- Por Josías Enciso Romero
Algunos medios de comunicación y bien identificados periodistas han experimentado una metamorfosis que envidiaría hasta la desconcertante imaginación del mismísimo Franz Kafka. Solo que, a diferencia del personaje del magistral escritor checo, los nuestros tuvieron una mutación al revés. Quienes han leído la novela sabrán a qué me refiero. Por tanto, no abundaré en más explicaciones para evitar susceptibilidades que andan rondando en las azoteas de la soberbia. Quisquillositos están los que ayer actuaban como adorables pug, chihuahua, poodle o pekinés y hoy aparecen en el escenario mostrando los dientes del legendario sabueso de Baskerville. Saltaron de los brazos del expresidente de la República Mario Abdo Benítez, donde fungían de mansos caniches para poner rostros de fieros mastines dispuestos a destrozar a todos quienes se atraviesan en el camino de la “verdad”, la “honestidad” y la “trasparencia”.
Aunque nunca es tarde para el arrepentimiento (el buen ladrón de la cruz lo hizo con sus últimos suspiros) cuando la intención es genuina, sin embargo, existe una condición inexcusable: despojarse de las ataduras del pasado. Por de pronto, están vertiendo vino nuevo en odres viejos. En términos periodísticos diríamos que es saludable la crítica al actual gobierno. De hecho, esa es su verdadera misión, pero no se puede dar un salto al vacío ignorando cinco años de los más despreciables episodios en continuado de corrupción. Incluyendo la función de trasnoche. Decimos despreciables porque robaron a manos llenas en plena pandemia, cuando la gente desesperada vendía sus escasas pertenencias para tratar de salvar la vida de algún pariente. Fue, como diría uno de los memes de aquella época: Un saqueo exitoso. Y hasta ahora impune.
Ya sabemos que ciertos colegas no leen nuestro diario (así lo confesaron) y otros aseguran que cada vez nos leen menos, por lo tanto, probablemente, no se darán por enterados de las denuncias fundamentadas, documentalmente corroboradas, que estamos evidenciando cotidianamente. Pero, si alguien les sopla lo que venimos publicando podrían iniciar sus propias investigaciones, aunque desde “el otro ángulo de la información”, como solía repetir aquel periodista porteño, vocero de la dictadura, de acuerdo con los relatos domingueros de mi vecino don Cecilio. De lo contrario, los sistemáticos ataques al actual mandatario no serían sino un elemento distractor para desviar la atención de los gigantescos latrocinios de Marito y su gente. Algunos que hacían saltitos y movían la colita frente al entonces ministro de Hacienda, Benigno López (“Maligno” para los perros), mientras se procedía a esquilmar al Estado, ahora patrocinan “consejos” a Santiago Peña de cómo tiene que administrar el país y con quién. Y de quién o de quiénes tiene que desprenderse en obsequio a una buena gestión.
En tiempos de la tragedia del covid-19 montaron gigantescos espectáculos (o programas, según les guste) para que los ministros de Abdo Benítez vayan a pavonearse ante un periodismo benévolo (obsecuente sonaría muy fuerte) que jamás se animó a cuestionarles el destino de los 1.600 millones de dólares que, cual cheque en blanco, les entregó el Congreso de la Nación. Los conductores improvisaban hasta la danza de la botella para congraciarse con sus “invitados”. Ya después se descubrieron los millones del avisaje fiscal y binacional (sobre todo, Yacyretá) que contribuían para mejorar la calidad de vida de algunos trabajadores de la prensa amiga. Nadie muerde la mano del que le da de comer. Sería un gesto de ingratitud. ¿Dónde se ha visto? ¡Rayos y centellas! ¡Santo puré de papas, Batman!
Pero, ahora, repito, se volvieron todos guapos. De nuevo acude a mi auxilio –sin pedirlo– el querido don Cecilio. “Lo que está pasando en estos días me recuerda una frase de Alcibiades (supongo que González Delvalle), cuando después del golpe militar del 2 y 3 de febrero aparecieron miles de garbosos caballeros que lucharon contra la dictadura (civiles y algunos periodistas), sigo y retomo como Calé, decía entonces Alcibiades: ‘Si había tantos antiestronistas, ¿cómo es que duró tanto?’”. Y esos son los misterios más inescrutables que la propia Santísima Trinidad.
Pero nada pinta mejor y de cuerpo entero lo que estamos viviendo como aquel editorial de unos días atrás del diario que nació con fe en la plata y que guarda relación con la colocación de bonos por 600 millones de dólares. “El antecedente similar más cercano, en otro contexto, es el de las leyes de emergencia durante la pandemia, con los resultados conocidos: mucho endeudamiento, mucho despilfarro y pocas soluciones de fondo. En aquella oportunidad se prometió ‘rendir cuentas hasta el último guaraní’ y no se cumplió”. Y ahora viene lo grotescamente simpático: “Sería muy lamentable que eso volviera a ocurrir”. Cierren la edición y vayamos todos a casa. ¿Ha investigado el tal diario los endeudamientos despilfarrados? ¿En bolsillos de quiénes fue a parar ese dinero? ¿Pidieron castigo a los responsables? ¿Tendría Marito alguna respuesta? O como el personaje de Quino, con decir: “¡Qué barbaridad!”, ¿es suficiente? ¿O los mastines del “nuevo periodismo” mastican para un lado y muerden para el otro? ¡Cosas de mandinga! ¡Acudid Kafka en mi santa ayuda!
Pero nada pinta mejor y de cuerpo entero lo que estamos viviendo como aquel editorial de unos días atrás del diario que nació con fe en la plata y que guarda relación con la colocación de bonos por 600 millones de dólares.
Ya sabemos que ciertos colegas no leen nuestro diario (así lo confesaron) y otros aseguran que cada vez nos leen menos, por lo tanto, probablemente, no se darán por enterados de las denuncias fundamentadas.