Este gobierno tiene una característica que lleva impresa a fuego desde el día uno de su administración: el caos. Para entender semejante nivel de desorden que estamos viendo, hay que recordar la génesis misma del movimiento Añetete. Se creó bajo el impulso de dos ingredientes fundamentales: la rabia del anti y la aglomeración de liderazgos departamentales distritales. Se amontonaron para ganar, no para gobernar. A estas alturas es una obviedad decirlo, pero hoy todos estamos pagando el hecho de ser gobernados por gente sin capacidad, sin un programa claro más que tirotear al oponente interno partidario. Nada más no tienen.

Esa aglomeración de liderazgos les alcanzó para ganar, pero sin una articulación no es posible esperar más que el sarambi en el que estamos. Veamos, por tomar un ejemplo, el caso de Federico González, actual ministro del Interior. Es uno de los hombres de mayor confianza del presidente de la República (de los pocos que le quedan); sin embargo, el hecho de que sea amigo no significa que esté preparado para ocupar todos los cargos que ya ocupó. Pero Mario Abdo no logra entenderlo, tal vez ni lo intente. La excepción a esto sería la Cancillería, que es el escenario natural de González. Todos los otros cargos que ocupó implicaron un enorme desgaste a su figura pública. Se inmoló por la causa.

Pero esa inmolación nos trae hasta donde estamos hoy. Un ministro que paralelamente a todas las funciones que cumplió también tuvo la tarea de desactivar manifestaciones y reclamos que se le hacen al Gobierno. ¿Camioneros que reclaman baja del combustible? Con Federico. ¿Campesinos piden kits de alimentos? Con Federico. ¿Hay sequía? Con Federico. ¿Llueve mucho? Federico. ¿Se descompone el horno de la INC? Con Federico. ¿Hay que apretar a alguien para que firme un acuerdo entreguista o renuncie? Con Federico. ¿Se precisa ponerle una trampa para descabezar la protesta de camioneros que el mismo Gobierno promovió y utilizó a su favor? Pues ahí está Federico, vean con él. Mario Abdo debería crearle el ministerio de conflictos y ponerlo a cargo.

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Pero ojo, que no se cuestiona el hecho que el Gobierno crea que González puede hacer todas estas tareas, tampoco el hecho que todas las haya hecho sin que tengan específicamente que ver con los cargos que le fueron otorgados, ni siquiera que el ministro las haya aceptado aun sin estar preparado. Ese no es el problema.

El problema es que ahora está haciendo de vuelta de nexo con los camioneros en momentos en que los paraguayos estamos ante un dantesco escenario de inseguridad, tan grave que ya no se encuentran palabras para describir. A este gobierno lo vamos a tener que padecer un poco menos de un año más. Es intolerable que sigamos al frente del ministerio encargado de velar por nuestra seguridad y el mismo esté haciendo el papel de presidente de Petropar, ministro de Hacienda, de Agricultura, o de Minicargas y Ciencias Ocultas.

Que le busque el Presidente otro puesto (uno más) desde donde pueda desactivar todas las bombas y le deja la seguridad de los paraguayos a alguien que le dedique el 100% de su tiempo y concentración. Esto no da más.

Federico González, actual ministro del Interior. Es uno de los hombres de mayor confianza del presidente de la República (de los pocos que le quedan).

El problema es que ahora está haciendo de vuelta de nexo con los camioneros en momentos en que los paraguayos estamos ante un dantesco escenario de inseguridad.

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