El precandidato del oficialismo por el movimiento Fuerza Republicana Arnoldo Wiens realizó un acto proselitista en la ciudad de Itauguá, departamento Central, cometió un desliz (para ser diplomáticos) cuando le cañeó en su propio discurso al actual gobierno del cual él es el candidato. Específicamente se refirió al sistema de salud pública y el déficit habitacional, dos temas extremadamente sensibles en el departamento Central, pero muy por debajo del que lleva la delantera entre los de mayor preocupación del electorado del departamento más importante: la inseguridad. El mismo tema se repite en todas las mediciones a nivel nacional.
Sin estrategia no hay campaña. La campaña política no es solamente armar actos y tratar de juntar gente para los mismos, una campaña no es un cúmulo de ocurrencias, tampoco es una suma de buenas intenciones, menos aún es un grupo de animados voluntarios dejando todo en territorio o en lo digital. Una campaña no es subirlo al candidato a un escenario o hacerle gestión de prensa y que hable sin tener un mensaje, un núcleo discursivo que se haya pensado y sea consecuencia de investigaciones previas hechas de manera profesional y seria. Una campaña política no son reuniones que se realizan porque sí y en el primer lugar que alguno se le haya ocurrido. La política precisa profesionalizarse. Es de suma urgencia. Y ni hablar de los políticos. Ya no hay espacio para campañas hechas a la bartola, sin pienso. Se necesita ser fríos a la hora de pensar y apasionados en la ejecución, eso sí. Pero primero lo primero: la estrategia.
Podría llegar a creerse que lo que pasó fue parte de una fría jugada planificada por el Gobierno en un nuevo intento por darle vida a su alicaída campaña. Que fue algo producto de un análisis exhaustivo del grupo que en teoría está detrás de la campaña. Sin embargo, hay un detalle que hace que esa muy lejana posibilidad se derrumbe. La inseguridad que demostraba Wiens al momento de hablar. La voz temblorosa, dubitativa, sin encontrar las palabras exactas evidencia a las claras que ni siquiera ensayó antes semejante línea discursiva que tal vez alguien le sugirió que diga minutos antes de subir al escenario. “Acá tenés que hablar de los problemas de salud y de la falta de vivienda”, y él subió y dijo lo primero que le vino a la cabeza. Y ojo que en la comunicación política hay un margen para la improvisación, para cierto riesgo que puede tomarse. Teniendo en cuenta la formación del candidato del Gobierno, un acto de fe.
Muchos de los errores de los líderes políticos tienen base en sus propias inseguridades, en sus propios miedos. Ahora bien, no existe un líder político miedoso, eso es absolutamente incompatible. Sencillamente no es un verdadero líder, es alguien a quien el presidente de la República impuso ser candidato, pero eso no lo hace un líder. Como mucho es lo que se conoce como un líder de barro. Y los líderes de barro siempre se han sentido cómodos rodeados de un coro de grillos que le cantan a su luna, unos aduladores que detrás de él lo aplauden en el escenario. Es esa zona de confort donde nadie es capaz de decirle que están pasando vergüenza. También se requiere un equipo profesional, la estrategia acorde, pero sobre todo y principalmente de coraje y valentía. Cualidades intransferibles de todo líder de verdad y tan necesarias en el próximo período presidencial.
Podría llegar a creerse que lo que pasó fue parte de una fría jugada planificada por el Gobierno en un nuevo intento por darle vida a su alicaída campaña.
La voz temblorosa, dubitativa, sin encontrar las palabras exactas evidencia a las claras que ni siquiera ensayó antes semejante línea discursiva que tal vez alguien le sugirió que diga minutos antes.