En política, hay compañeros que son buenos tener al lado. Ni qué decir en los momentos de campaña electoral. Entre los buenos, podemos citar la templanza, la paciencia, el sentido de oportunidad, el de la conveniencia, la prudencia, el ímpetu, el coraje. Podemos seguir citando porque de hecho hay varios más. También están los otros, aquellos que son los peores compañeros a los que uno puede aspirar en la política y ni hablar en campaña: el exceso de confianza, la ausencia de creatividad, la falta de arrojo y valentía, pretender no asumir ningún riesgo, la prisa, son algunos de ellos. Pero el peor de todos los compañeros que uno puede tener es sin duda la desesperación. De todos los citados anteriormente, esta es la que hace tomar las decisiones más catastróficas para una campaña y ni habar cuando se está en gestión de gobierno.

La Real Academia Española define el desespero como la alteración extrema del ánimo causada por cólera, despecho o enojo. Otra definición que se puede encontrar es la pérdida total de la esperanza. Pérdida de la paciencia o de la tranquilidad de ánimo, causada generalmente por la consideración de un mal irreparable o por la impotencia de lograr éxito. Uno lee estas definiciones y parece estar leyendo una descripción del estado permanente del oficialismo.

A quince días de las elecciones internas que, por lo que muestran las encuestas, definirán gran parte del futuro del Paraguay, el Gobierno está entrando en un profundo espiral de desesperación. Uno del cual probablemente no sepa cómo salir una vez tocado fondo. El anuncio del veto total al proyecto de derogación de Transformación Educativa, lo que implica asumir algo que hasta ahora estaba tratando de ocultar: la paternidad de un proyecto que implica asestar una puñalada al corazón del mayoritario electorado conservador al cual aspiran representar, al menos en los discursos de Abdo Benítez y Wiens. De hecho, este último le ha rogado al ministro de Educación que suspenda el mismo porque se hicieron mediciones que arrojaron la tremenda impopularidad del mismo.

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El proceso de elección de un nuevo fiscal general del Estado que está siendo llevado a cabo por el Consejo de la Magistratura donde el Ejecutivo juega prácticamente con el arco de enfrente absolutamente libre, que tiene como misión con prioridad absoluta sacar la terna antes del 18 de diciembre. El proyecto de tren de cercanía sobre el cual hay demasiadas dudas, la “contratación” de una supuesta encuestadora de origen argentino que es la única que se anima a dar un garabato donde se muestra un empate técnico para las internas; como dato, la misma ni siquiera figura en Tributación. El apoyo al proyecto para ampliar el horario de votación dos horas más. Versiones que cobran cada vez más fuerza sobre un plan que tendrían de incidentar el día de las elecciones, sabiendo que su suerte ya está echada.

Estas son solo algunas de las muestras que evidencian el estado de desesperación que reina en el oficialismo. Y lastimosamente de acá hasta el 18 de diciembre hay elementos que indican que la cosa sólo irá empeorando. ¿Y mientras tanto el Paraguay? Pues bien, gracias.

La Real Academia Española define el desespero como la alteración extrema del ánimo causada por cólera, despecho o enojo.

El anuncio del veto total al proyecto de derogación de Transformación Educativa, lo que implica asumir algo que hasta ahora estaba tratando de ocultar.

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