Después de la pandemia nunca más este gobierno logró tener un consenso social. Y si vamos más atrás, la convulsión constante ha sido la marca país que nos deja Mario Abdo. Desde el día que asumió como presidente los paraguayos hemos estado en un espiral infinito de una crisis tras otra.
Infinidad de intentos han hecho desde el Palacio de López de levantar banderas, causas, construir mitos de gobierno, operaciones políticas de poca monta, de todo han hecho tratando de cumplir con uno de los objetivos más básicos de la Comunicación Gubernamental: generar consensos. Nunca más lo lograron. Pasó la pandemia, el breve momento de consenso al respecto de las medidas y luego lo que todos ya sabemos, la decepción, la rabia, la bronca por el robo y la corrupción pública, las muertes de familiares, el cierre de las pymes y la pérdida de miles de puestos de trabajo que hasta ahora el electorado no olvida. Eso se ve en las encuestas.
Sin embargo, el destino le tenía reservado a Mario Abdo una oportunidad más para de alguna manera reivindicarse de tantas macanas que se mandó como presidente de la República. Esa oportunidad era la realización del Censo Nacional, tampoco es que haya sido iniciativa propia de su gobierno, es un evento que debe darse cada diez años, pero ya que iba a darse era cuestión de hacerlo bien y lucirse. Pero no, lo volvieron a hacer.
En la previa al censo, se logró algún grado de consenso social al respecto de la importancia de la realización de este. La muestra de esto es que una vez más la ciudadanía hizo su parte, cumplió con lo que se le pidió, el país volvió a parar, se quedó en su casa. Se hizo lo peor que se puede hacer, que es generar expectativas y no cumplirlas. Es por eso que la gente quedó tan indignada, incluso dolida. Volvió a sentir que la utilizaron, que cerró sus negocios, que dejó de trabajar al santo botón. Realmente quería censarse, realmente esperó que pase algo que nunca pasó: que lleguen los censistas.
¿Cuál fue la respuesta desde los genios del Gobierno? Que el operativo financiado con un crédito de 43 millones de dólares que todos vamos a tener que pagar quedó en la nada por culpa de los censistas que desertaron al compromiso asumido. Una verdadera monstruosidad. El Gobierno olvida mencionar que los censistas no llegaron ahí por esporulación, ellos mismos los seleccionaron, designaron responsabilidades y sectores. Es decir, no pueden esquivar la responsabilidad política de ninguna manera.
Si a eso se le suma los testimonios de miles de censistas (según el propio Gobierno, cerca de 20 mil fueron quienes desertaron) que reclaman el pago de viáticos que nunca llegó, que fueron abandonados a su suerte, que hay censistas que se enteraron de su designación en el mismo día, que tuvieron que depender de la generosidad de las familias para un vaso de agua o consumir algún alimento, que en el presupuesto estaba previsto que hagan su tarea con tapabocas y ninguno lo recibió. Lo único que resta preguntar es: ¿Qué hicieron con los 43 millones de dólares? En este punto es oportuno mencionar que tampoco funcionó el call center, el mismo colapsó absolutamente desde tempranas horas, habría que recordarle al Gobierno si no pudieron haber usado el mismo servicio de call center que se le adjudicó al concuñado del presidente de la República y que en plena pandemia nos costó cerca de 6 mil millones de guaraníes. Seguro que no se podía, no hay que pensar que el mismo Gobierno que ya nos robó en pandemia nos va a robar en el censo. Eso sería de muy mal pensados.
El destino le tenía reservado a Mario Abdo una oportunidad más para de alguna manera reivindicarse de tantas macanas que se mandó como presidente de la República.
Lo único que resta preguntar es: ¿Qué hicieron con los 43 millones de dólares? En este punto es oportuno mencionar que tampoco funcionó el call center.