- Por Josías Enciso Romero
Enero es un mes largo. Interminable. Desesperante y caluroso. Las agobiantes vacaciones no encuentran respiro ni debajo del mango, ni se refrescan con el tereré helado (lo que, también, significa “muy frío”, según la Real Academia Española). Además, a estas alturas ya se rompieron todas las alcancías, desapareció el plata-sy y hasta el heroico cincuenta mil que estaba debajo de la imagen de San Pancracio, patrono del dinero y de la prosperidad. Pero, de alguna manera, hay que pasar el tiempo para que la insufrible espera de llegar al 31 no sea tan traumática. Y nada distrae más que el rumor y el conventilleo. Cualquier punta del ovillo es buena para desenredar el aburrimiento. El que se las sabe todas es mi ínclito vecino, don Cecilio, cuyos diálogos (en realidad, casi siempre son monólogos) ya justifican un libro. Cada vez se le vuelve más imprescindible su bastón, pero se las arregla para que parezca un rasgo de aristocracia. Como estaba un tanto alejado de nuestro lindero compartido, me grita: “¡Che, pendejo!”. Un trato inusual que me dejó sorprendido. Aunque, debo admitir, siempre fue sarcástico, irónico y deslenguado, pero nuestros intercambios de opiniones, puntos de vista e informaciones nunca alcanzaron ese tono. “Vos que escribís en un diario, ¿ya te enteraste que Brunetti quiere volver a candidatarse?”. Solo atiné a un escueto: “¿Quién Brunetti?”. “Y Juan Manuel, el que hizo dupla con el Toro Velázquez, primero, y, luego, con Arnoldo Wiens. ¿O conocés otro Brunetti que se haya candidatado a algo?”. Me pareció escuchar un “boludo” gratuito entre dientes, pero creo que solo me pareció. Así que le dejé continuar. De hecho, es imposible interrumpirle cuando empieza a soltar el rollo.
En esta ocasión tardó más de lo acostumbrado para hilar su relato. Daba la impresión de que no encontraba las palabras, hasta que, de repente, volvió con todo: “Van a crear un nuevo movimiento. Colorado Añetete se diluyó dentro de Fuerza Republicana y esta última sufrió una doble paliza en diciembre del año pasado. Así que ya es una marca caduca. El que está muy entusiasmado en liderar este sector interno en formación dentro del Partido Colorado es Mario Abdo Benítez. De entrada, ya dividió los criterios: algunos están muy de acuerdo y otros refunfuñan que hay que buscar una figura que no esté muy desgastada. Quedaron en continuar barajando alternativas”. En concreto, según pude entender de la larga exposición de don Cecilio, lo importante será la fortuna que Marito logró ahorrar en estos cinco años de gobierno. Aunque los propiciadores de la candidatura de Brunetti consideran que no rechazarían “aportes voluntarios”; sin embargo, si no hay no hay. “Dan a entender que tienen para su capricho, como diría Fanego (Julio César)”, añadió mi vecino.
El radar de don Cecilio andaba muy activo, por lo visto, y con largo alcance. “Va a contratar (supongo que Brunetti) al equipo asesor de campaña de Lacalle Pou (Luis), presidente uruguayo. Es muy evidente que los muchachos quedaron con la sangre en los ojos para lanzar un proyecto así, apenas a cinco meses de asumir este joven Santiago Peña. La intención es clara, clarísima, quieren entorpecer, a como dé lugar, la gestión del Gobierno. Ese que fue presidente de Cerro Porteño (Luis Pettengill) también quiere ser, pero por el momento prefiere pasearse por Nueva York”. Intoxicado con tanta información, apenas atiné a levantar la mano como señal de despedida cuando, repentinamente, me dio las espaldas, y se dirigió nuevamente a su trono (acaba de inaugurar uno de mimbre) bajo el mango.
Digerí lentamente todo cuanto me dijo con su lengua de ametralladora. Quieren armar un nuevo movimiento, por un lado (pero con los conocidos de siempre) o rearmar el viejo (con los conocidos de siempre). Desde mi perspectiva de observador ñanandy, Brunetti o quien fuera, está tratando de acoplarse con el despiadado ataque de los medios de Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci (¡buen trío hacen!) para provecho político-económico a futuro. Es innegable que estos tres sectores (los marito’s boys, la cohorte de la Faraona y los dignos y decentes cepilleros del rey de la triangulación) continúan rumiando el fracaso de su campaña anti-Peña (vuelven a masticar desde el depósito de la bilis el agrio sabor de la derrota). Quieren sangre en el coliseo de los despechos. Tienen el pulgar permanentemente apuntando hacia abajo. Todo está mal, incluso lo que está bien, en el Gobierno. Al revés de los últimos cinco años en que todo estaba mal, pero estaba bien para estas corporaciones mediáticas. Había millones de principios éticos de por medio. Hasta para pagar mejor a quienes hoy se visten con la seda inmaculada de los impolutos. Pero las máscaras de cera, tarde o temprano, terminan por derretirse. Por de pronto, armarse o rearmarse es la cuestión. Con el peligro latente de desarmarse. Es una posibilidad. ¡Que se termine enero!