Ayer en las calles en Paraguay mataron a un periodista. Uno más. Salía del programa que hacía en radio Amambay en la ciudad de Pedro Juan Caballero. Esta vez la víctima fue el periodista Humberto Coronel, quien también manejaba un portal de noticias en Facebook, sumamente popular a la hora de reportar hechos policiales.
Humberto y otro trabajador de prensa ya habían recibido amenazas el 10 de junio pasado, cuando dejaron una cartulina en el portón de su casa. La misma tenía un mensaje muy claro: “Sabe muitas cosas vamos a ir apagando a que sabe muito Gustavo Umbertit”. (Saben muchas cosas vamos a ir apagando a quien sabe mucho Gustavo Humberto). Sí, el otro periodista se llama Humberto Coronel.
Voceros de la Policía Nacional confirmaron que ya estaban manejando la denuncia que habían presentado los dos periodistas radiales cuando recibieron las amenazas de muerte. Supuestamente, tenía cobertura policial pero solo en sus domicilios. Sí, leyó bien. Dos meses después de amenazarlo lo mataron. Lo hicieron cuando quisieron y ninguna autoridad de seguridad, del ministro del Interior para abajo hizo nada para prevenirlo. Dos policías recientemente egresados estaban a 20 metros del asesinado. No supieron reaccionar, hoy son testigos del acto de sicariato.
La inseguridad que estamos pasando no discrimina profesiones, definitivamente. Ahora bien, en otros países, hay toda una estrategia para proteger a periodistas, sobre todo teniendo en cuenta la tarea que desempeñan y ni hablar cuando se trata de hacer periodismo en la frontera. Acá nuestro ministro del Interior está dedicado a ser acompañante de Wiens en los actos proselitistas y nuestro presidente de la República está reacomodando sus fichas en el gabinete, mientras hace campaña desde cada vez más temprano todos los días. Los pocos negocios que quedan en el centro de Asunción tienen que moquetearse con los chespis para tratar de alejarlos de sus clientes. Los pocos que aún se animan a ir. Y luego tienen la osadía de plantear una reelección encubierta, con cinco años más de lo mismo.
En Paraguay están matando periodistas y a nadie le importa.
Dos policías recientemente egresados estaban a 20 metros del asesinado. No supieron reaccionar, hoy son testigos del acto de sicariato.
Y luego tienen la osadía de plantear una reelección encubierta, con cinco años más de lo mismo.