El gobierno del pre­sidente Mario Abdo Benítez ha perdido lo último que le quedaba: los sólidos lazos de corrupción que unía a sus miembros. Antes desaparecieron cual­quier presunción y atisbo de vergüenza, honestidad, decencia y escrupulosi­dad. Los que jamás lograron traspo­ner las puer­tas fueron la capacidad, la efi­ciencia, la idonei­dad y la ética. Pero, ahora, todo toca fondo, llega a su fin, se acaba la cober­tura de la impunidad y la desespera­ción se hace carne entre los aliados en el delito. Hasta el caballeresco gesto de “los niños y las mujeres primero” ha sido suplan­tado por el salvaje y cobarde “sálvese quien pueda”. Y en esa alocada carrera por la supervivencia, el “mariscal de la derrota” se tiró con­tra la ministra de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, Carla Bacigalupo, candidata a diputada por Capital en representación de Fuerza Republicana. Para los que no están captando todavía: Nicanor Duarte Frutos es del mismo movimiento oficialista que la criticada secretaria de Estado. Cri­ticada agresivamente por él. Y ambos apoyan la pre­candidatura de Hugo Veláz­quez a la presidencia de la República. La primera regla de un equipo es lavar la ropa sucia en casa. Pero la incontinencia no avisa. Llega nomás.

No sabemos la verdadera razón, algunos informan­tes alegan que hubo un pre­vio y fuerte entredicho, pero el “mariscal” utilizó su periódico digital marioab­dista El Trueno, una suerte de Patria de la época del dictador Alfredo Stroess­ner, para golpear fuerte a Bacigalupo a raíz de unas declaraciones formuladas durante un debate televi­sivo en un canal local, y del cual también participaron la diputada Celeste Amari­lla, del Partido Liberal Radi­cal Auténtico, la senadora Blanca Ovelar, de la Asocia­ción Nacional Republicana, y Lea Giménez, candidata a la Cámara Alta por el movi­miento Honor Colorado. Según el medio aludido, financiado por la Entidad Binacional Yacyretá -una suerte de despensa familiar de Duarte Frutos-, “Baci­galupo desprecia las gran­des reivindicaciones sociales del Partido Colorado”, aña­diendo que, “al parecer, los promotores del neolibera­lismo y los que quieren con­vertir a la ANR en un gremio más de los poderes fácticos siguen agazapados en nues­tras propias filas”. Debería ser más claro: dentro de su propio movimiento.

La frase crucial que, por fin, desenmascara a El Trueno, sus propietarios fácticos y amanuenses: “En nuestras filas”. Es decir, en las filas del coloradismo. Lo llamativo es que hizo su triunfal apa­rición presentándose como la contracara del periodismo tradicional. Y resultó ser lo que ya todos saben: vocero asalariado del gobierno. La ministra criticó la estabili­dad laboral que concede el Código respectivo al cumplir diez años de antigüedad en el mismo trabajo, sindicán­dola (a la estabilidad) como fuente del problema, y no a la mala fe de los empleadores que evitan, con un despido injustificado -añade el perió­dico progubernista-, “que los empleados alcancen privile­gios laborales”. Aunque no da nombres, ni siquiera uno, alega que “por la conquista de esos derechos lucharon grandes hombres de la ANR”, así como tampoco especifica sus aportes a las reivindica­ciones sociales de las clases obreras. Otra vez tocando de oído. Esta vez ni siquiera apareció la inventada mule­tilla: “Como dijo un profe­sor”.

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Pero lo más delirante alcan­zamos en el párrafo en que el medio de Duarte Frutos elo­gia, ensalza y eleva a las cum­bres del Olimpo al “maris­cal de la derrota”: “Fue de la mano de Nicanor Duarte Frutos que, recién iniciado el nuevo milenio, nuestro partido (el periódico asume de nuevo su filiación) recu­peró las banderas de justicia social que ya había ondeado con fuerza el doctor Luis María Argaña. Su gobierno (el de Duarte Frutos) dio incluso un paso más allá, implementando las princi­pales medidas en contra de las políticas de ajuste estruc­tural, que fueron la base de todas las políticas sociales que le sucedieron. Todo esto se plasmó en un documento partidario, en ocasión de la Convención Ordinaria del 28 de abril del 2007, donde se manifiesta en uno de los pasajes que el coloradismo ‘condena el modelo neolibe­ral que relega a la persona humana para poner en pri­mer lugar al lucro sacrali­zado’”. De autobombo esta­mos hablando. Podemos decir que ya hemos visto todo.

Buena literatura, pero, sin ejemplo en la práctica. Si alguien “sacraliza el lucro” hoy día, sacrificando la honestidad ante el tótem de la acumulación, es precisa­mente el “mariscal”. El uso discrecional de los llamados gastos sociales (negándose a proveer la información pública al respecto), de los alquileres de vehículos con el pretexto de que son soli­citados por el Ceremonial de Estado de la Presidencia de la República, el esquema de recaudación con los kits de víveres, los nombramientos compulsivos de recomen­dadas de otros poderes del Estado, preferentemente el Judicial, y las recategoriza­ciones arbitrarias de algunas funcionarias, demuestran que una cosa es el discurso y otra, muy diferente, la acción.

La crítica a Bacigalupo, desde la ideología del colo­radismo his­tórico, es acer­tada. Solo que, en esa misma edición, El Trueno saludó con aplausos y zapateos la candi­datura del inge­niero Luis Pet­tengill Vacca como precandi­dato a senador por Fuerza Repu­blicana. Un empre­sario de la construcción, el sector más precarizado del trabajador paraguayo. Hay que ser equilibrado en la crí­tica. Aunque equilibrio es lo que menos tiene El Trueno, que habla de “nuestro par­tido”, pero se pasa promo­cionando a cualquiera que pueda ser un “plan B” en el futuro: Euclides, Payo, Sole, Efraín, Kattya (la nueva estrella de Yacyretá). Para esta gente, el coloradismo siempre fue un pretexto para lucrar.

En Yacyretá, el “mariscal” anda nervioso, queriendo averiguar quién nos filtra las informaciones. El cani­balismo siempre empieza en el entorno más próximo. La caldera está que arde. Y ni el “rocío” sobre el verde “prado” aplaca las iras y la desconfianza. Es que el Vesubio amenaza nueva­mente a Pompeya.

En Yacyretá, el “mariscal” anda nervioso, queriendo averiguar quién nos filtra las informaciones. El canibalismo siempre empieza en el entorno más próximo. La caldera está que arde.

Hasta el caballeresco gesto de “los niños y las mujeres primero” ha sido suplantado por el salvaje y cobarde “sálvese quien pueda”.

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