• Por Josías Enciso Romero

Al principio pensé que era una broma. El antojo de algún entu­siasta y desinteresado segui­dor del oficialista movimiento Fuerza Republicana. “Situa­cionistas” les decían antes a los que estaban en el poder y a los que se aliaban con ellos. Es el caso de este proyecto político con aspiraciones presidencia­les y de la Junta de Gobierno del Partido Colorado. El 10 de setiembre (de este año, obvia­mente), previo al día del 135° aniversario de fundación de la Asociación Nacional Repu­blicana, empezó a circular en las redes un afiche digital –o el anglicismo flyer– con las caricaturas de Mario Abdo Benítez, presidente ausente; Arnoldo Wiens, de aspiracio­nes imposibles, y el general Bernardino Caballero, gráfica­mente bastante distorsionado, con la siguiente inscripción: “Colorado se nace”. Aparte del mal dibujante, se sumó un peor libretista. Ignorante de toda ignorancia. Pero no me llamó la atención el estado de gra­vedad, porque supuse que se trataba de algún voluntarioso ofrecido –el famoso ñekuã–, tratando de congraciarse con la cúpula. Hasta que el alfeñi­que asesor político del presi­dente de la República, Daniel “Dany” Centurión, apareció con un video de gustos arra­baleros, con la misma tónica de que uno nace, no se hace, contrariando todas las certe­zas científicas provenientes de variadas especialidades. Por lo visto, la convicción es producto de un gen hereditario y no de la formación moral, el carác­ter y la razón argumentativa que determinan la adhesión a un pensamiento o a una causa.

Esto de “nacer colorado” es como la vocación de estar pre­destinado a ser algo o alguien. Si no sentís el llamado desde el vientre de tu madre, no podés serlo. Peregrina teoría que la realidad hizo trizas hace déca­das. Tratando de dilucidar si el periodista nace o se hace, un viejo profesional del ramo solía afirmar: “En cualquier caso, sospechábamos que en muchas de las vocaciones –en cuyas modalidades difícil­mente cabían los oficios de la clase obrera– no eran verda­deras llamadas, sino que se debían a simples condiciona­mientos familiares o cultu­rales, a los ambientes en que uno vivía o a ciertas habilida­des naturales. Servían bien, por eso mismo, para dejar claro que la vocación autén­tica, la única y verdadera, era aquella en la que Dios se mani­festaba solicitándote tus ser­vicios”. La sabiduría de este hombre de prensa español, un intelectual de tomo y lomo, se ajusta a los efectos del asunto que estamos tratando. En el primer caso, que incluye al presidente Mario Abdo Bení­tez y al director de Yacyretá, “Nicadrón” Duarte “Bruto”, puede colegirse que su colo­radismo responde a “simples condicionamientos familia­res”. Tienen la afiliación, pero no la auténtica vocación. Y en el segundo caso, también es útil para demostrar cuando esa vocación es aparente y no verdadera. Es en la parte en que asegura que “la única y verda­dera (es) aquella en la que Dios se manifiesta solicitándote sus servicios”. ¿Ejemplos? El ex obispo católico Fernando Lugo y el ex pastor menonita Arnoldo Wiens. Ambos tira­ron los hábitos para seguir el camino de los malos hábitos de la vida disipada.

¿Alguien puede poner en duda el coloradismo del doctor Juan León Mallorquín, ese monu­mento inquebrantable de la moral, que dirigió los desti­nos de la Asociación Nacional Republicana desde 1936 hasta 1947? El que así lo hiciera corre el serio riesgo de ser excomul­gado del Partido Colorado, el que, en palabras de don Víctor Morínigo, es una verdadera religión. Pues bien, esta bri­llante personalidad, de hablar sobrio, sin estridencias, en 1906 formó parte de la Liga de la Juventud Independiente que, luego, pasó a denominarse Par­tido Constitucional. Después del golpe militar de Albino Jara, el 2 de julio de 1908, esta orga­nización política es disuelta. El doctor Mallorquín decide inte­grar las filas del Partido Nacio­nal Republicano, quedando su nombre anotado en el registro 361 del Libro Rojo.

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Marito, el “mariscal” y Wiens, quienes, según ellos mismos, nacieron con el pañuelo rojo al cuello, violaron todos los valo­res, principios y doctrinas del partido fundado por el general Bernardino Caballero al dedi­carse con exclusivo y deno­dado afán a la corrupción y a poner al Estado al servicio de sus propios intereses. Esa plata malhabida es la que hoy están utilizando para tratar de mantenerse en el poder. Por­que carecen de convicciones republicanas, solo tienen inte­reses. De lo contrario no hubie­ran privatizado y parcelado la cosa pública, o res pública.

Donde se puede percibir níti­damente el coloradismo labial de estos sujetos es en la con­tradicción entre el discurso y la acción. Recuerdo que, en su carrera para la Junta de Gobierno, en el 2015, el enton­ces senador Mario Abdo Bení­tez elogiaba al general Patricio Escobar, porque para preser­var su investidura presiden­cial, decía, ni siquiera participó de la ceremonia de instalación del Partido Nacio­nal Republi­cano aquel 11 de setiembre de 1887, aunque estaba plenamente adherido a la causa de su antiguo camarada y mejor amigo, el gene­ral Caba­llero. Pero, una vez en el poder, Mario’i ya se olvidó de ese gran patriarca republicano y héroe de la gue­rra contra la Triple Alianza. Total, mur­muró, las palabras las lleva el viento. ¿Quién se va a acordar de lo que dijo años atrás? Ahora, decide seguir el ejemplo del único “mariscal de la derrota” del colo­radismo. Tirando a los chan­chos su investi­dura, así como lo hizo “Nicadrón” en el 2006, cuando, siendo presidente de la Repú­blica, se lanza a la aventura de buscar la titularidad de la Junta de Gobierno. ¿Qué era lo que hizo el general Patricio Escobar y a quién tanto elo­giaba el hijo del “padre espiri­tual de la juventú estronista?”. ¡Ah, no! Ya es historia.

Por si no queda claro: alababa Marito durante su campaña proselitista que el general Patricio Escobar no partici­para de la fun­dación de su partido por su condición de presidente de la República. Se entiende, ¿ver­dad? Esto pasa cuando memo­rizaste la lección que nunca aprendiste. Instigado por el “mariscal tarova”, en el sen­tido de atolondrado (porque no tenemos certificado de su cor­dura ni pruebas de lo opuesto), Marito, zapatea sobre su ejem­plo anterior. He’iháicha che vecino don Cecilio: “Entre Escobar y Duarte ‘Bruto’, ¡tui­chaaaaa la diferencia!”

Donde se puede percibir nítidamente el coloradismo labial de estos sujetos es en la contradicción entre el discurso y la acción.

Alababa Marito durante su campaña proselitista que el general Patricio Escobar no participara de la fundación de su partido por su condición de presidente de la República. Se entiende, ¿verdad?

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