- POR JOSÍAS ENCISO ROMERO
San Juan, por última vez, les dijo que no. El año próximo, a estas alturas, ya estarán preparando maletas para viajar a un mundo ignoto. Al universo desconocido. A una galaxia sin horizonte fijo. El camino transitado por la corrupción deberá tener un final de castigos. En este caso no habrá “prenda” para liberar de la cárcel a los presos. El papel con tinta debajo de la almohada dibujó varias rayas negras sobre un fondo blanco. El carbón ardiente chamuscó los pies de muchos funcionarios de la fresca viruta. No eran inocentes, había sido. Por eso se quemaron.
Ahora deberán arder sus manos, por pokovi. Tacumbú, como en los colectivos, deberá hacer espacios para que entre más gente. Durante las festividades del “San Juan Ára” al toro candil Hugo Velázquez no se les prendieron las astas. Estaban más mojadas que rajas al aire libre. No hubo caso. Al presidente “Yodito” Abdo le diagnosticaron falta de fósforo. El modafinilo llegó muy tarde. Ya nada se podía hacer. El daño natural era muy grande. Como diría Juan Domingo Perón: “El malo puede llegar a ser bueno, el bruto nunca llega a inteligente”. Se equivocó el general. A veces, uno muere malo y bruto. Tenemos un caso para el Harvard Medical School. Quizás nuestro egresado mau, Benjamín Fernández Bogado, podría llevar una muestra. Ya que es un famoso conocido de esa casa. Según él mismo. ¡Quiénes somos nosotros para contradecir a semejante excelsitud de la intelectualidad paraguaya! Los sistemáticos y disparatados ataques a Horacio Cartes de parte de nuestro eximio escritor y periodista tendrían un fundamento justificado: su primera beca a Estados Unidos habría pagado don Mario, el padre. Siempre con la responsable aclaración: ¡Moópio che aikuaáta!
La fiesta de San Juan en Mburuvicha Róga ofreció variados atractivos. Un cabizbajo “Chorro” Velázquez estaba a un costado de la cancha de fútbol donde se armaron juegos y comidas típicas. Más bien parecía una vaca en tiempos de sequía: ipiru vera ha ikû okápe. La pruebera Verioska Velasco, con sus dotes de adivina externa infalible, le pronosticó al Presidente una buena vida hasta el 15 de agosto del 2023. “¿Y después qué pasará?”, le preguntó el Presidente. Y la venezolana, con una pañoleta cubriéndole el cabello y una falda coloreada hasta los tobillos, miró las barajas y su bola de cristal, para, luego, musitar: “Los naipes dicen que no hay caso y la esfera me muestra la lengua; no pude descifrar ninguno de los mensajes”. Por si acaso, la Verioska ya sacó visa para joder a más boludos incautos de otros países. Está convencida de que “Yodito” no es el único. La voz de la experiencia.
En la carrera vosa, el senador Óscar “Cachito” Salomón le pisaba los talones al ministro de Hacienda para que exonere de impuestos a sus grandes industrias, especialmente “El Tigre” y “Cascada”, por los servicios prestados a la noble causa de promover el poliamor en una sociedad tan estresada por quebrantos múltiples y cuentas sin pagar. Aunque la pastora Soraya no deja de tener razón: “Se quejan de la alza de los precios de todo, pero pagan un motel y lo usan solo tres minutos”. Sin embargo, “Cachito” no ceja en su empeño de proclamar, urbi et orbi, que “una hora puede valer más que toda una vida”. Así, ko, son ellos. Cualquier publicidad es buena si permite ganar plata con el sudor ajeno.
En el palo enjabonado, Mauri Espínola y Dany Centurión se pisaban hombros, cuellos y cabezas para alcanzar el premio mayor: una media de Marito. Tenían la boca reseca. Necesitaban remojar la lengua con tan exquisito menú. Reapareció Arnaldo Giuzzio con kambuchi jejoka. Pero, lastimosamente, le reventó en la cara. Se pichó y le hicieron renunciar a cualquier juego. Menos al pokarê, en el cual es experto. Los tres mosqueteros: Emilio Fúster, Carlos Arregui y René Fernández, jugaron al gallito ciego, el burro mudo y el mono sordo. Ganaron por basureada. La senadora del Partido Democrático Progresista (PDP), Desirée Masi, se preparó para el casamiento koygua, pero no apareció su pareja. Rafael Filizzola estaba muy atareado con la pelota tata, que se olvidó de su compromiso. Había que despejarla hacia otro arco. Se viene negra la morcilla.
En la mesa de comidas típicas comandaba el director de Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, alias “mariscal de la derrota”. Ofrecía con parlante natural, a grito pelado, sus “comisión mascada”, “chipa asador al 30%”, “mbeju a la medida”, “asadito a la subasta”, “chicharô trenzado del fresco rocío y el verde prado” y la especialidad de la casa “pastelito mariscal”. De las bebidas se encargaban el precandidato a la Vicepresidencia de la República, Juan Manuel Brunetti, con “té de naranjo”, y la senadora Lilian Samaniego con “agua de ajenjo”. Pero ya no había mozos para el “jaguarete ka’a al frío”. El último que apague la luz. Claro está, casi nadie ya queda en pie ante el desbande general en rauda marcha hacia el portón de salida sobre la avenida Kubitschek.
En el fondo, muy en el fondo, Mario esperaba la hora irremediable del “Judas kái”. El “Chorro” Velázquez miraba abatido el final de la fiesta. A un costado, la dueña del PDP ya bailaba el pericón en la concertación, mientras zapateaba al Gobierno: “Aro, aro, aro… aquí va mi relación/ nada dura para siempre/ este toro que no prende/ pone fin a nuestro amor”.
Reapareció Arnaldo Giuzzio con kambuchi jejoka. Pero, lastimosamente, le reventó en la cara. Se pichó y le hicieron renunciar a cualquier juego.
Los tres mosqueteros: Emilio Fúster, Carlos Arregui y René Fernández, jugaron al gallito ciego, el burro mudo y el mono sordo. Ganaron por basureada.