En la última semana se ha desplegado una operación de baja intensidad. Una que no pudo percibirse a simple vista, pero que se sintió ligeramente como un temblor de muy baja magnitud en la escala de Richter.

Que China comunista anda sobrevolando nuestro país desde hace años no es novedad, se han dado diversos intentos, de diversas dimensiones, con diversos actores y en diversas oportunidades. En los primeros años del siglo XXI, China tuvo con Paraguay una política mucho más abierta y frontal al respecto de sus intenciones. Para eso, recurrió a grupos en distintos partidos o incluso a partidos políticos enteros que en bloque operaron en el Congreso paraguayo y viajaron invitados por el Comité Central del Partido Comunista Chino para tender puentes. Sin embargo, al no lograr que prospere y quienes en ese momento eran sus aliados coyunturales en Paraguay, casi desistieron de sus intenciones. O mejor, decidieron cambiar por una estrategia diplomática forrada en terciopelo.

Y parte de eso es lo que estamos viendo en este momento. China cambió su enfoque con énfasis basado más en lo político de los primeros años de este siglo y mutó a un foco que busca sumar más aliados con mucha mayor simplicidad: el comercial. Sus jugadores son algunos referentes de importantes gremios a quienes tienta con su enorme mercado. “Todo lo que podemos venderle a China”, es la frase que retumba en las comisiones directivas de algunas agremiaciones. Y con base en eso, luego salen a declarar en los medios, dentro de los cuales China también tiene extendidos sus tentáculos.

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Sin embargo, esa es solo una parte de toda la historia, bastante sesgada hay que decir. Y es que con China comunista los tratos nunca son de igual a igual, aunque ellos lo presenten así en las apariencias. No nos están contando que China redujo la compra de carne uruguaya por cuarto mes consecutivo y que ese menor volumen de ventas, que repercutió con altísimo impacto en la balanza del comercio exterior del país rioplatense, esto ocurre en medio del inicio de las negociaciones por un Tratado de Libre Comercio, pero esa es solo una casualidad. Sí, claro. Como no.

Tampoco nos cuentan que la antigua China, con una economía que crecía rápidamente y una sociedad que se abría lentamente, ha desaparecido. La nueva China tiene una economía marchita y un gobierno cada vez más autoritario controlado por un solo hombre: el presidente Xi Jinping. Es una combinación muy peligrosa. Esta nueva China es más peligrosa que la antigua. Su tambaleante sector inmobiliario y el envejecimiento de su población amenazan con arrastrar a toda la economía mundial; la voluntad de Xi de atacar a las industrias y bloquear las inversiones extranjeras supone una amenaza para la estabilidad financiera del mundo, y el fortalecimiento militar del país y su deseo de reunificación con Taiwán son una amenaza para la estabilidad geopolítica. Hubo un tiempo en el que la promesa del mercado chino podía ser suficiente para que las empresas y los gobiernos estadounidenses y europeos dejaran de lado todo, desde la vigilancia y la extralimitación del gobierno hasta el robo de la propiedad intelectual, pero ese tiempo ha terminado. En las capitales y salas de juntas de este lado del mundo parece que el horror de la transformación de Pekín se ha instalado finalmente y el atractivo del futuro económico de China se está desvaneciendo.

Una pista de hasta dónde ha llegado la caída de la economía china son los intentos de Pekín de ocultar información sobre el crecimiento del país. La semana pasada, durante el Congreso del Partido Comunista –reunión que se celebra cada 5 años y en la que se producen cambios en la dirección del PCCh– se retrasó la publicación del informe sobre el PIB de China y otros datos económicos, que se publicaron después del congreso sin previo aviso.

Las cifras fueron malas: solo un 3,9% de crecimiento del PIB en un año en el que los responsables políticos preveían un crecimiento del 5,5%. Pero eso no es lo peor. Pekín ha ido reduciendo poco a poco la cantidad de datos que comparte sobre la economía, una tendencia a la opacidad que no da señales de remitir.

Cada vez son más los inversores actuales y potenciales que desconocen lo que ocurre en China, pero sí saben que la demanda interna se ha hundido, que la tasa de desempleo juvenil ronda el 18% y que las exportaciones son lo único que mantiene la economía en marcha. La política de Xi de covid cero, que ha mantenido al país en un estado de confinamientos continuos durante meses, está paralizando la capacidad de funcionamiento de muchas empresas. Los inversores esperaban que Xi expusiera un plan para eliminar gradualmente esta política durante el congreso, pero no fue así.

Más allá de las señales de problemas a corto plazo, hay otros signos más duraderos que apuntan a las dificultades económicas de China. El más visible es la lenta implosión del mercado inmobiliario del país. Moody’s estima que entre el 70% y el 80% de la riqueza china está ligada a la propiedad, y el sector inmobiliario representa alrededor del 30% del PIB.

En épocas de dificultades económicas, el gobierno central y los gobiernos locales siempre se han apoyado en la propiedad para estimular el crecimiento, independientemente de la demanda. El resultado es que cerca del 20% de las viviendas de China –unos 65 millones de unidades– están vacías y los promotores inmobiliarios están ahogados por las deudas. Sin embargo, dejar de construir significaría un desastre económico.

Lo mismo que pasa con Uruguay en el mercado de la carne, está pasando con Argentina. “El mercado chino se derrumbó”, es la frase que se repite entre los exportadores argentinos de carne vacuna que expresan su preocupación porque advierten que en setiembre hubo una fuerte caída de los precios de los cortes a ese destino. Por otro lado, ya temen que los contratos de la mercadería que está en los barcos rumbo al mercado asiático sean renegociados a la baja.

“Estamos advirtiendo una caída fenomenal del mercado chino, que para la Argentina es muy importante porque hacia allí se destina prácticamente un 75% de las exportaciones de carne. La reducción del precio es importantísima, más de un 20%. Productos que vendíamos a US$ 6.500 (la tonelada) hoy se venden a US$ 4.800″, dijo Mario Ravettino, presidente del Consorcio de Exportadores de Carnes ABC, al diario La Nación de la Argentina. En el sector sostienen que esto es fruto de una conjunción de elementos entre los que se destacan “la devaluación de la moneda china” y el clima de incertidumbre por el “estancamiento económico”, además de un excedente de carne porcina que, a su vez, motivó que el gobierno de ese país restrinja, por un lado, licencias de importación y, por el otro, el apoyo financiero a empresas operadoras.

La dependencia del mercado chino para las exportaciones de carne bovina de la Argentina se ha vuelto determinante. Según los datos brindados por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), en los primeros ocho meses del año China le compró al país vecino el 77% del total de los envíos. Se cae China y se cae todo.

Y si aún hay dudas, recomendamos el paper “El arte de hacer amigos. Cómo el Partido Comunista Chino seduce a los partidos políticos en América Latina”, escrito por el periodista Juan Pablo Cardenal para la Fundación Konrad Adenauer. Estos son apenas algunos de los elementos que no nos están contando, hay más. Para poder tener una real dimensión del asunto es vital tener toda la información y no una sesgada y panfletaria.

Que China comunista anda sobrevolando nuestro país desde hace años no es novedad, se han dado diversos intentos, de diversas dimensiones, con diversos actores y en diversas oportunidades.

La dependencia del mercado chino para las exportaciones de carne bovina de la Argentina se ha vuelto determinante.

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