- Por Josías Enciso Romero.
Nadie se pone de acuerdo sobre la textualidad de una frase que le permitió a don Blas N. Riquelme trasponer los umbrales de la inmortalidad. Para mi memoria auxiliar, don Cecilio, mi enciclopédico vecino, refiriéndose a la dupla Juan Carlos Wasmosy-Ángel Roberto Seifart, el entonces presidente de la Junta de Gobierno del Partido Colorado había señalado: “Ivai la jarekóva, pero ivaive ndajarekóiramo”. Una traducción al español, respetando la literalidad de la expresión sería: “Es feo lo que tenemos, pero peor es no tener”.
A pesar de que su presencia pública se hizo más evidente después del golpe de Estado (el 1 de agosto de 1987 había confesado su “tradicionalismo” estronista), rápidamente compitió en el escenario de las celebridades, para entonces jubiladas, como don Mario (de inalcanzable prestigio), J. “Ungenio” Jacquet y Carlitos Ortiz Ramírez. El curso acelerado del fundador del Tradicionalismo Democrático (Tradem) le permitió brillar con luces propias en ese firmamento de estrellas de primera magnitud, como solían vociferar los parlanteros que anunciaban estrenos en los cines de barrio, según las repetidas nostalgias transmitidas por mi padre. Célebre fue su exhorto democrático en días previos a unas elecciones: “Ñatrampeáta lomitã”.
Casi treinta años después, quién lo diría, apareció una versión femenina, aunque con expresiones en castellano, pero con idéntica resonancia. Desde que Arnaldo Giuzzio anunció que no toda “la carta está aún en el asador” (sic), la crueldad para torturar frases dejó de ser patrimonio exclusivo de los colorados. Sino que lo diga la ex precandidata a la Presidencia de la República, Esperanza Martínez, quien desensilló su noble pura sangre para montarse nuevamente al jamelgo que procurará llevarla a la Cámara de Senadores.
“Que alguien me demuestre que es mejor que gane de nuevo el Partido Colorado y no la Concertación. No serán los mejores candidatos, pero el cambio es un mejor escenario para el crecimiento del bloque progresista”, alzó en Twitter la senadora del Frente Guasu, aunque electoralmente se presentó por el Partido de la Participación Ciudadana (PPC). O sea, no son los mejores, pero son los “menos” peores, debemos entender. Lo único que le interesa a la doctora Esperanza es que “crezca el bloque progresista” para que “puedan incluirse políticas públicas en favor de la gente”. La pregunta que me inquieta como tanque de asalto es: ¿Cómo se conseguirá el cambio si no son los mejores?
“Oikóma la apañuái la Concertación ryepýpe”, me gritó ayer don Cecilio. Y es cierto. Se está desgajando a la velocidad del rayo. Salió Sixto Pereira, del Partido Popular Tekojoja. Ahora hace lo mismo Paraguayo Cubas y su Cruzada Nacional. El “republicano” (no el Padrillo) Hugo Estigarribia Gutiérrez no puede deglutir su rabieta porque no fue el elegido de Efraín Alegre para la Vicepresidencia. Ese tal Portillo no puede verle a Soledad Núñez. Mientras que el otro yo de Fernando Lugo, el ingeniero Miguel Fulgencio “Kencho” Rodríguez, aseguró que el Frente Guasu tendrá candidaturas propias para las presidenciales. Debemos suponer que Esperanza Martínez, la otrora “Esperanza del Paraguay”, seguirá el camino de sus antiguos camaradas de ruta y también quedará fuera de la Concertación Nacional.
Por el lado, del presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre, tenemos que admitir y admirar su inalterable virtuosismo para elegir acompañantes. En el 2013 optó como candidato a vicepresidente a Rafael Filizzola, cuya gracia sin par le valió el marcante de “Apepu”. No es divertido ni cuando se ríe. “Arriero simpático kururu bigote”, diría mi finada abuela, con ese sarcasmo marcadamente paraguayo para designar al prójimo con la contracara de lo que realmente es. Es como decirle “juicio” al “mariscal Peaky Blinders”. En el 2018, se lanzó con Hermes Leonardo “Leo” Rubin, cuyo paso por la política no supera la categoría de anécdota. Y para mantener su coherencia, ahora dirigió el dedazo hacia la cheta fascista Soledad Núñez, para cuyo aturdido y confuso esquema mental Efraín es una suerte de progresista casi comunista, según más o menos entendí de lo que dijo Camilo Soares en un programa de televisión. Este tocayo de Cienfuegos está cada vez más fino y cáustico.
El que continúa haciendo más espacio en el gallinero es Euclides Acevedo. Espolonea esporádicamente, pero con espolones de acero. Cada golpe le deja un feroz sangrado al intolerante de Efraín Alegre, quien hizo correr de la Concertación a todos aquellos que pudieran significar alguna sombra a su “augusta” figura. Nada le va a impedir “su dos sin tres”. La mejor garantía de su tercera derrota consecutiva es el yunque que se ató al cuello y que se llama Soledad Núñez. Los seguidores de la “chetita del cambio” están muy desilusionados porque aceptó aliarse con quien representa a más igual que lo mismo. Angustiados y decepcionados, se fueron a apagar sus penas en un coqueto club social que está sobre la avenida Mariscal López.
Tanto que se rieron de “Don Bla” y ahora viene Esperanza a decirnos que estamos condenados a elegir entre los “meno peores” y no entre los “má mejores”. Kattya González, muy ofendida, por ahora prefirió no realizar comentarios. ¿Quién carajo se creen para ponerle en esa línea de nadie? Y bueno, como diría el abogado recién egresado, quien pensó que descubrió la piedra filosofal: A confesión de parte, relevo de guardias.
“Se está desgajando a la velocidad del rayo. Salió Sixto Pereira, del Partido Popular Tekojoja. Ahora hace lo mismo Paraguayo Cubas y su Cruzada Nacional”.
“Cada golpe le deja un feroz sangrado al intolerante de Efraín Alegre, quien hizo correr de la Concertación a todos...”.