- Por Josías Enciso Romero
Esta vez empezaron temprano. Cinco años antes de las próximas elecciones presidenciales, las cadenas mediáticas, que no descienden de su pedestal de presunta infalibilidad y poder influenciador, a pesar de sus sucesivas derrotas políticas, han descubierto en el mandatario Santiago Peña todos los defectos en el difícil arte de gobernar, incluso antes de que asumiera. Lo que amerita una relectura del conocido y polémico libro de Tom Wolfe “El periodismo canalla y otros artículos”.
Aunque la frase original, prensa canalla, puede leerse en la obra teatral “Luces de bohemia” de don Ramón del Valle Inclán. Como sea, el diario que nació con fe en la plata, y solo en la plata, y con bendición del sanguinario dictador Alfredo Stroessner, pretende instalar su propia marca de descrédito hacia la nueva administración gubernamental poniendo como epígrafe de cada nombramiento: “Fulano o fulana ya está mejor”. Haciendo alusión, obviamente, al mensaje de campaña que utilizó el entonces candidato de la Asociación Nacional Republicana. Cualquiera que haya trabajado para que el Partido Colorado ganara los comicios generales del 30 de abril de 2023 está condenado a ser etiquetado con esos salivazos que solo responden a la frustración de que sus elegidos hayan perdido, primero, en las internas, y luego, en las nacionales.
Por eso se sigue lamiendo las heridas con singular inquina hacia todos aquellos que contribuyeran para certificar sus fracasos (la de este diario en particular) que aun hasta hoy no puede deglutir. Los que se creyeron grandes electorales (sumemos ahora a los de la calle Benjamín Constant) tuvieron que tragarse el resultado adverso de las indigestas urnas. Y las ronchas salieron por los poros y el resquemor se transformó en tintas de injurias y escupitajos contra los micrófonos. Es bravo el escozor cuando hay que rascarse. ¡Cómo duele!
Lo que estos pillines de Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci callan convenientemente es que en la época de su carnal Marito (Abdo Benítez) ellos vivieron mejor mientras el pueblo pasaba hambre y los pacientes del covid-19 morían en los pasillos de hospitales. Por ejemplo, la Editorial Azeta (del Grupo Abc Color) facturó 16.434.495.000 de guaraníes por “servicios de producir y transmitir” los XII Juegos Suramericanos Asunción 2022 de la Organización Deportiva Sudamericana (Odesur). Por eso los muchachos del diario de la calle Yegros hacían la vista gorda ante la impúdica venta de la empresa de Marito del asfalto que debían utilizar las vialeras que se adjudicaban dudosas licitaciones del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC). Por esa misma razón es comprensible que los faranduleros del Grupo Vierci (liderado por Última Hora) hayan preferido el ominoso silencio antes que la digna denuncia. Razones había de sobra. Y millones: 50.000.000 de guaraníes al mes que recibían de la Entidad Binacional Yacyretá cuando se desempeñaba como director Nicanor Duarte Frutos. Nadie muerde la mano del que le da de comer. Estas erogaciones del Estado contribuían para pagar los salarios de los periodistas que tanto despotrican en contra del Estado. Nada nuevo. La misma hipocresía de siempre.
“Se ha perdido calidad, equilibrio y respeto por la veracidad y, por tanto, se recoge, merecidamente, la incredulidad de la gente”, se reportó ayer mi vecino, don Cecilio, con sus achacosos 80 y pico de años. Como no hacía falta regar las plantas por las recientes lluvias, hice como que cortara las hojas secas como una invitación para que se acercara a nuestro compartido lindero. Ya venía blasfemando contra tirios y troyanos, como se decía antes. No se salvaron ni los Montescos ni los Capuletos. “Tenía razón Manrique”, me tira de sopetón. Extrañado, le pregunté: “¿Quién Manrique?”. “El poeta, ¿quién más?”, me respondió. Y percibí un “burro” farbullado en clave de b larga. “A mi parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor”, añadió. “Pero eso no cuadra para el estronismo”, le rebatí con aire de “¡ahí te agarré!”. Masculló algunas palabrotas y me aclaró que se refería al periodismo. “Antes, los políticos podíamos convivir con los periodistas. Uno de ellos era el ya fallecido Héctor Rodríguez, a quien todos le decían Pollo, nunca supe por qué. Fue el creador de esas apostillas que se publican en el diario de la calle Yegros. Desde que él abandonó esa sección, la misma perdió toda gracia, ingenio, ironía fina y creativo sarcasmo. Ahora parece un vertedero de frustraciones”.
Después de un largo suspiro, como si fuera una forma de tomar nuevamente impulso, remató: “Y eso pasa en todos los medios. Ahora tenemos grandes ‘estrellas’, pero ya no tenemos grandes periodistas”. El primer aludido fui yo. Sin título alguno, escribo y colaboro solo por irresponsable pasión. Pero no dejaba de tener razón: la casi absoluta mayoría prefiere ver sus nombres en las marquesinas de la efímera fama, apelando a la procacidad, la infamia y la argelería criolla en contra de sus enemigos políticos. Que en los últimos cinco años también fueron los mismos enemigos de Marito. Por eso, en ese lapso, ellos estuvieron “mucho más mejor”, como diría mi inigualable ídolo de juventud que me robaba las siestas, don Víctor Miguel Benítez Cano (+) ¡Salud!
Cualquiera que haya trabajado para que el Partido Colorado ganara los comicios generales del 30 de abril de 2023 está condenado a ser etiquetado con esos salivazos que solo responden a la frustración de que sus elegidos hayan perdido, primero, en las internas, y luego, en las nacionales.
Estas erogaciones del Estado contribuían para pagar los salarios de los periodistas que tanto despotrican en contra del Estado. Nada nuevo. La misma hipocresía de siempre.