Establo para criar cerdos. Vivienda o habitación muy sucia, desordenada y, por lo general, maloliente. Así se define a una pocilga. Este Contexto podría terminar al momento de concluir lo pocilga que es este gobierno, pero trataremos de ahondar a este respecto.
El presidente de la República es un niño malcriado al que enviaron a la despensa a comprar alimentos y a la farmacia por medicamentos. Esa era su única tarea, pasa que cuando volvió a casa llegó sin los alimentos, sin los medicamentos y que encima cuando le preguntaron por la plata, mintió y dijo que se le había caído. En realidad, se quedó con el efectivo y sus padres nunca le educaron que la plata ajena no se toca, porque es ajena, aunque sea de los padres. Por si hiciese falta la aclaración, nosotros somos los padres. Sí, en parte es culpa nuestra que este muchacho haya llegado al final de su mandato cuando desde el primer día hizo sobrados méritos para ser rajado del lugar al que nunca debió llegar por carecer de la más mínima estabilidad emocional.
De todos los chupamedias y criminales que rodeaban al tiranosaurio, Mario Abdo Benítez padre era el de menor sapiencia, lo cual fue obviamente heredado por su hijo, que encima tenemos el castigo de que haya llegado a Presidente. Esto quedó evidenciado una vez más ayer cuando arrinconado por los periodistas acreditados al ser indagado sobre las publicaciones de Nación Media, que expusieron la venta de combustible a Bolivia con un muy buen descuento, no tuvo mejor idea que tirotear contra nuestros medios etiquetándolos de “pocilga mediática de Cartes”. Y en este punto es oportuno mencionar que la designación de Marito es una medalla al mérito al gran trabajo que todos los días realizan compañeros con responsabilidad y seriedad.
Pero tratarnos de pocilga no cambia y menos aún explica el fondo de la cuestión, que tiene que ver con el manejo torcido que hace el presidente de la República de los recursos del Estado que le fueron confiados por cinco años. Los paraguayos están reclamando a gritos la baja del combustible, sin embargo, Mario Abdo se niega y prefiere darles ese descuento a los bolivianos. Los niveles de entreguismo se mantienen inalterables, solo que en esta ocasión se optó por Bolivia.
Que sepa el Presidente que cada intento de censura, de atropello a la libertad de prensa y expresión, lo único que consigue es que se doble la apuesta por la transparencia, por mostrar los incomparables niveles de corrupción, pillaje y piratería. Que sepa Mario Abdo que estos pocilgueros seguirán denunciando y haciendo lo que hace la prensa libre: poner de malhumor al poder.
El presidente de la República es un niño malcriado al que enviaron a la despensa a comprar alimentos y a la farmacia por medicamentos.
Tratarnos de pocilga no cambia el fondo de la cuestión, que tiene que ver con el manejo torcido que hace el presidente de la República de los recursos del Estado, que le fueron confiados por cinco años.