Quienes aspiran a escribir bien deben aprender a leer lo mejor. Ambos ejercicios son inseparables y constantes. Y aunque no pueda concre­tarse a plenitud el primer ideal siempre quedará la satisfac­ción de haber gozado de un texto agradable e inspirador. Ayudará, además, a forjar un estilo propio. La buena litera­tura, empezando por los clá­sicos, es un mandato de cum­plimiento obligatorio. En el particular caso del perio­dismo (en todos sus forma­tos), un diario bien redactado amplía el horizonte del pen­samiento y tonifica las ideas. Pensamientos e ideas que asu­men la identidad de clarificar lo que hay que decir y cómo decirlo. No es una regla que se cumple a rajatabla con todos. Es más probable que sean las excepciones las que logran brillar en medio de una mul­titud de intentos. Pero algo quedará para el resto. Ningún esfuerzo es en vano.

Para muchos de los que holla­ron, con impresiones de bárba­ros, las salas de redacciones de los diarios en las exhalaciones finales del periodismo román­tico encontraban en las pági­nas de El País, de España, un aura de civilización momen­tánea. Aunque sus ejemplares llegaban con días de retraso a nuestra capital, las columnas de opinión dejaban el desafío tentador de “Alguna vez, yo, también…” Y cerraban sus páginas con ganas de seguir leyendo. En estos días estu­vimos siguiendo, a través del periódico espa­ñol (crónicas y comentarios), el misterioso caso de la joven mexicana, estu­diante de Derecho, Deba­hni Susana Escobar Bazal­dúa, quien no regresó a su hogar después de una fiesta y días después fue encontrada muerta en una cisterna aban­donada.

La crítica descarnada apunta al interior de los medios en general. Una de ellas está fir­mada por la periodista mexi­cana Mariana Limón Rugerio. “El feminicidio de Dehanhi Escobar es un crimen, no es un espectáculo”, y con tres suge­rentes subtítulos: “Su perpe­trador la violentó de manera directa. El Estado a través de su impunidad. Y los medios lo hicieron al convertir su asesi­nato en un producto de con­sumo”. La escritora Brenda Lozano, también mexicana, publica: “Espectáculo y revic­timización: los errores de los medios en el caso Debanhi Escobar” (El País, 1 de mayo del 2022).

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Hemos querido transportar esa experiencia al asesinato del fiscal contra el Crimen Organizado, Marcelo Pecci. Y repetir las mismas expre­siones de Limón Ruge­rio: “Es un crimen, no es un espectáculo”. Algunos medios locales pusieron los tablones para la obra. Y subieron al escenario Efraín Alegre, presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA); Arnaldo Giuzzio, ex minis­tro del Interior y adscripto al Par­tido Democrático Progresista (PDP); la senadora Desi­rée Masi, propieta­ria perpetua del PDP: las diputadas Kattya González, del Partido Encuentro Nacional (PEN), Jazmín Narváez, del movimiento Fuerza Republi­cana del Partido Colorado, y Celeste Amarilla, del radica­lismo auténtico. Sin respetar la memoria del compatriota fallecido en manos de sica­rios contratados por el crimen organizado se han subido al carro de la irresponsabi­lidad infame buscando ganar notoriedad.

Han reducido la política a la frivo­lidad del espec­táculo menudo, parafraseando al cate­drático Andrés Vidal de la Universidad Nacional Autó­noma de México (UNAM). Y este mismo profesor con­dena la “reducción ética” de la prensa. Pero ninguno de ellos tuvo tanta resonancia como el papelón internacional de la diputada Celeste Amarilla, quien nunca se distinguió por el uso criterioso de la razón y la crea­tivi­dad discur­siva. Su fuerte es apatucar el buen juicio y apo­rrear la cordura con ímpetu sin par. Cre­yendo que estaba en la Cámara de Diputados de nuestro país, donde utiliza sus fueros como licencia para difamar, no habrá pensado que el conductor del programa “Conclusiones” de CNN, Fer­nando del Rincón, le retiraría el micrófono cuando en plena entrevista sobre detalles de la muerte de Marcelo Pecci empezó a superar su marca nacional de RPM. El comu­nicador mexicano, (López) del Rincón fue contundente: “Perdóneme diputada, con toda responsabilidad estába­mos acá para hablar del asesi­nato del fiscal Marcelo Pecci, y con todo respeto le digo, no para hacer campaña contra el ex presidente (Horacio) Car­tes. Está bajo su responsabi­lidad, pero este aire también es mi responsabilidad, y aquí lo que está haciendo es tra­tar, de alguna forma, de presentar al ex presidente Cartes como algo que lo puede vincular con la vio­lencia que se ha generado en Colombia, en un caso particular. Y no puedo permitirlo, diputada”. El bochorno estaba consu­mado. Volviendo al prin­cipio. A don Alonso Qui­jano, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro. La psiquiatría moderna ha interpretado que el hidalgo de la Mancha no enloqueció de tanto leer, sino por encontrar sentido a lo que leía. Y en su delirio de grandeza nombra gober­nador al bien nutrido Sancho. Puede ser que dormir poco le haya provocado una “actitud psicótica reactiva” a nuestra protagonista estelar la que, al igual que a don Quijote, le hace perder la noción de la realidad, según las disquisi­ciones del profesional Tibur­cio Angosto Saura. En cuanto a leer mucho, nos reservamos el derecho de unas bien jus­tificadas dudas. De haberlo hecho no hubiera perpetrado con tanta frivolidad la polí­tica. Ni convertir un dolo­roso crimen en espectáculo para perseguir una fama, de la buena, que le es esquiva. Cosas veredes.

Sin respetar la memoria del compatriota fallecido en manos de sicarios contratados por el crimen organizado se han subido al carro de la irresponsabilidad infame buscando ganar notoriedad.

“Perdóneme diputada, con toda responsabilidad estábamos acá para hablar del asesinato del fiscal Marcelo Pecci”.

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