• POR AUGUSTO DOS SANTOS

Tribal, primitivo, ausente de la clase de relación social que la civilización nos ofrece a manos llena, todo esto adorna a la reacción visceral de políticos y periodistas tratando que el odio agende su justicia por boca propia, lapidaria y perentoria, en el doloroso caso del valiente fiscal asesinado. Lo peor es que culpar al enemigo se ha tornado ya un gesto tan cotidiano que solo la torpeza de quienes incurren en tal procedimiento no ven que –aun cuando Goebbels acunó que una mentira repetida se convierte en verdad– el viejo Esopo sentenció que pastorcito que anuncia falsamente termina siendo desacreditado.

Siquiera nos compadecemos del dolor de los familiares de la victima, sino que construimos sobre tal dolor la escenificación de nuestro odio caníbal.

Lo peor es que militar en el sentimiento de culpar sencillamente porque “mi enemigo es responsable de todo lo que ocurra”, trasladado a las redes y los medios somete a toda la sociedad a un estrés permanente al respecto de anuncios sorprendentes que después terminan sin certificarse, sin rodearse de certeza. Pero el asunto es culpar, y así es como fulano es responsable del último temblor de tierra y perengano del calentamiento global.

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Detrás de todo esto también subyace un enorme irrespeto por el sentido común y la conciencia crítica de los ciudadanos, y, lamentable es reconocerlo, sigue existiendo un volumen importante de referentes, en la política, en el periodismo, y en todos los órdenes que creen estar parados en el destino mesiánico y miran alrededor y solo ven el silencio de las inocentes e ignorantes ovejas.

Pero tenemos que empezar a asimilar un nuevo país que nos obliga a una relación de seriedad, a una interacción de respeto y al destino que el debate de las ideas políticas tienen que tener: el imperio de la democracia, el respeto, la libertad y la justicia de nadie y para todos.

Etiquetas: #olviden#Esopo

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