Por Augusto dos Santos, desde Buenos Aires
La frase del flaco de Ubeda es muy descriptiva del sentimiento que se percibe en Buenos Aires a días del intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández K.
Se cruzan como los aromas del Mercado de San Telmo las sensaciones de perplejidad: porque nadie comprende cómo una agenda tan radicalmente volcada en contra puede volcarse luego a favor y ello supone revisar los viejos postulados de la Agenda Setting y a la venerable Elizabeth Noelle Neuman y su espiral del silencio. Y también reina el silencio. Un silencio en medio del estruendo. Un silencio que podríamos definirlo como “de cierto respeto”, con una insólita tolerancia entre sectores que vivían una eruptiva guerra y de pronto se llamaron a una tregua. De alguna manera memora aquella Navidad de 1914 cuando alemanes, franceses, belgas e ingleses se abrazaron reemplazando el plomo por los villancicos.
Dicho esto que suena a milagro habría que verle el lado pragmático a esta tregua: nadie gana controversiando con un atentado y es por ello que hasta en los mismos medios tradicionalmente enfocados en la crítica sostenida contra el modelo K, hay moderación, inusual moderación, como ensayando un país imposible, sin grieta por un rato: “entre citas de Borges, Evita baila con Freud”
Pero obviamente. Esta es una brevísima primavera y cómo todo se traduce en política (como en los negocios) con las inalterables reglas del débito y el rédito, así se advierta que el oficialismo acumuló bastante, como habitualmente sucede en estas traumáticas situaciones, Marte iluminará de nuevo y las trincheras volverán a reunir a sus polares habitantes.
Pero dentro de todo, de lo observado hasta hoy, es saludable ver que aún en un contexto de pragmatismo y lógica, la oposición mostró cierta madurez, y los medios tradicionales también. Este es un hecho rescatable. Junto al repudio generalizado por el atentado y junto con la reflexión sobre la urgente necesidad de reducir los niveles de violencia política. Ojalá pudiéramos en Paraguay generar una pausa así sin requerir de un hecho traumático. A juzgar por los tiempos que se vienen aquí la compostura se volverá a perder, pero la cierta paz argentina de estos días, como el villancico del enemigo y los aliados del 24 de diciembre de 1914, reconcilia. Devuelve esa paradigmática fantasía sobre que somos primero sociedades y después partidarios.