- Por Josías Enciso Romero
Hace días nomás, exactamente el 24 de marzo, se recordaba el trágico aniversario del golpe militar perpetrado en la Argentina en 1976, derrocando a la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón. Se iniciaba así el Proceso de Reorganización Nacional, encabezado por el teniente general Jorge Rafael Videla, que consumó las más brutales atrocidades e inimaginables actos de tortura, cuyo saldo de luto fue de 30.000 asesinados y desaparecidos. El operativo tuvo el respaldo del Gobierno de los Estados Unidos –relata el diario Clarín en su edición del 23 de este mes– y formaba parte del Plan Cóndor firmado en Santiago de Chile el 28 de noviembre de 1975 por los regímenes de los países del Cono Sur. El documento explicaba la necesidad de profundizar “los contactos bilaterales y multilaterales a voluntad de los respectivos países aquí participantes para el intercambio de información subversiva”. Lo que terminó en intercambio ilegal de prisioneros, conforme pudo constarse años después en nuestros Archivos del Terror. El paraguayo e integrante del Movimiento Popular Colorado (Mopoco), doctor Agustín Goiburú, figura entre las víctimas de este deleznable objetivo. Sin embargo, allá en el Norte, el 20 de enero de 1977 asume la presidencia de la República Jimmy Carter, presionando fuertemente a América Latina con su política de defensa de los derechos humanos. Como primera medida, determina reducir la “ayuda militar a la Argentina”. El 1 de marzo, el diario Abc Color publica a grandes titulares, con una foto de Videla: “Argentina acusa a EEUU de intromisión en sus asuntos internos”.
El 4 del mismo mes, durante una visita oficial a Perú, Videla propone mayores esfuerzos “que integren a América Latina”. Ese mismo día, Abc también recoge las declaraciones del comandante en Jefe de la Marina y miembro de la Junta Militar, almirante Emilio Massera: “No vamos a tolerar intromisiones en nuestros problemas internos”. Y añade: “Este espíritu nacional, inculcado por José de San Martín y por Guillermo Brown, es el que heredaron las Fuerzas Armadas. Por eso, hoy, con la misma viril firmeza, la República no permitirá que ningún gobierno, de ningún país, por poderoso que fuere, intente erigirse en juez castigador”. La República, en realidad, estaba sepultada bajo las botas de los bárbaros. El origen de la “viril protesta” fue la reducción de la ayuda militar por parte de los Estados Unidos de 36 a 15 millones de dólares por “violación de los derechos humanos”. En abril de 1977, el citado diario celebraba la “reiterada agenda en el diálogo Stroessner-Videla”. El dictador argentino fue “declarado huésped oficial por el Gobierno Nacional y fue objeto de múltiples atenciones por el presidente Stroessner”.
El entonces director del diario Abc Color, Aldo Zuccolillo, no estaba satisfecho con informar solamente, también quería opinar respecto de las decisiones del presidente Jimmy Carter a favor de la defensa de los derechos humanos. Y así lo hizo en un editorial del mismo 4 de marzo de 1977. ¿El título? “Es fácil pontificar lejos del problema”. Veamos: “Hay por lo pronto dos aspectos en la modalidad adoptada por Carter que parecen objetables. En primer término, la impresión que suscita su acción hasta el presente, de que ella está siempre sujeta a discriminaciones que no tienen más base o razón que ciertos particulares intereses políticos de los Estados Unidos. La defensa de los derechos humanos es así intentada con fuerza en algunos países, pero casi no se menciona el tema respecto de otros. En segundo lugar, las iniciativas que hasta ahora ha señalado la administración Carter parecen descuidar –o tal vez ignorar deliberadamente– una diferencia que parecería necesaria”.
Y sigue: “Hay ciertos países, en efecto, donde no todos los derechos humanos tienen el reconocimiento y el amparo que debieran, pero en los que tal situación no es ni puede ser definitiva, porque en ellos en verdad no se la desea. Estos son países de profundo sentido cívico, de gran amor a la libertad y al derecho. Los acontecimientos pueden haberlos modificado transitoriamente en la superficie, pero por lo profundo siguen fieles a su fundamental vocación libertaria, conservan su apego a las instituciones de la democracia, el afán de perfeccionar su convivencia y de ser, en todo sentido, auténticos ‘Estados de derecho’. En otros Estados, en cambio, la situación es harto distinta. El mal tiene en ellos raíces institucionales porque los derechos del hombre son negados por el sistema y como parte esencial del sistema que en ellos impera”. Y aquí viene lo esperado: “La República Argentina puede ser considerada como un buen ejemplo de lo primero. Admite su gobierno y su pueblo mismo que actualmente están restringidas ciertas libertades y conculcados en ocasiones algunos de los derechos humanos, pero la tendencia general de ese país, la aspiración final de los argentinos, incluidos sus gobernantes, mira a superar ese estado de cosas, a restablecer la normalidad absoluta tan pronto como sea posible”. No habría que repetir –pero es necesario hacerlo– que, en esos momentos, estaban en “plena vigencia” los secuestros, las torturas, incluso a embarazadas, los niños entregados a los asesinos de sus padres, violaciones y violentados hasta morir en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) y otros centros clandestinos de detenciones. Hechos que, para Abc y su director, no eran sino “restricciones de ciertas libertades”.
“Mientras una nación conserve vivas tales aspiraciones, difícilmente se la podrá catalogar entre las enemigas declaradas de los derechos humanos (sí, amable lector, leyó bien). En todo caso, a ese juicio no se puede llegar sin realizar primero un sincero esfuerzo para ubicarse en sus circunstancias y pensar, con justicia, y sin pasión, qué haría uno mismo en su lugar”. No se diga más.
El 1 de marzo, el diario Abc Color publica a grandes titulares, con una foto de Videla: “Argentina acusa a EEUU de intromisión en sus asuntos internos”.
Abc también recoge las declaraciones del comandante en Jefe de la Marina y miembro de la Junta Militar, almirante Emilio Massera: “No vamos a tolerar intromisiones en nuestros problemas internos”.