• Por Josías Enciso Romero

Solo en un gobierno que jamás comprendió la naturaleza, estructura y funciones del Estado –o, simplificando, nunca entendió su papel– puede estar al frente del Ministerio de Educación y Ciencias un ingeniero agrónomo cuyo mayor anhelo era ocupar el puesto de ministro de Agricultura y Ganadería. Solo en un gobierno que ha preferido premiar la mediocridad por encima de la excelencia puede estar sentado en la Asesoría de Responsabilidad Social de la Itaipú Binacional un personaje cuyas neuronas están en permanente estado de huelga: Gerardo Soria. Depende de su cargo la oficina que concede becas para la universidad. ¡Oh, tristes paradojas de este Paraguay de infortunios! Soria, de reconocidas limitaciones intelectuales, en el 2007, detrás del ingeniero Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez, de quien era su secretario, acompañó la candidatura de Fernando Lugo a la Presidencia de la República. Ambos integraban la Franja Colorada dentro de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), colaboró con sus apuntes mi vecino don Cecilio, cada vez más lúcido, a pesar de sus ochenta y tantos años. Después de la victoria del ex obispo de San Pedro, “Kencho” fue designado como miembro del Consejo de Administración de la empresa hidroeléctrica que nuestro país tiene en condominio con Brasil. Y ahí mismo desembarcó Soria, a su lado, como fiel escudero. Pero esa “fidelidad” no resistiría el anzuelo de la tentación, según veremos más adelante.

Cuando Fernando Lugo nombró a su socio de parrandas, “Kencho” Rodríguez, director de Yacyretá, en julio del 2010, su atajamaletines, Gerardo Soria, se fue con él. Hasta que el misterioso maletín se declaró “extraviado” por el secretario, por entonces, ya infiel. Nunca nadie pudo precisar el contenido. Algunos aseguran que fueron 100 mil, otros, 500 mil. Eso sí, no sabemos de qué. Rodríguez continuó leal al luguismo. Hasta hoy. Su amanuense, después del incidente del portafolio, buscó nuevamente refugio dentro del coloradismo. Y quién mejor sino Mario Abdo Benítez para volver a cobijarlo. Cuando el heredero del estronismo llegó al poder, a Soria le inventaron un cargo en Itaipú, algo así como “director in pectore” en una oficina de Ciudad del Este. Hasta que la información fue filtrada y se armó el bolonki. El director de entonces, Ernest Bergen, no tuvo autoridad para oponerse a tal despropósito que atentaba contra la ética, la legalidad y el sentido común.

Después de su zigzagueante recorrido político, Gerardo Soria es electo presidente de la Seccional Colorada Nº 107 General Marcial Samaniego, de Puerto Antequera, departamento de San Pedro. Que él no viva en dicho lugar es lo de menos. Utilizaba su oficina en la Itaipú Binacional para hacer campaña electoral a control remoto. Nos imaginamos que no habrá empleado recursos de la institución. Pues, ello sería una inmoralidad. Ganó con 803 votos. Como todo “idiota útil” (útil a los intereses de sus patrones), ahora pide la renuncia del presidente de la Junta de Gobierno, Horacio Cartes, en libreto escrito por los pusilánimes que apuñalan desde las penumbras, aunque ya están pidiendo cargos a futuro, en caso de que triunfe el candidato del Partido Colorado. En planificada acción con los medios adictos al Gobierno ahora tiene su minuto de fama. Tapas de diarios y extendidos minutos en radio y televisión. El mediocre convertido en estrella por los intereses creados que unen a Marito con Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci. Todas las opiniones son válidas. Reivindicamos el derecho a la libertad de expresión. Pero, para que ciertas afirmaciones puedan merecer los espacios que les conceden las cadenas mediáticas que ignoran, ocultan y callan la corrupción de este gobierno, siempre debe haber un mínimo de soporte intelectual y ético. Así, al menos, se disimula un poco.

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Marito es promotor y reproductor de la nefasta escuela del estronismo. Cuando a su padre, Mario Abdo Benítez, los tradicionalistas colorados le negaron la vicepresidencia en la convención de 1985, la “tierna podredumbre”, integrada, en su mayoría, por “jóvenes universitarios” que nunca lograban aprobar el primer curso, le organizaron un acto para entregarle una “medalla de oro” del desagravio a tan ilustre figura del “coloradismo”. Fue cuando el tenebroso ministro del Interior, Sabino Augusto Montanaro, le respondió que los “tradicionalistas” no eran colorados de la “hora de la mesa puesta”, en directa alusión a “don Mario”. Luego terminaron abrazados como hermanos en el “Cuatrinomio de Oro”. Entonces, los medios voceros de la dictadura, y algunos periodistas infiltrados en los diarios, empezaron a dar grandes destaques a solípedos descerebrados, espinazos de goma y lenguas entumecidas, prohijados –casi todos– del famoso “morocho republicano”, Manuel Modesto Esquivel, para atacar con los más infames epítetos al sector tradicionalista de la Asociación Nacional Republicana (que, también, estaba dividida entre estronistas y contestatarios). Lenguaje de arrabal, con la prepotencia de los obsecuentes al régimen. Así, atentos a los mendrugos que podían tirarles los poderosos en generosa concesión, elaboraron un diccionario de insultos que no respetaba ni la intimidad ni la trayectoria de los mayores.

A esta campaña de “perdimos las elecciones, entremos por la ventana”, se sumó Juan Afara. Llegó a cargos importantes sin ninguna trascendencia política. Totalmente improductivo. De los ceros que conspiran contra las unidades, al decir de su compueblano Juan León Mallorquín. Conocido popularmente como “sapatu un lado”, porque no le es de provecho a nadie. Es tapa del diario que nació con fe en la plata y devoción a la mentira. Título catástrofe a partir de un “dicen que”, “yo no averigüé”, “fue lo que escuché”. Los herederos del “morocho republicano” están de vuelta. Incluyendo a su “hermano en el afecto”, el hoy mandatario. En revividas páginas de los nuevos voceros del estronismo. Satélites de Marito, el hombre que no puede con el peso de sus propias orejas (otro aporte de mi vecino), en inmortal frase del coronel Arturo Bray.

Soria, de reconocidas limitaciones intelectuales, en el 2007, detrás del ingeniero Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez, de quien era su secretario, acompañó la candidatura de Fernando Lugo a la presidencia de la República.


El mediocre convertido en estrella por los intereses creados que unen a Marito con Natalia Zuccolillo y Antonio J. Vierci. Todas las opiniones son válidas.

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