- Por Josías Enciso Romero
La desesperación es definida, en sus términos más sencillos, como una alteración extrema del estado de ánimo por la pérdida o disminución de la esperanza para conseguir algo deseado o por la comprobada imposibilidad de obtenerlo, provocando cólera, despecho o enojo. Las personas carentes de tranquilidad espiritual y estabilidad emocional suelen recurrir a medidas forzadas, acciones extremas, dando manotazos de aquí para allá, tratando de arañar, aunque sea, sus lejanas pretensiones. Obviando las crisis existenciales por agobios económicos, pérdidas de seres queridos o alguna enfermedad terminal, es en la mundanal política donde la exasperación, ante una realidad que se presenta irremediable, se transforma en ira, exacerbación verbal y desconcierto general. Y, por último, el descontrol total. Es durante los tiempos electorales en que más se manifiestan estos síntomas. Aunque nunca faltan las excepciones, la excitación se apodera de quienes están en desventaja. Porque el jinete del caballo que va en punta ya no mira a los costados ni utiliza el rebenque para azuzar al montado. Tiene los ojos fijos en la meta. Y nada más.
Las evidencias explícitas del nerviosismo del candidato de la Concertación Nacional, Efraín Alegre, las exteriorizan no solo el propio aspirante presidencial, sino también las cadenas mediáticas que lo apoyan. Quien quiere el fin, quiere los medios. Nunca una frase fue tan precisa. La desesperación por instalar la candidatura de Efraín Alegre con aires de triunfador les hace transitar por los caminos más torcidos y sucios de la política y el periodismo. La tergiversación, la manipulación, la descontextualización de las frases del adversario, por un lado, y, por el otro, el ocultamiento o la minimización de los graves errores (hasta de sintaxis) y garrafales metidas de pata del postulante de la oposición, quedando en el medio de ambos los que deliberadamente son invisibilizados (Euclides Acevedo, Paraguayo Cubas y José Luis Chilavert), con el antidemocrático propósito de que descabalguen de sus ambiciones y se suban en ancas de Alegre. A lomo pelado y sin posibilidades de acercarse a las riendas del maltrecho parejero.
Efraín Alegre no tiene propuestas. Presenta los títulos de lo que podría ser un plan estratégico, pero sin desarrollar ningún punto, sin explicar sus fundamentos ni los mecanismos para ponerlo en práctica. No hablemos de sus principios, fines y recursos. Solo son grandes enunciados. Luces de bengala, fuegos de artificio, para distraer y atrapar incautos. Acusa a uno de sus oponentes, Santiago Peña, del Partido Colorado, de que no tiene un programa de gobierno y que únicamente se dedica a atacar sus planteamientos (los de Efraín). En sicología eso se llama proyección. No pasa una hora sin que un desconcertado y desesperado presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), a través de su cuenta de Twitter, intente desacreditar cada expresión del representante de la Asociación Nacional Republicana (ANR). Así como no pasa un día sin que le abran las compuertas de los medios de Zuccolillo y Vierci para desparramar disparates y lanzar diatribas en contra de Peña. Una actitud que denota que el horno no está para peras ni el olmo para bollos. ¿O cómo era? Y volvemos a la metáfora del jinete feliz: el que va picando en punta no se detiene en vyrésas.
Desde los medios de Vierci cuestionaron fuertemente las actuales encuestas por “desacreditadas”. El otro que desestima los sondeos de opinión que dan como ganador a Santiago Peña es el diario de la calle Yegros. Ya lo dije una vez y me reafirmo: si estos medios no publican sus propias encuestas es porque se les está quemando la comida o está ardiendo la cocina misma. Recursos, obviamente, no les van a faltar para ordenar dicho trabajo a sus empresas favoritas. En síntesis: estos medios deberían encargar sus propias encuestas. Dinero –insisto– les sobra. Probablemente las publiquen en la última semana de abril, en el consabido título de “Efraín le pisa los talones al títere de Cartes”. Con las infaltables caricaturas de por medio. Pero el pueblo ya sabe. Ya no muerde el herrumbrado anzuelo.
Si uno sabe que está perdiendo es cuando más debe demostrar cordura para proyectar que está ganando y darles tranquilidad a sus seguidores. Una experiencia al revés ya vivimos durante las internas del Partido Colorado del pasado 18 de diciembre. El oficialismo, conocedor de los sondeos reales (no los que publicaban con insumos que le pasaban desde las carpas del Gobierno), había coleado sin remedio al saber que no tenía remedio. Ese mismo nerviosismo es fácil detectar hoy en Efraín Alegre y sus soportes mediáticos. Su única propuesta es hablar mal de Horacio Cartes y Santiago Peña. Su congénita y proverbial simpatía está haciendo el resto. “Ni caramelo…”, diría mi finada abuela.
Las evidencias explícitas del nerviosismo del candidato de la Concertación Nacional, Efraín Alegre, las exteriorizan no solo el propio aspirante presidencial, sino también las cadenas mediáticas que lo apoyan.
Porque el jinete del caballo que va en punta ya no mira a los costados ni utiliza el rebenque para azuzar al montado. Tiene los ojos fijos en la meta. Y nada más.