El carreteo es el movi­miento del avión sobre la tierra, usando sus propios medios de propulsión. Un avión generalmente usa su tren de aterrizaje con ruedas para moverse, utiliza las calles de rodaje para moverse de un sitio del aeropuerto a otro, usualmente desde la plata­forma hasta la pista para despegar, y una vez aterri­zado, para llegar a su esta­cionamiento final.

En Paraguay, hace semanas que nos están contando un cuento sobre un avión. En los primeros días el relato del Gobierno y amplificado por los medios de Natalia y don Antonio nos decía que todo el tema principal era la carga para la cual fue con­tratado. Ese era el único problema que podía haber, ninguno más. Sobre todo se hacía hincapié en un servi­cio de carga realizado en el mes de mayo a una empresa del rubro del tabaco que dis­tribuye cigarrillos en Aruba. El tema estaba en que esa microoperación ordenada y articulada por cierta asesora de seguridad del Poder Eje­cutivo (a la que por cierto le prometieron ser fiscal gene­ral del Estado) duró, como dice Sabina, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. No más que eso. Bastaron dos entre­vistas que los otros medios habían preferido no hacer al administrador del aero­puerto Guaraní y al director de la Dinac. Ambos, funcio­narios del Gobierno, expre­saron a los medios del grupo Nación Media que todo el proceso de la carga se había hecho de manera absoluta­mente legal y constaba en documentos respaldatorios.

Resultó ser que enmarcar el debate en la carga tenía en realidad la intención de tapar, de manera muy pre­caria hay que decirlo, el pro­blema real: los tripulantes. Nada más y nada menos que 18 supuestos tripulantes entre iraníes y venezola­nos. Vaya coincidencia, si uno mira a ambos regíme­nes. Uno de los tripulan­tes es un altísimo cuadro, vinculado al terrorismo y lavado de dinero, de la línea más dura del régi­men iraní. Especial para presentarlo al suegro en un almuerzo de domingo. Otro pequeñísimo detalle que nos enteramos por los medios argentinos es que los tripu­lantes habían estado por lo menos tres días en Ciudad del Este, especialmente este altísimo cuadro y su perte­nencia a empresas relacio­nadas con la Fuerza Quds de la Guardia Revolucio­naria de Irán, Gholamreza Ghasemi.

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Pero eso no era todo. Resultó ser que, como decía el Negro Olmedo, si lo vamos a hacer, vamos a hacerlo bien, los tri­pulantes no sólo ingresa­ron al país sin ningún pro­blema y se pasearon sin que hasta ahora nadie desde el Gobierno pueda indicar­nos qué es lo hicieron por tres días en nuestro terri­torio, sino que además ayer nos enteramos que tuvieron custodia policial. El coman­dante de la Policía Nacional dijo que no sabía quiénes eran los que estaban reci­biendo el servicio de segu­ridad de parte de agentes policiales de la República del Paraguay.

Por lo que se sabe, el cuento del avión no despega, ape­nas carretea. Y en este caso es literal, hablamos de ambos: el avión y el cuento, pero sobre todo el segundo. Salpica cada vez más cerca al núcleo más íntimo y de mayor influencia del Poder Ejecutivo, que ya cuenta con antecedentes de cercanía y de haberle hecho algo más que guiños de complicidad a sectores afines al terro­rismo y sus financistas.

Resultó ser que enmarcar el debate en la carga tenía en realidad la intención de tapar, de manera muy precaria hay que decirlo, el problema real: los tripulantes.

Por lo que se sabe, el cuento del avión no despega, apenas carretea. Y en este caso es literal, hablamos de ambos: el avión y el cuento, pero sobre todo el segundo.

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