En una sigilosa maniobra, planificada y financiada desde el Palacio de López, en la jornada del martes el Gobierno logró aprobar en la Cámara de Diputados el proyecto de ley que busca cubrir el agujero negro que tiene el Instituto de Previsión Social en deudas con proveedores. La friolera suma de 240 millones de dólares.
La línea discursiva era casi lacrimógena, digna del guión de una telenovela turca donde todos sufren y mueren ahogados en sus problemas y lágrimas. Hay que decir que en ese sentido y por esta vez hubo cierto grado de pienso en la cabecita de la asesora caribeña. La salud, la salud y la salud. Todo giraba en base a ese eje. Y si es por la salud, cómo van a rechazar los diputados oficialistas y sus aliados pseudo opositores. El proyecto de ley habilita la figura de un fideicomiso para supuestamente garantizar el control de la plata. El proyecto habilita el pago a proveedores, como si fuera que se precisa de una ley para que el pillo de Vicente Bataglia y sus amigotes consejeros se hagan responsables del desmadre que es su administración.
El otro argumento discursivo fue el de evitar el desabastecimiento de los medicamentos. Obviamente, en este punto no se puede más que estar de acuerdo con los proveedores que reclaman el pago de productos y servicios que ya fueron entregados o prestados. Es absolutamente válido. Ahora bien, digamos todo y no nos quedemos solo con la parte del guion de nuestra fantasma venezolana.
La administración de Vicente Bataglia es, y como casi todo en este gobierno, un verdadero desastre. No hay recuerdos de una gestión tan corrupta y a la par tan desalmada con los asegurados. El actual presidente es una decepción incluso para muchos de sus colegas y amigos, algunos de ellos muy cercanos a él y que en un primer momento vieron con esperanza que un médico, hijo de médico y alguien de la casa llegue a la presidencia, un puesto que por mucho tiempo fue ocupado por abogados, administradores o directamente políticos. Cuentan que más de una vez el presidente se quedó sin respuesta al verse increpado por colegas de muchos años que le dijeron lo vergonzoso que alguien de su capacidad se deje manejar por gente como los Samaniego, solo por citar uno de los grupos políticos históricamente identificados como quienes realmente tienen el poder de decisión en la institución. Dicho esto, no debería de extrañar tanto despilfarro y dejadez al punto de que entrás por un calambre en una pierna y te amputan la otra. O al punto de que no pase una semana sin que haya una licitación amañada y a medida de algún amigo del oficialismo. Corrupción, corrupción y más corrupción. A ese nivel se ha llegado con el gobierno de Mario Abdo en el IPS.
¿Y los asegurados? Pues que se jodan. Que se jodan los verdaderos propietarios del IPS, en ellos nadie piensa, los que toda su vida aportaron para tener una jubilación y recibir un servicio de salud digno o menos indigno e irrespetuoso que el actual. Los asegurados y jubilados están viendo como este gobierno le está poniendo ruedas al IPS, usándolo como caja de financiamiento de la campaña del movimiento oficialista. O tal vez ni para eso, solo y sencillamente para llevarse el Instituto de Previsión Social a la casa de los jerarcas de turno. Y eso no hay crédito, ni fideicomiso, ni proyecto de ley que lo solucione. Solo la justicia que en algún momento tendrá el coraje y la valentía para investigar el tremendo y criminal perjuicio económico y social que quedará luego de que Mario Abdo al fin abandone el Palacio de López.
Dicho esto, no debería de extrañar tanto despilfarro y dejadez al punto de que entrás por un calambre en una pierna y te amputan la otra.
Que se jodan los que toda su vida aportaron para tener una jubilación y recibir un servicio de salud digno o menos indigno e irrespetuoso que el actual.