Desde la influencia de Nicolás Maduro sobre Fernando Lugo, la influencia de Verioska Velasco sobre Mario Abdo Benítez es el dato más fuerte de extranjeros que manejaron presidentes. Coincidentemente ambos vienen de Venezuela. Solo que el dictador Maduro tiene datos conocidos (dónde vive, qué recursos “manotea”, etc.) mientras que sobre la Velasco nadie sabe nada, pese a ser la principal asesora de comunicación del Gobierno y las evidencias que sería el nexo con periodistas posiblemente alquilados por el Gobierno con los que instala sus primicias. Para simular también coordina una red con periodistas que cubren Presidencia y otros ámbitos.
Qué dirían estos periodistas si se enteran que la persona de la que reciben información oficial todos los días no figura en ningún organigrama, lo cual no preocupa ni inquieta a la también desaparecida Secretaría de la Función Pública, nadie sabe cuánto le paga el Gobierno, las binacionales o alguna persona cuyo nombre puede ser Juan, Pedro o Walid. Es un fantasma que –solo en Paraguay– se comunica con el periodismo “serio” sin tener que dar explicaciones y, peor aún, sin que nadie le requiera “trazabilidad” sobre su existencia como sí ocurre con todos y con todo.
Obviamente si hubiera sido un periodista paraguayo en tal posición, ya hubiera sido linchado por la inquisición periodística para que cuente cuánto gana y en qué país paga sus tributos.
Por de pronto, nuestro grupo, Nación Media, ha solicitado datos vía Información Pública y nadie ha respondido. La sucesora de Maduro en la influencia presidencial es una vaca sagrada cuya sigilosidad es imposible de conmover.
Unos dicen que tendría a 12 personas trabajando en una oficina oculta. Otros sostienen que recibiría dinero para el “trabajo sucio” y las tapas falsas en contra de los medios que cuestionan al Gobierno. Unos mencionan que tal recurso viene de CDE. Pero también dicen que manejaría una red de escucha y espionaje sobre periodistas y que existen registros en alguna o algunas comisarías sobre pedidos de seguimiento.
¿Qué aporta a la transparencia de un Gobierno que la principal protagonista de su información pública esconda, oculte y entierre todos sus datos? Que los dioses de la ética periodística lo respondan.