- Por Josías Enciso Romero.
Las historias detrás de la historia suelen ser más suculentas que la versión oficial. Como los sucesos de aquel jueves 11 de agosto de este año que, lentamente, están emergiendo a la superficie, aunque no todavía con la plenitud solar de los relatos evocados en primera persona. Al menos, en cuanto a nosotros respecta. Aún así, la tradición oral ha dejado correr su lengua a partir de quienes escucharon la narración de los hechos desde la línea directa de uno o más de sus protagonistas. Ese día, a la noche, a diferencia de cómo Hemingway pintaba a París, Mburuvicha Róga lejos estaba de ser una fiesta. Era, por el contrario, un sofocante infierno. Ya con conocimiento de la acusación del Departamento de Estado de los Estados Unidos en contra del vicepresidente de la República y precandidato presidencial, Hugo Velázquez (y que sería efectivizada al día siguiente a través de una conferencia de prensa del embajador yanqui Marc Ostfield), el mandatario Mario Abdo Benítez lo convoca a la “Casa de los Gobernantes”, en Mariscal López y Kubitschek. El encuentro proselitista programado en la ciudad de San Lorenzo tenía que esperar hasta resolver el asunto. Y esperó indefinidamente. El golpe de candidatura estaba en marcha.
La reunión, en el fondo, era una corte marcial integrada, entre otros, por el “mariscal de la derrota” Nicanor Duarte Frutos; el secretario político adjunto del jefe de Estado, Mauricio Espínola; el candidato sucesor, en ansiosa espera y serrucho en mano el ministro de Obras Públicas y Comunicaciones, Arnoldo Wiens; entre otros grandes prohombres de la patria contratista. Informado el “Toro”, ya bastante desmechado por entonces, de la razón del encuentro, Troya y Pompeya ardieron juntas. Bufidos por aquí, ladridos por allá, y el famoso “¡calma, calma!” de los hipócritas, que eran los que más agitaban la idea de la renuncia inmediata de Velázquez a sus aspiraciones políticas y a su actual cargo. Algunas trompadas saltaron por los aires, aunque todavía con las dudas de si llegaron a destino. Algunos comentan que sí, que hubo, como mínimo, un pleno. Otros recibieron sablazos verbales como “intrigantes”, “inútiles” y “traidores”. Pero embretado como toro que va al matadero, no le quedó otro camino. El retiro de cualquier apoyo de parte del equipo gubernamental fue la estocada que destrozó el pescuezo del Vicepresidente. Echando espumas por la boca salió raudamente de Mburuvicha Róga. Sepultado quedaba su sueño de vivir en inquilinato gratis en ese lugar.
De mi lado, voy reconstruyendo los hechos con artesanal paciencia. Cada versión es una parte que va completando el rompecabezas. Voy desechando las muy inverosímiles justamente por eso: por falta de credibilidad. Las otras pasan por el tamiz de quien las cuenta. El pasado fin de semana un amigo muy apreciado y fiable compartió café con unos “velazquistas” de la hora primera, tanteando ya mudar de carpa. Estos habían visitado en su despacho de la Vicepresidencia al frustrado precandidato presidencial, después de que anunciara que no iba a dejar el cargo. Consejo de la senadora Lilian Samaniego, según lo asumido públicamente por ella misma. “¿Vamos a trabajar por Wiens?”, lanzaron a boca de jarro. Como respuesta, el “Toro” llevó los dedos de la mano derecha debajo de la barbilla y los empujó, con fuerza de rabia, hacia afuera. Que los presentes interpretaron como “me da igual”. A la siguiente pregunta, escribiría el dactilógrafo judicial, de “cuál es la relación con el Presidente”, respondió: “Ni bien, ni mal”, y como sin querer queriendo, añadió: “Me cocinaron”. Y sin que nadie le consultara lanzó un despreciativo: “Nicanor es un oportunista de cuarta”.
La reunión fue bastante larga según la fuente de mi amigo. Ninguno se animaba a lanzar la pregunta crucial. Hasta que una mujer, cuándo no, le puso la campanilla al “Toro”: “¿Trabajamos por el partido (Colorado) si gana Peña (Santiago)?”. Sin pestañear, dicen que dijo: “Yo no voy a apoyar ningún plan ‘B’, como están tramando algunos. Aunque sea arrastrado, voy a defender al coloradismo… atyryrýta che partídore”. A partir de este relato empecé a hilar más fino sobre el porqué el diario del abecedario y de la devoción monetaria se lanzó con inusitada furia en contra de quien un día antes nomás era su opción electoral número uno. Apenas renunció a su precandidatura –y lo publiqué inmediatamente– el susodicho diario transmutó a su toro preferido en un inmundo insecto.
Sus periodistas especializados en trabajos sucios (TS) recuperaron la visión como Pablo en Damasco y enumeraron todos los “pecados” de Velázquez desde dos décadas atrás. Ha’éntema la bandido después de ser por más de un año el “chico maravilla” de la política nacional. Anticartista, naturalmente. A Velázquez, sus “amigos” le dieron su propia medicina. El proveedor de insumos en su contra es, sin dudar, Óscar “Nicadrón” Duarte “Bruto”. Le sigue doliendo la embestida que el “Toro” le dio de frente. Para felicidad de los colorados y tristeza de los extraños, el “Peaky Blinders” de Yacyretá ya aseguró que no se abrazará con el “cartismo”. Una buena noticia para las pretensiones electorales del coloradismo. Así dijeron.
La reunión fue bastante larga, según la fuente de mi amigo. Ninguno se animaba a lanzar la pregunta crucial. Hasta que una mujer, cuándo no, le puso la campanilla al “Toro”.
De mi lado, voy reconstruyendo los hechos con artesanal paciencia. Cada versión es una parte que va completando el rompecabezas. Voy desechando las muy inverosímiles.