En muchos países se dan lo que se conoce como las elecciones de medio término. En ellas se renuevan partes o porcentajes del Congreso y usualmente como consecuencia de esto, se da el cambio de los números en las Cámaras y varían las mayorías que se dan al inicio del período. También son un plebiscito para quien ostenta en ese momento el Ejecutivo.
Lo sucedido el domingo 18 de diciembre en nuestro país es perfectamente aplicable a las internas de la Asociación Nacional Republicana y el mensaje fue demasiado claro, para el que quiere entender. Los colorados, sus correligionarios, aplazaron a la administración de Mario Abdo Benítez. El voto castigo se aplica directamente a él para su candidatura a la presidencia de la Junta de Gobierno y los perdigones expansivos alcanzaron a la dupla presidencial propuesta por él mismo: Arnoldo Wiens y Juan Manuel Brunetti, quienes fueron candidatos, pero no eran quienes tomaban las decisiones. El jefe de campaña de facto fue el presidente de la República. Al menos hasta el mediodía de ese domingo.
La campaña oficialista navegó un tiempo, y posteriormente ya naufragó, con el agravante de que varios del primer anillo y candidatos se dieron cuenta mucho tiempo antes, por eso es que aquellos que tenían alguna posibilidad, hicieron lo posible por no quedarse pegados. Así es que puede verse el resultado que se tuvo en las candidaturas para las gobernaciones que obtuvo Fuerza Republicana; de los diecisiete departamentos, diez tenían la chapa del movimiento de Abdo, pero no votaron por Abdo. Obtuvieron victorias en las candidaturas departamentales (gobernación y diputados), pero eso no se transfirió a las candidaturas nacionales (chapa presidencial y junta de gobierno). Basta recurrir a un simple monitoreo de las piezas de comunicación que emitían los medios locales en cada distrito, las mismas eran sobre las candidaturas a la gobernación y ni una palabra de las demás.
Cuando un presidente está en la última parte de su período, y ya hay otro liderazgo que se vislumbra en el horizonte que hace que el primero tenga cada vez más reducido su poder, se lo conoce como “el pato cojo”. De acá hasta agosto, que es lo que resta de esta administración, y con base en los resultados de las internas, lo de cojo podría quedar corto. En este caso, el pato directamente quedó con las patas amputadas.
Obtuvieron victorias en las candidaturas departamentales (gobernación y diputados), pero eso no se transfirió a las candidaturas nacionales (chapa presidencial y junta de gobierno).
El jefe de campaña de facto fue el presidente de la República. Al menos hasta el mediodía de ese domingo. La campaña oficialista navegó un tiempo, y posteriormente ya naufragó.