- Por Josías Enciso Romero
La indolencia (perezoso, insensible, que nada le afecta) con que Marito enfrentó la pandemia provocó más muertes que el propio covid-19. No es un juego de palabras. Si bien las 19.646 (hasta la fecha) personas fallecieron contagiadas por el virus, miles de esos decesos podrían haberse evitado si el Gobierno hubiera puesto para su abordaje eficaz una pizca de planificación, estrategias de prevención, insumos y medicamentos. En los centros públicos de asistencia sanitaria no había Atracurio ni Midazolam, que eran esenciales para el tratamiento de estos pacientes. Dejaron pasar todo el año 2020 sin que se multiplicaran las camas para terapias intensivas. Los rimbombantes anuncios de hospitales de contingencia se redujeron a dos o tres a lo sumo. Los recursos destinados para estos menesteres tomaron un rumbo desconocido. Hasta hoy. Apenas semanas después de declararse el “estado de emergencia sanitaria”, decreto del Poder Ejecutivo del 16 de marzo de ese año, nuestro diario denunció un monumental intento de fraude con los llamados “insumos chinos”. Lo dijimos entonces, lo repetimos después, pero nunca será suficiente: presenciamos el rostro más ruin de la miserabilidad humana.
Se fue el 2020 con 2.262 fallecidos. Se inició el 2021 con grandes anuncios de que ya estaban en marcha las vacunas contra el covid-19, homologadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, a su vez, informaba que el Gobierno aprobó siete de las vacunas para su uso de emergencia, estimándose que para los meses de mayo y junio (2021) llegarían cuatro millones de dosis adquiridas por medio del sistema Covax. Al final, llegaron apenas 36.000, una cantidad sumamente inferior para atacar exitosamente la devastadora pandemia de entonces. Si no mediaran las donaciones, y no por iniciativa del presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y su equipo de ineptos, quizás las cifras de muertes que lamentar serían mayores. Así que, por la incapacidad de un mandatario que se desespera por continuar en el poder a través de su cordón umbilical y cómplice de fechorías, Arnoldo Wiens, el 2021 baja su negra cortina con 14.367 muertos en los últimos doce meses. Fallecimientos que, sumados a los anteriores, totalizaban 16.629.
Ya en el 2022 dejamos de asombrarnos con los decesos por covid-19 que pudieron evitarse. Pareciera que la sociedad se acostumbró a la corrupción y la inutilidad de un gobierno que tiene un pie afuera del poder. Pero que no quiere irse. Porque una leve rascadura de su gestión dejará saltar como muñecos con resortes toda la mugre escondida bajo la alfombra de la impunidad. Entonces, llegamos a mitad de diciembre con 3.017 fallecidos por este virus. Superior a los números registrados en el 2020. Mientras, tal como denunciara en su última homilía el obispo de Caacupé, Ricardo Valenzuela, “las autoridades corruptas, sin pudor, expolian a gente indefensa, sumando y haciendo crecer su riqueza malhabida”.
El paraguayo, desde tiempos inmemoriales, encontró en la ironía y en su fase superior, el sarcasmo, las vías para desquitarse de las autoridades corruptas, insensibles e inservibles.
Esta vez no fue la excepción. Y en vez de volantas manuscritas o mimeografiadas, fueron las redes sociales el camino para el desahogo mordaz. Aquí van algunos ejemplos: “Hoy procesamos 12 nuevos ricos, 4 del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, 4 de Petróleos Paraguayos (Petropar), 2 de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil (Dinac), 2 sin nexo y unos cuantos nuevos pobres”; “Y la curva de la corrupción, ¿cuándo la aplanamos?”; “Me equivoqué: pensé que los pobres saquearían tiendas por falta de alimentos, pero es el Gobierno el que está saqueando a los pobres”; “Accidentes de tránsito, bajó; robo de celulares, bajó; contaminación, bajó; homicidios, bajó; violencia, bajó; corrupción, estable”; “No estamos ante un fracaso económico, estamos ante un saqueo exitoso”; “El Presidente dice que no bajemos los brazos, ¿será porque aún no terminó el asalto?”; “¿Y usted todavía espera algo de este gobierno? Sí, que se acabe”; “Mientras la gente hace ollas populares para compartir comida, funcionarios públicos cocinan licitaciones para robar”. Y aquí nos detenemos porque, para trascribir todos los escritos hechos virales, vamos a necesitar varios tomos.
El carácter indiferente con que Marito encaró esta crisis sanitaria quedó reflejado en aquella respuesta inhumana a un pobre trabajador que suplicaba medicamentos para su hermano internado. “Yo no soy médico de acá –respondió entre risas burlonas el mandatario–; ¡moópio che aikuaapáta!”. Ese es el irresponsable, mediocre y resentido que tenemos como Presidente. Quien carga sobre sus espaldas miles de muertes que pudieron haberse evitado con capacidad, honestidad y patriotismo. Cualidades de las que Marito ni habrá escuchado en su vida. Practicarlas sería deshonrar su origen. Hábito que ya ha transmitido a sus precoces descendientes.
Pareciera que la sociedad se acostumbró a la corrupción y la inutilidad de un gobierno que tiene un pie afuera del poder.
El carácter indiferente con que Marito encaró esta crisis sanitaria quedó reflejado en aquella respuesta inhumana a un pobre trabajador que suplicaba medicamentos para su hermano internado.