- Por Aníbal Saucedo Rodas
- Periodista
- docente y político
Por largos años había abandonado el estilo pretendidamente sarcástico a la hora de escribir. No siempre se consigue. Un estilo que fui alternando con el también pretendido análisis de la situación socio-política de ese entonces, en el diario (Última Hora) en el que empecé a garabatear hace más de cuatro décadas. Luego lo transporté clandestinamente al semanario El Pueblo, como Çayetano Cañete, Ada Líber o Macedonio Mancuello, en aquellos tiempos memorables que compartía espacios con el inimitable “Gordo” Benítez (Víctor), Helio Vera, Tito Saucedo y ese caricaturista extraordinario, Walter Direnna (uruguayo, creo), quien eternizó las imágenes del tiranosaurio, mbeju rova, ñandejára taxi, el ínclito don Mario y jagua buldó, entre otros ejemplares de la fauna estronista. Hasta que nos clausuraron. Los amigos y compañeros de La Nación/Nación Media me tentaron para tratar de redescubrir que, a veces, la sátira puede ser rigurosamente seria para describir una trágica realidad.
Aclarando que los músculos ya no son los de antes, probemos: Para una persona que es incapaz de diferenciar doctrinariamente lo público de lo privado es entendible que tampoco sepa distinguir entre gobierno y política partidista. Ni le mencionamos el concepto del Estado, porque tal cosa se encuentra fuera de su órbita lexicográfica. Si, como dicen, la universidad no acorta las orejas, no es menos real que el poder evidencia la ignorancia, las limitaciones y el desconocimiento más básico de lo que hay que hacer en función al cargo que le toca desempeñar. Y no estamos hablando de cualquier cargo, sino de la Presidencia de la República. En su ensalada rusa mental (menú prohibido durante la dictadura), para Mario Abdo Benítez todo es lícito. Incluyendo lo ilícito. Así que, cuando asiste para inaugurar cualquier menudencia, salta por los micrófonos para lanzar imprecaciones e improperios en contra de sus adversarios políticos, en especial en contra del líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes. Enamorado de los flashes y enfermo de incontinencia verbal, le espera el mismo destino que un ex presidente de la República, quien durante la llanura a la que envió a su propio partido, abría la heladera y ante el parpadeo de sus luces interiores empezaba a hablar solo. Así decían.
Lo penoso es que Marito cree que todos formamos parte de la legión de idiotas a la que siempre aludía el maestro Umberto Eco, que carecemos de facultades de discernimiento y lectura comprensiva y correcta de los hechos. Que no podemos discriminar entre la falsedad, la mentira y el engaño, por un lado, y la irrefutable certeza de la realidad, por el otro. Porque justamente es el hombre que está bastardeando todas las entidades y organismos del Estado, y aquellos que se consideran fuera del Estado, como Itaipú y Yacyretá, buscando instalar, en desesperados manotazos, la percepción de que su precandidato Arnoldo Wiens tiene chances de ganar, para así “preservar las instituciones republicanas”. Y lo dice, reiteramos, el que las está prostituyendo para la satisfacción de sus consabidas, aunque no confesadas apetencias mundanas. Pero él es un lector empedernido de la Biblia. Y repetidor memorístico de la Palabra de Dios. Es que tiene un buen maestro: uno que fuera pastor y numen creador del acto de sacudir las arcas públicas “a toda máquina”.
Las afirmaciones precisan de ejemplos. O de pruebas. Siempre hemos tratado de cumplir con ese cometido. Días atrás, el presidente de la República grabó un vídeo donde informa sobre “buenas noticia (sic) para el departamento de Misiones. Otro compromiso que estamos cumpliendo con el departamento: la ruta del progreso que va de San Juan (Misiones) hasta el cruce Yvyraty (la vieja ruta cuarta). Hoy se abrieron los sobres. Son tres lotes y dentro de poco vamos a estar adjudicando esta obra para el desarrollo de mi querido departamento de Misiones”. Hasta ahí, una legítima propaganda gubernamental. Aunque sospechamos fuertemente, porque ya se hizo hábito que así sea, que el asfalto a ser utilizado para dicha ruta será proveído por la empresa Aldia SA, propiedad del mandatario. Empresa a la que hizo crecer aceleradamente el que fuera ministro de Obras Públicas y Comunicaciones Arnoldo Wiens, cuya marca indeleble de su desastrosa y desprolija gestión quedará perpetuada en la “pasarela de la vergüenza”. Pero vayamos ahora a la otra parte. A la propaganda oficial, añadió, sin ningún corte comercial, la propaganda partidaria: “Fuerza, Carlos (Arrechea, actual gobernador y candidato a diputado), fuerza Richard (Ramírez, actual concejal municipal y candidato a gobernador), lista 3 (y muestra los tres dedos al estilo olimpista), el 18 de diciembre para seguir trabajando por nuestro querido Paraguay”. Naturalmente, no querrá dejar su “trabajo” de seguir facturando a costa del Estado, mientras cada vez más familias descienden hacia los niveles de la pobreza extrema.
Pero Marito es así. Siempre fue así. Y por una “simple” investidura presidencial no va a cambiar su forma de ser. A lo sumo, puede empeorar. Aunque es bien conocido el refrán de que “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”, sinceramente, creo que no nos merecemos a este nefasto personaje que agrandó los bolsones de pobreza mientras se incrementaba su riqueza patrimonial y la de sus obsecuentes esbirros. Nunca entendió ni su papel como senador de la República ni como precandidato presidencial. No tuvo problemas en grabar aquel otro muy recordado video: “Apreciados amigos, les pido que les apoyemos a Marly para que llegue a la final de ‘Baila Conmigo Paraguay’. Marquemos 44424, Marly, para llevar a nuestra querida amiga a la final del ‘Baila Conmigo’”. La alusión a la tal Marly solo es circunstancial. Pudo ser Zunilda, Desirée o Silvana. El punto es en qué gastaba su tiempo un parlamentario que nunca legisló. ¿Algo más que agregar? No quedan palabras, su señoría.
Pero Marito es así. Siempre fue así. Y por una “simple” investidura presidencial no va a cambiar su forma de ser. A lo sumo, puede empeorar.
Lo penoso es que Marito cree que todos formamos parte de la legión de idiotas a la que siempre aludía el maestro Umberto Eco, que carecemos de facultades de discernimiento y lectura comprensiva y correcta de los hechos.