- Por Josías Enciso Romero
Los diputados abdistas Daniel Centurión y Mauricio Espínola, del movimiento Fuerza Republicana, en raudo proceso de extinción, no resistieron a la folclórica y telúrica tentación de dar consejos cuando nadie se los pide. Y lo más tragicómico y paradójico es que no cumplieron con ese papel cuando se les pagaba para hacerlo, desempeñándose ambos como ministros asesores políticos, titular y adjunto, del expresidente de la República Mario Abdo Benítez. Bien podrían haberle insinuado siquiera que la bilis que estaba desparramando durante las internas de la Asociación Nacional Republicana en nada contribuiría para una futura unidad, más allá de quién o quiénes resultaren ganadores. Pero no. Antes bien, cargaron más piedras en la vesícula del que fuera “maldatario” para que continuara vomitando el agrio y verduzco líquido de inocultables odios y rencores hacia sus enemigos políticos. Nunca supieron transitar el recomendado camino de tratar al oponente como circunstancial adversario electoral. Y se hicieron acreedores del repudio ciudadano y colorado.
Naturalmente pueden seguir dando “consejos” tanto al presidente de la República, Santiago Peña, como al titular de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional Republicana, Horacio Cartes. La Constitución Nacional les garantiza la libertad de expresión. Solo que estos consejeros ad honorem no vieron en Abdo Benítez todos los defectos que ahora encuentran en sus enemigos internos del Partido Colorado. La soberbia, la arrogancia y el autoritarismo heredados de sus mayores fueron las características más resaltantes de la escuálida personalidad de Marito. Soberbia, arrogancia y autoritarismo que devienen de la utilización altanera y prepotente del poder. Pero el lugar apropiado para realizar reclamos y exigencias es el recinto partidario. ¡Ah, pero cierto! El diputado Centurión renunció a su representación dentro de la Junta de Gobierno “en honor a los prestigios morales del partido”, alegando, además, “profundas diferencias” con el ganador de las elecciones: Horacio Cartes. O sea, sus convicciones democráticas solo funcionan cuando el ganador es alguien afín a su movimiento e intereses. ¡Así, cualquiera!
El de Mario Abdo Benítez fue un gobierno de rejuntados y resentidos. Algunos de ellos rabiosamente anticolorados. No pretendo ser original, porque otros ya lo dijeron: los ministros del Partido Democrático Progresista, de los esposos Desirée Masi y Rafael Filizzola, tenían una influencia extraordinaria en la anterior administración. Por eso suelo decir que la exsenadora fue una verdadera dama consorte del poder. Negar que el hijo del exsecretario privado del dictador Alfredo Stroessner quería que ganara cualquiera menos el candidato victorioso de las internas coloradas ya no solo sería hipocresía, sino estulticia. O, al menos, quieren tomarnos por estúpidos. ¿No fue acaso Marito, quien durante la campaña proselitista había pedido “voto castigo al liberal Santi Peña”? ¿No fue acaso Marito, el que después de perder su elegido (Arnoldo Wiens), pretendiendo destruir la figura de Peña, repitió la conocida frase del inefable Blas N. Riquelme, “no es lindo el que tenemos, pero peor es no tener (candidato)”? Abc Color, 10 de febrero de 2023. Dejando la duda abierta para desanimar a los afiliados colorados, añadió con desgano: “Pero qué vamos a hacer, cerremos los ojos y votemos por la Lista 1″. Cualquier analista de medio pelo puede leer el mensaje subliminal que el entonces presidente había enviado al interior de la Asociación Nacional Republicana. Nada le hubiera hecho más feliz que cayera el partido. Prefería la indecorosa presea de “mariscal de la derrota II” antes que Peña fuera presidente de la República. Tampoco es una frase original.
En vísperas de las elecciones generales del pasado 30 de abril, Mario Abdo Benítez, en declaraciones realizadas a la publicación extranjera France 24, tiró todo su veneno al asador. Era su última jugada: “Es un momento trágico el que vive el coloradismo ante esta situación”, añadiendo que será una tarea compleja “la reconstrucción del coloradismo”, que actualmente vive “un momento duro” (reproducido con fruición por el diario Última Hora ese mismo día). “Que gane la democracia”, refirió, rematando con un cínico comentario: “La alternancia política no debe generar temor”. Al parecer, estaba convencido de las encuestas que daban ganadora a la Concertación Nacional de su carnal Efraín Alegre. Por supuesto que en cada elección la democracia debe ser la gran victoriosa y que dentro de esa democracia ganar o perder es un presupuesto válido. Pero la intención de Marito nunca fue apostar por la democracia (a la que aborrece), sino poner todas sus fichas por la alternancia. Y perdió. Mala estrategia y malos asesores. Peor aún, malos perdedores. Encima, pichados.
Nunca supieron transitar el recomendado camino de tratar al oponente como circunstancial adversario electoral.
Al parecer, estaba convencido de las encuestas que daban ganadora a la Concertación Nacional de su carnal Efraín Alegre.