• POR JOSÍAS ENCISO ROMERO

A la conocida relación de amor-odio, desde el cementerio de las teorías hemos aportado al estudio de la sicología un nuevo vínculo que tendrá que ser explorado a partir de nuestra particular experiencia nacional: el amor por el odio. No se trata simplemente de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Esto es mucho más profundo: es un sentimiento compartido que une estrechamente en aversión a alguien en particular. Nos referimos explícitamente al presidente de la República, Mario Abdo Benítez, y la senadora y propietaria del Partido Democrático Progresista (PDP), Desirée Masi, amarrados por el lazo de la tirria hacia el ex presidente de la República y líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes. La influencia que ejerce la parlamentaria sobre el jefe de Estado nos ha llevado a considerarla en anteriores comentarios como la verdadera consorte del poder.

Nos referimos, lógicamente, al exclusivo ámbito de la política. Y nada más. Una afinidad inexplicable proviene de la época en que ambos compartían bancas en la Cámara Alta. Inexplicable, porque el mandatario es un recalcitrante admirador del dictador Alfredo Stroessner –y lo demuestra en cada discurso– y la doctora, una reconocida luchadora contra el régimen que le garroteaba en las calles en su época de estudiante de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Asunción. Superadas las barreras ideológicas hicieron buenas migas en el Congreso de la Nación. Y por las fotos que registran mis archivos, se volvieron buenos amigos. Pero desde el 15 de agosto del 2018, la otrora combativa dirigente estudiantil abdicó definitivamente de sus principios, seducida por la tentación de mandar. Y colocó a varios de sus incondicionales en el gabinete del Poder Ejecutivo. Así empezaron a cohabitar en reconocimiento de idénticas fobias.

La presencia de los simpatizantes y adherentes del PDP en el gobierno de Mario Abdo Benítez Jr. no es razón para escandalizarnos. Porque una administración integrada por profesionales capaces y honestos de la oposición proyecta una imagen plural y de mayor credibilidad hacia la sociedad. Pero Marito no los ubicó en cualquier lugar, sino en puestos clave en la lucha contra la corrupción, el narcotráfico, el lavado de dinero y el contrabando. En una primera lectura podríamos interpretarla como una señal de desconfianza hacia sus propios correligionarios. Que dentro del Partido Colorado ninguno es apto para esos cargos. La otra explicación, más benigna, es que el Presidente se puso bajo el escrutinio opositor para controlar su gestión, garantizando así la imparcialidad de las investigaciones. Pero, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario, diría el viejo don Mario. Resultaron ser una runfla de mediocres y saltimbanquis. Una verdadera garantía, eso sí, para la impunidad y el encubrimiento de los millones de dólares que están escamoteando al Estado para asegurarse la vida futura. La Mujer Maravilla de ayer se convirtió en Gatúbela, en su versión original. ¡Miau!

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La senadora Desirée Masi fue la mejor avalista que tuvo Marito para manejarse en la más completa impunidad. Desde su curul en la Cámara jamás, pero jamás, se le escuchó una crítica, aunque sea para disimular, al presidente de la República. Ni cuando la gavilla estaba asaltando el Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social en plena pandemia. Los tres mosqueros, más D’Artagnan, manejaron sus respectivas dependencias como bolicho de barrio. El 16 de agosto del 2008, Arnaldo Euclides Giuzzio Benítez es nombrado ministro-secretario ejecutivo de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad). Carlos Arregui es designado asesor de Transparencia del Ejecutivo. En octubre, Emilio Fúster asume el cargo de coordinador de la Unidad Interinstitucional para la Prevención, Combate y Represión al Contrabando (función que le valió el legítimo título del “zar de los pollos”).

En julio del 2019 se completa el cuarteto felino cuando René Fernández se convierte en ministro de la Secretaría Nacional Anticorrupción (Senac). El acta secreta de Itaipú tiene efectos colaterales en la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes (Seprelad), cuya ministra, María Epifanía González de Rodríguez (mamá de Joselo), renuncia. Lo reemplaza Arregui en julio del 2019. El 22 de enero del 2021, el ministro del Interior, Euclides Acevedo, pasa a la Cancillería. Lo sustituye Giuzzio. Entonces aparece uno de los comodines de Marito, Zully Rolón, quien asciende de viceministra a titular de la Senad. Las raras conexiones de Giuzzio con un criminal de nivel internacional lo envían al córner. Pero, aún sin cargo, seguía siendo funcional a las campañas sucias del jefe de Estado. Una fidelidad que, seguramente, es recompensada, con gastos reservados. Digo. ¡Moópiko che aikuaáta!

En febrero de este año, unidas todas estas secretarías de la “transparencia”, armaron un “informe” contra el líder de Honor Colorado, mamotreto que fue anunciado como “fulminante” por el diario con fe en la mentira que fue engendrado por la dictadura. Caído en “desgracia” Giuzzio, todavía quedaban tres jinetes apocalípticos. Carlos Arregui recibe una sacudida internacional y se consuela con el premio de integrar el directorio del Banco Nacional de Fomento (BNF). A la Seprelad va René Fernández. ¿La conclusión? Que estos personajes son insustituibles. Por eso van rotando. Ninguno fue destituido. Hasta a Giuzzio se le dio la salida honrosa de la renuncia. Para mí que solo son intocables. Por la protección de la senadora Masi, que confirma su influencia sobre Marito.

Ante la descarada intención de robar en plena pandemia con los famosos “insumos chinos” que publica nuestro diario, por decreto del 6 de mayo del 2020 el Ejecutivo armó una comisión especial presidida por Arnaldo Giuzzio e integrada por René Fernández, Carlos Pereira y Zully Rolón. Ante la prensa amiga, Arnaldo declaró el 31 de mayo que detectaron irregularidades en la mayoría de las licitaciones para enfrentar el covid-19. Sin embargo, el 6 de julio, Giuzzio informaba que “no hubo pérdidas ni daño patrimonial en estas compras”. Confirmada, pues, quedaba la tesis: el “masismo” es el que blanquea, por ahora, al Gobierno. Hay que prepararse para el futuro. Y como bien lo detallara el “Contexto” de ayer, ahora quieren impunidad para el futuro. Por eso el senador del PDP, Pedro Santa Cruz, integrante del Consejo de la Magistratura, quiere apurar la elección del miembro de la Corte Suprema de Justicia que sustituirá al ministro Antonio Fretes y de la fiscal general del Estado, Sandra Quiñónez. Todo antes de las internas del próximo 18 de diciembre. Por lo visto, la relación Marito-Desirée apunta para rato. Del amor por el odio compartido pasarán al amor por la impunidad. ¡Que nunca muera el romanticismo, carancho!

La senadora Desirée Masi fue la mejor avalista que tuvo Marito para manejarse en la más completa impunidad.

Desde su curul en la Cámara jamás, pero jamás, se le escuchó una crítica, aunque sea para disimular, al presidente de la República.

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