- Por Josías Enciso Romero
Cuando pensábamos seriamente que el proceso de transmutación de los candidatos y precandidatos de Fuerza Republicana se agotaría en el paso de la agresión al delirio, el presidenciable oficialista, Arnoldo Wiens, no deja de sorprendernos. Ahora asume el papel de un personaje ridículo en una obra alegórica de la fiesta mundialista que algunos están disfrutando y otros sufriendo. Aunque ya hubo ciertas insinuaciones de sus inclinaciones a hacer cualquier cosa para llamar la atención que no tiene, como ordeñador de vacas, por ejemplo (experiencia que llevó “a toda máquina” al Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones), ahora se vistió de réferi, sacando del bolsillo trasero de su pantalón una “tarjeta roja” al doctor Antonio Fretes, ministro de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), por un caso que involucra a uno de sus hijos, pero sin que, hasta la fecha, se pudiera demostrar una conexión directa con el magistrado “expulsado” por el rey de la “pasarela de oro”.
Con poses del “comisario” o el “sheriff” argentino Castrilli (Javier Alberto) o del italiano Pierluigi Collina, llevó la mano directamente, como ya dijimos, hacia la parte posterior de su vaquero. Le da rabia la corrupción, en este caso, presunta y ajena. Pero no se acordó de sacarle siquiera el cartón amarillo a la descomposición moral en el manejo de la cosa pública dentro del gobierno de Mario Abdo Benítez, incluyéndose él mismo como aspirante al Palacio de López. “En estos días –dijo– lo que está escuchándose, lo que se está publicando y lo que estamos viendo de una clase dirigencial en el Poder Judicial. Y hablo puntualmente del actual ministro y presidente (ya pidió permiso) de la Corte Suprema de Justicia, Antonio Fretes. Es una afrenta y una vergüenza para esta nación y para el futuro de nuestra nación”. Y ahora viene la mejor parte. El monte Himalaya al cinismo y a la hipocresía. Es para vomitar: “Los paraguayos estamos hartos de soportar la corrupción y su principal fuente de alimentación que es la impunidad, cuando no hay justicia, cuando no se castiga la corrupción”. Quizás tendría alguna gracia su discurso si hubiera dicho que “los paraguayos están hartos de soportar la corrupción”. Pero él se incluye en el hartazgo. En buen romance diríamos que “está harto de sí mismo”. Uno de los rostros más repudiados por los actos de corrupción dentro de este gobierno, con obras sobrefacturadas, algunas mal realizadas (pero pagadas como si fueran instalaciones artísticas), licitaciones direccionadas, puentes de una sola vía, pero, eso sí, con semáforos, es, precisamente, Arnoldo Wiens. ¿Será que dentro de su propio auditorio alguien le cree a este “pinocho” apóstata?
Y no solo eso. Hasta nos copia los artículos cuando, haciendo referencia a este gobierno, solemos decir que la impunidad con que se manejan en la cúpula es una invitación para la corrupción de los funcionarios de menores rangos. Una de las características más resaltantes de esta administración es que las denuncias de despilfarro y latrocinio, demostradas por nuestro diario, con datos fehacientes y documentos concretos, nunca fueron escuchadas. Nadie como Abdo Benítez para cultivar la impunidad, circular y perniciosa. Lenguaje agresivo, delirante, ridículo, cínico y vil. ¡Qué combo, don “Termoldo”! ¡Qué combo”!
Y remató: “Señor Antonio Fretes, no es suficiente que usted pida permiso y se vaya como cualquiera a descansar. Es necesario que usted se vaya a su casa y le saco una tarjeta roja”. Tan mareado está el pobrecito, tan perdido que afirmó que “no es suficiente que se vaya como cualquiera a descansar”, y añade que “es necesario que usted se vaya a su casa”. ¿Dónde más iría a descansar? El delirómetro volvió a disparar con la misma intensidad con que suele hacer saltar los decibeles el “mariscal pastelito”. La locura no tiene fin. Insiste: “Usted se va a su casa, doctor Antonio Fretes, se lo pide el pueblo paraguayo (deslave mesiánico); caso contrario, ya está en marcha el líbelo (sic) acusatorio para su juicio político”. Un juicio que no acompañaría uno de sus aliados y presidente de la Cámara de Senadores, Óscar “Cachito” Salomón. Ya totalmente desorbitado (síntoma de la orfandad), arremete: “Esta clase de ministro de la Corte Suprema de Justicia se terminó en Paraguay”. Todavía no ganó siquiera las internas dentro del partido al que está afiliado y ya asume todos los poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Quisiera suponer que no es de mala fe, sino solo por ignorancia.
Por de pronto (estoy preparando un dosier), solo haremos mención a ese “adefesio a la corrupción” (la pasarela) que es obra de Arnoldo Wiens, en complicidad con Mario Abdo Benítez, pues uno de sus cuñados, hermano de la primera dama, estuvo involucrado en el proceso licitatorio y en las sobrefacturaciones. El arquitecto José Kronawetter fue quien destapó la olla. ¿Y qué hizo el “pastorcito mentiroso”? ¿Lo premió? ¿Denunció a los responsables de esta comilona? No. Ni por asomo. Destituyó al denunciante y premió a la “empresa amiga” con la impunidad. Esa impunidad que ayer descubrió que es el origen de todos nuestros males. Señor Arnoldo Wiens, a usted le digo, la próxima vez que va a sacar una tarjeta roja, póngase frente al espejo y sáquese a sí mismo. Y, de ser posible, expulse también a alguno de sus colegas responsables de los 19.500 muertos por covid-19 y de la pobreza, el desempleo y el hambre que está sufriendo el pueblo paraguayo. Ya usted habló en nombre de un pueblo al que estafó en todas las líneas. Como las otras veces, quedó en evidente “orsái”.
Uno de los rostros más repudiados por los actos de corrupción dentro de este gobierno, con obras sobrefacturadas, algunas mal realizadas.
No se acordó de sacarle siquiera el cartón amarillo a la descomposición moral en el manejo de la cosa pública dentro del gobierno de Mario Abdo Benítez, incluyéndose él mismo.