• Por Josías Enciso Romero

Mientras Nicanor “emocionaba” por la victoria de su “amigo” Lula (el mismo Lula que en la habitación de aquel hotel le aclaró que con “Hugo le vamos a apoyar a Lugo”), el pobre de Arnoldo Wiens, dos días antes de las eleccio­nes en Brasil, abogaba por el triunfo de su “parceiro” Bolso­naro. Así de claro está el pano­rama dentro del movimiento Fuerza Republicana. Por lo visto, al precandidato presi­dencial oficialista ya le retira­ron hasta su autonomía para repetir el libreto mal redac­tado y de atropellado conte­nido que le solían pasar los ase­sores del entorno de Marito. Ahora tiene la autoría de sus propios disparates. Cada vez está más solo y desorientado. Nadie sabe hacia dónde dis­parar. A medida que se acerca el 18 de diciembre, la morcilla se vuelve más negra. Como el futuro de quienes siguen atra­cando los recursos públicos. Y los fondos de las binacionales, pues, se creen un Estado inde­pendiente dentro del Estado paraguayo. Y se manejan en consecuencia. Pero, tam­bién, les llegará su San Mar­tín. Tiempo al tiempo. Nada dura para siempre. Ni siquiera la impunidad que concede los sobornos.

El rey de la “pasarela de oro” debería saber que, en su situa­ción de aspirante a sentarse en el Palacio de López y pernoctar en Mburuvicha Róga, no debe opinar ni manifestar preferen­cias en las elecciones de otros países. Pero, sin un mínimo de criterio ni cualidades básicas de estadista, el popular “Ter­moldo” no ocultó su deseo y así lo expuso públicamente, que “ojalá gane Jair Bolsonaro este domingo, una persona pro­vida y profamilia y con quien hemos trabajado muy de cerca. A Paraguay se le viene bien (sic) tener un vecino que también se mantenga en esa postura”. Lo dijo en la localidad de San Cris­tóbal, departamento de Alto Paraná, el pasado viernes 28 de octubre. Dos días después Luiz Inácio Lula da Silva ganaría su ter­cer campeonato en el Brasileirão. Lula gobernará desde el 2023 al 2027.

Otro que dis­paró al aire, ya lo dijimos, fue el “mariscal de la derrota”. Al final de la sobre­mesa de los domingos, tuiteó: “Con gran emoción, celebro la victoria de Lula, un amigo del Paraguay, luchador incansable que nunca se rindió”. ¿No era piko Bolsonaro el candidato de Wiens? Ni en eso pueden ponerse de acuerdo. En lo único en que hablan el mismo idioma es para exponer sus habilidades manuales. ¡Ah!, con los dedos son más rápidos que Speedy González. A esas horas evidenció, una vez más, su proverbial oportunismo. Hagamos un sencillo juego lógico: Marito es un fascista que tiene como espejo al dic­tador Alfredo Stroessner. Bol­sonaro también manifestó su admiración por el “tiranosau­rio”. “Nica”, por su lado, cada vez que puede y hasta cuando no puede demuestra un empa­lagoso servilismo hacia Abdo Bení­tez. Uno que elogia a un facho deviene, automáticamente, facho. Según mi vecino don Cecilio, el joven que vino de Coronel Oviedo hace rato piensa, vive y disfruta como un nuevo integrante de la burgue­sía criolla. Hábito que trasmi­tió a toda su familia. Pero él no tiene problemas para escribir: “Que su victoria –la de Lula– profundice las relaciones fra­ternas entre nuestros pueblos y contribuya a la necesaria uni­dad de nuestra América del Sur”. Faltó poco para que se fotografiara con la boina que le regaló ya no sabemos quién, dicen los pocos que quedan en su entorno, si fue Fidel (Castro) o Chá­vez (Hugo), porque cada vez que cuenta cambia de versión. Si tuviera una sola versión no sería el “mariscal mitómano”. Quienes más le conocen dicen que compró en una tienda de Buenos Aires.

Santiago Peña, precandidato a la Presidencia de la República por el movimiento Honor Colorado, envió un mensaje ajustado a las reglas de las relaciones internacio­nales: “Felicidades al pueblo brasileño y a Lula por la elec­ción de hoy. Si Dios lo per­mite, trabajaremos juntos para fortalecer lazos entre nuestras naciones”. Un eufó­rico Efraín Alegre, presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), escribió: “Ganó la democracia y con Lula presidente, gana el pue­blo brasilero”. Añadió luego el que sueña con su tercera derrota consecutiva: “Con el presidente Lula trabaja­remos desde el 30 de abril en nuestra agenda de relaciones bilaterales y de impulso a la integración latinoamericana. El acuerdo Lula-Lugo será el cimiento sólido sobre el que construiremos un futuro de bienestar para nuestros pue­blos”. Ahí nomás le saltó por su cara el senador Sixto Pereira, candidato a la reelección, pero por Nueva República, del pre­sidenciable Euclides Acevedo, argumentando que Alegre no puede hablar de trabajar con Lula porque fue uno de los que truncó el proceso de integra­ción con el vecino país al apo­yar el juicio político a Lugo, quien estaba en “conversa­ción con su par brasileño”. En la emoción de apropiarse de una victoria ajena para celebrarla como suya, el par­lamentario pasó por alto que Lugo fue destituido en el 2012 y que Lula ya entregó el poder en enero del 2011.

Euclides Acevedo tampoco dejó de brindar por el jefe mayor del Partido de los Tra­bajadores (PT), pero para ser original en un país que se traga las “s”, él las derrocha: “El pueblo no olvida a sus líde­res, los que les dieron una vida mejor (sic). ¡Felicidades por su victoria, compañero pre­sidente Lula!”. El efecto cai­piriña les agarró a muchos. Algunos quedaron marea­dos. El único al que no le hizo ningún efecto, al parecer, fue a Arnoldo Wiens. Que alguien le avise que ganó Lula.

Según mi vecino don Cecilio, el joven que vino de Coronel Oviedo hace rato piensa, vive y disfruta como un nuevo integrante de la burguesía criolla.

Pero, también, les llegará su San Martín. Tiempo al tiempo. Nada dura para siempre. Ni siquiera la impunidad que concede los sobornos.

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