La Secretaría de Cultura es aquel sitio donde el Poder Ejecutivo de la Nación desa­rrolla su tarea de promoción y preservación de los valo­res culturales que nos iden­tifican.

Probablemente el ministro de Cultura ha creído conve­niente poner en valor en este contexto un genuino compo­nente de la cultura política tradicional: la obsecuencia, y en base a ello figura con nom­bre y apellido en un mama­rrachento flyer convocando a sus “fuerzas vivas” del arte para tomar parte de un fes­tival nacional de hurras, vítores y “tresportreces” en homenaje a su ilustre can­didato el inefable “Toro” Velázquez.

El ministro de Cultura deja muy claro en su convocato­ria que ante la mirada inte­lectual del “Toro”, harán su paso cohortes de danzarines, músicos, actores, cineastas, artesanos, malabaristas, saltibamquis y quiroman­tes, para que no quede dudas sobre que la incondiciona­lidad con el jefe se expresa en diferentes dialectos cul­turales.

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Hablando en serio. Rubén Capdevilla puede hacer lo que quiera con su plata per­sonal y sus convicciones polí­ticas. Lo que no puede es usar recursos, personas, repre­sentación tangible o simbó­lica de la institución estatal que preside para promover una candidatura política. Aparte de ser vergonzoso y humillante la obligación de asistir para desfilar ante un candidato político, es desho­nesto cultural y burocráti­camente que se promueva el hecho con recursos de la cul­tura. La misma que no atina a defender el patrimonio ni dibujar políticas culturales relevantes.

Etiquetas: #cultura#Toro

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