora, que me pasa lo mismo. La Luna da para todo a todos y a todas. Desde siempre. Enrique Ernesto Febbraro era un odontólogo argentino que alcanzó notoriedad por proponer que cada 20 de julio sea el Día del Amigo. A quienes quisieran oírlo e incluso a quienes no lo desearan, largamente, explicó que ver la llegada del hombre a la Luna lo inspiró a crear esa celebración. Tan interesante como compleja argumentación para referirse a su creación devenida en promotora de consumos varios. Muy probablemente, la imaginación del niño Enrique Ernesto –como un cóndor andino– voló alto con Julio (Gabriel) Verne que, en 1865, publicó una de sus obras más trascendentes: “De la Tierra a la Luna”. Cinco años más tarde, fue el momento de “Alrededor de la Luna”. Magníficas ambas. Soñar era una constante con cada una de sus páginas que, cuando era un pibito, releía incansable. En mis fantasías fui miembro del Gun-Club, en Baltimore y hasta logré que me aceptaran en la tripulación junto con el francés Michel Arden; con el presidente de aquella organización de artilleros, Impey Barbicane y el capitán Nichols. El sueño demoraba en cerrar mis ojos cada noche cuando una y otra vez miraba, primero el almanaque y luego el reloj, para estar listo y puntualmente preparado para el vuelo que se iniciaría el 1 de diciembre cuando faltaran trece minutos para las once.
CUATRO DÍAS PARA LLEGAR
Tardaríamos cuatro días en llegar al inexplorado territorio selenita. La Luna. ¡Qué enormemente bella y atractiva! Febbraro nació en 1924 en el barrio de San Cristóbal de la capital argentina. Con el tiempo, mudó a Lomas de Zamora, en el sudoeste bonaerense, suburbio capitalino. Allí estaba en la larga vigilia que se inició en la noche del 20 de julio de 1969 y se prolongó hasta la madrugada del 21 cuando Neil Armstrong pisó la superficie lunar. En aquellas mismas horas, sin saberlo, con Febbraro compartimos las mismas imágenes. Como él en Lomas, en mi casa, en el Bajo Belgrano, rodeábamos la vieja tele que en blanco y negro nos puso al astronauta en el living cuando con pequeños saltitos dejó atrás la escalerilla que permitió alejarse de “Águila”, el módulo lunar. La carrera espacial –una batalla más de la tristemente célebre Guerra Fría– había finalizado. La Casa Blanca norteamericana se alzó triunfadora en el espacio por sobre el Kremlin soviético. ¿Qué tiene que ver una guerra –sea ella fría o caliente– con la amistad? El Día Internacional de la Amistad, desde el 27 de abril del 2011, porque así lo decidió la Asamblea General de las Naciones Unidas, es el 30 de julio. La efeméride celebratoria se aprobó a partir de una propuesta formal que realizó para ello la Cruzada Mundial de la Amistad que un grupo de activistas fundó en 1958. ¿Pero no fue Febbraro el creador?
Cuando niño, una buena parte de mis días miraba el cielo. Mis pupilas se perdían durante horas en procura de hallar aquello que hiciera mi cielo. Así lo sentía, un gran espacio con misteriosas diferencias que solo yo sabía que estaban porque era quien las descubrió. En otros momentos, cuando paseábamos con papá y mamá, mis ojos y pensamientos se centraban en ese enorme Río de la Plata que compartimos con nuestros vecinos y vecinas uruguayas en la barriada rioplatense. Aquellos eran los paisajes ribereños de la infancia en mi pueblo natal, el Bajo Belgrano, en Buenos Aires, cerca de siete décadas atrás. El cielo me atraía porque la casa grandísima de la familia por varias décadas estaba muy cerca del aeroparque. Los aviones, de todo tipo, nos sobrevolaban. Creo que andaba promediando los seis años cuando supe que algo inusual pasaría en aquel cielo que era mío. Todo mío. Lo vi a don Ricardo, nuestro amadísimo viejito, poniendo cintas adhesivas sobre los cristales de las ventanas y ventanales durante un par de días y, finalmente, en la tardecita de un viernes nos explicó que “mañana volarán por aquí los Pájaros de Trueno norteamericanos y, cuando esos aviones de guerra rompan la barrera del sonido, los vidrios pueden estallar por la onda expansiva”. También nos recomendó no quedarnos cerca de las ventanas y, finalmente, prometió que “si el clima es bueno iremos a la terraza para verlos mejor”. Me interesaba subir hasta allí. “El cielo está más cerca. Lo puedo tocar”, pensaba. Cosas de pibes. Los cielos nocturnos, por aquellos años, eran plenos de negra transparencia. Echarse sobre el pasto, de espaldas, era mágico. Las luciérnagas competían en belleza con las estrellas que se veían enormes, plenas de luz y generadoras de múltiples embelesos.
Con esta nave soñé cuando niño que viajaría a la Luna junto con Michel Arden, Impey Barbiccane y el capitán Nichols.
EL CIELO DE LA NIÑEZ
Con José García –”el pibe de la vuelta”, que vivía muy cerca de mi casa– para verlas mejor y saber de ellas, nos asociamos al Club o Asociación de Amigos de la Astronomía. Era atrapante observar ese cielo tan nuestro, aunque –aceptémoslo– era de todos y de todas. Nos enseñaron a fabricar un telescopio casero. Muchos meses pulimos un espejo cóncavo y, luego, otro convexo, para instalarlos después en el interior de un tubo para entretenernos mirando el cielo. El aparato casero lo pusimos en una pequeña piecita en la terraza de la casa de José, sobre la calle Dragones. Fue emocionante, una madrugada, ver a Júpiter y sus anillos del tamaño de un pomelo. ¿Qué habrá sido de aquel pibe? No sé. ¿Febbraro también habrá estudiado alguna vez al cielo y a sus astros? Nosotros, aquellos dos pibes del Bajo Belgrano con el raro gusto de pasar horas y horas mirando el cielo, nunca supimos de él. Los sueños adolescentes le ganaron a nuestra afición por la observación astral. Con el tiempo, dejamos de vernos con el flaquísimo José. Nunca más nos frecuentamos aquellos dos que, como nos bromeaba doña Juanita, nuestra querida abuelita, “siempre estábamos en la Luna”. Los estertores del tango que siempre renace, afortunadamente; la irrupción de The Beatles y los Rolling Stones, el avance de la tele, la lucha armada, los deseos de liberación para dejar atrás la dependencia, los sucesivos golpes de Estado, las reiteradas dictaduras, aquellas noches en que dejé de mirar al cielo para abstraerme, con la misma intensidad, en los hallazgos del amor; escribir, el periodismo, hacer radio, diario y televisión para ganarme un peso. Todo me había cambiado.
ENCUENTRO CON FEBBRARO
En aquella etapa, tal vez cuando andaba por los 25 años y ya era periodista –como Héctor Daniel, nuestro abuelo, y papá– supe de Enrique Ernesto Febbraro. Lo llamé para entrevistarlo. Acordamos vernos. En el primero de los encuentros confieso que me sorprendió. Lejos de poner en mis manos una tarjeta personal, como se estilaba por entonces, me entregó un folleto con sus datos identitarios y profesionales. Además de dentista, informaba que también era “profesor de historia, de psicología, músico, estudiante de filosofía, doctor en odontología”. Sin que pudiera siquiera imaginarlo, en cuanto nos vimos extendió su mano hacia adelante y, a modo de saludo, solo me dijo: “Somos colegas periodistas y fui locutor en Radio Argentina”. Lo miré con enorme curiosidad. Sin darme tiempo para preguntar nada inició una especie de discurso perfectamente articulado para asegurar que era el “creador del día del amigo” y precisar que aquella creación emergió de su alma cuando, “en la noche del 20 de julio de 1969, veía el momento en que Neil Armstrong pisaba la Luna. Fue el primero de los hombres que lo hizo”, agregó, y dejó sus ojos clavados sobre mi persona, presumo que en un intento vano por saber qué me provocaban aquellos, sus dichos. Supongo que lo frustré. Por él supe también que su padre “fue amigo personal de Borges (Jorge Luis), de Discépolo (Enrique Santos)…” y dos o tres grandes más de las letras argentinas. “Mi padre se llamaba como yo”, agregó. No me pude contener. “¿Querrá decir que usted lleva el mismo nombre que su papá?”. No puedo recordar su respuesta. Sí, la expresión de su cara. Varias veces más, después de aquella primera vez, tuve que entrevistarlo. Antes de que se iniciaran los años 90 dejé Buenos Aires. Trabajar de periodista me llevó hacia otros lugares. Dejé de ver al dentista Febbraro. Sin embargo, una fría mañana invernal, en Mar del Plata –unos 1.670 kilómetros al sur de mi querida Asunción– llegó hasta la puerta misma de la agencia de Noticias Argentinas Enrique Ernesto. Me pareció, realmente, increíble. Una vez más el ritual de saludarnos, aunque con alguna diferencia. Aquel folleto que recibí de sus manos la primera vez ya no existía. Me entregó un tríptico en el que, además, consignaba ser “Visitante lustre” en más de un centenar de pueblos y provincias argentinas. Leí cada una de las –para mí– nuevas informaciones con total atención. La más destacada, haber sido dos veces postulado para recibir el Premio Nobel de la Paz. Nunca se lo dieron. Volvimos a vernos dos años más. Siempre cerca de la efeméride de su creación. En la anteúltima entrevista le pregunté por qué en otros países la celebración no coincide con la que se desarrolla en la Argentina, aunque destaqué al consultarlo que, “entre otros lugares, como aquí, es el Día del Amigo en España, Brasil y Uruguay”, pero en Bolivia es el 23 de julio; en Paraguay, el 30 del mismo mes; en la India, el primero de los domingos de setiembre, y en Colombia, el tercero de los sábados septembrinos y, en el calendario colombiano, se llama Día del Amor y la Amistad”. No ofreció ninguna explicación y, una vez más, repitió aquel relato de aquella vivencia personal con la que, desde la llegada del hombre a la Luna, su imaginación vinculó el suceso histórico con la amistad.
Comandante Neil Armstrong. Cuando pisó la Luna, el 20 de julio de 1969, Enrique Ernesto Febbraro vinculó aquel capítulo de la “carrera espacial” entre norteamericanos y soviéticos cuando la “Guerra Fría” con la amistad.
“EL DÍA DEL ASTRONAUTA”
Nino Ramella, el querido colega y amigo ya mencionado, alguna vez reveló que Febbraro también era escritor de aforismos y que para validar aquella vocación, antes de finalizar una entrevista para el diario La Nación de Argentina, en la corresponsalía marplatense, mirando como embelesado hacia la nada, dijo con solemnidad: “Cuando llueve, comparto mi paraguas. Si no tengo paraguas, comparto la lluvia”. ¡Joder! Nos encontramos con don Enrique Ernesto una vez más. No leí el nuevo tríptico que entregó al saludarnos. Seguramente, habría agregado “escritor de aforismos”. Recuerdo claramente que la reunión se extendió solo por unos pocos minutos que, de todas maneras, fueron reveladores. En el instante preciso en que, una vez más, comenzó con su historia vinculante de la hazaña lunar estadounidense y la amistad, repregunté lo que desde el primero de los días en que lo escuché quise preguntar y nunca encontré la forma para hacerlo correctamente. “Doctor Febbraro
–le dije– recuerdo muy bien lo que a usted le sucedió en la noche del 20 de julio del 69. Casi he memorizado cada una de sus palabras para explicarlo. ¿Pero puede explicarme por qué razón no propuso, como efeméride, el Día del Astronauta?”. No hubo respuesta. Se retiró de inmediato. Nunca volvimos a vernos. Supe por los diarios que el 4 de noviembre del 2008 falleció a los 84 años. Me entristeció que aquel buen tipo nunca respondiera la última pregunta que le hiciera. Los astronautas siguen si tener un día como lo tienen casi todos y todas quienes ejercen o no alguna actividad. ¡Es injusto! Aunque, en alguna medida, una vez más las Naciones Unidas hizo justicia. Desde el 2011 cada 12 de abril es el Día Internacional de los Vuelos Espaciales. Algo es algo. Mientras, la Luna sigue allí. Algunas veces, como esta noche de viernes, acurrucado en la vieja mecedora, junto a los leños crepitantes en esta muy fría medianoche invernal, pienso en historias como esta. Hago silencio rodeado de silencio. Porque el sentimiento y el recuerdo inesperadamente me impulsan levanto el vaso de cristal colmado con un Black Label 12 años, miro el fuego y, con mi brazo estirado, como Pink Floyd, involuntariamente digo: “Don Enrique Ernesto Febbraro, ‘te veré en el lado oscuro de la Luna’ para preguntarte por qué?”.