Los políticos, en general, deben asumir que los romances con los medios de comunicación (especialmente diarios, que son donde más se fijan las imágenes) suelen ser tan intensos como efímeros. Lo mismo pasa en una relación de aversión con algunos militantes partidarios o sociales. Sería como una paráfrasis animada sobre la célebre expresión del cuatro veces presidente brasileño Getulio Vargas: “Nadie es lo suficientemente amigo que no pueda ser tu enemigo y nadie es lo suficientemente enemigo que no pueda terminar siendo tu amigo”. Aunque el noviazgo supere la prueba del flechazo inicial, tiene destino de inevitable ruptura.
En ese interminable círculo de los afectos humanos la reconciliación puede estar esperando solícita en la siguiente página. Y viceversa. Pongamos como ejemplo el periódico que fue defensor del acero, y desde la hora cero, de Mario Abdo Benítez, incluso mucho antes de ser presidente de la República. La mullida alfombra de pétalos de rosas que extendió ese medio para los delicados pies del jefe de Estado se transformó en un sendero de abrojos y pyno’i. Las edulcoradas palabras con que suavizaba las groseras deficiencias de este gobierno, falseándolas de rebosantes virtudes, pasaron a tener aspecto y dureza de varilla de 14. En buen romance se traduciría en: “Le está dando con un caño”.
Los odios mutuos tampoco son inmutables. Juan Ernesto Villamayor, identificado como “Juancho el lagarto” en un esquema de vaciamiento del desaparecido Banco Nacional de Trabajadores (BNT), después de ser denunciado en más de 200 capítulos de investigación cambió de piel para el mismo diario hasta erigirse en el vocero preferido de este gobierno. Del Ministerio del Interior pasó a la Secretaría General de la Presidencia de la República. Ah, en el pasado estuvo imputado por la desaparición de unos cuantos fajos de dólares cuando fungía de capo en la Secretaría Nacional de la Reforma del Estado durante el gobierno de Luis Ángel González Macchi.
Su estadía en la recién creada –en aquel entonces– institución pública fue de un huracán categoría 5, al punto tal que el ingenio popular la rebautizó “secretaría de la remorfa”, es decir, doblemente morfada. Y con la voracidad de una ñakanina después de estar en cuarentena. Más, como dijimos, iluminado por la redención “divina” fue transportado desde el inframundo para elevarse como el interlocutor más buscado y “creíble” para el mismo diario que años atrás lo condenaba por crímenes de retiros sin depósitos bancarios.
El senador Blas Llano, del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), vilipendiado como “cartista” por el diario que tiene su habitáculo en la calle con nombre de prócer, fue, sin embargo, voz calificada para cuestionar –y con razón– el intento de que Petróleos Paraguayos (Petropar) puede ningunear a la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas (DNCP) para las compras directas de combustibles, hecho que finalmente no ocurrió por presiones mediáticas que obligaron a Abdo Benítez a vetar parcialmente la ley sancionada por el Congreso de la Nación. ¿Qué si en nuestro diario habremos tenido amores y desamores? Naturalmente, pero no es de buena educación citarse en primer lugar.
Ahora bien, que nosotros publiquemos acusaciones documentadas contra el Gobierno en general y el mandatario en particular no será novedad para nadie. Y para no quedarse atrás en esta carrera por quién agarra más premios del palo enjabonado –con previa eliminación de la grasa–, el Vicepresidente se sumó a la campaña de “limpiar” las instituciones públicas con la ayuda de su amigo el “Pulpo”. Acertó más licitaciones que el mismísimo pulpo Paul. Y las están limpiando a todo dar. Las campañas presidencialistas no son baratas. Que aparezcan en nuestras páginas esos pornográficos negociados resultan normales. Pero que su defensor de acero lo haga es señal de que el cortejo siempre se queda en la puerta del cementerio o al borde de la tumba, nunca se entierra con el “amigo”. Esas varillas de 14 incluían “Covax, la mayor estafa de la pandemia en Paraguay”, Petropar en modo James Bond: “Licencia para robar”, “Reflotan fracasada operación con PDVSA para más saqueos” y otras menudencias por el estilo.
Ni el romance con los medios ni el poder son eternos. Entonces, cuando el tiempo se extingue irremediablemente como vela en madrugada de apagones no queda más remedio que vociferar como el pastorcillo mentiroso: “Que viene el lobo, que viene el lobo”, para intentar correr los últimos cien metros con vallas llevándose lo que todavía queda en las arcas públicas sin llamar mucho lo atención. Ahí es cuando aparecen los idiotas útiles como Mauricio Espínola, asesor político adjunto del presidente de la República, quien como un Juan el Bautista bien gordito –que no se alimenta precisamente de miel silvestre y langostas– anuncia la inmortalidad de su mesías invertido: antes que multiplicar panes y peces los restó con la habilidad de “mbopi puku” para hambrear al pueblo. Sin embargo, algunos prefieren el sugestivo sobrenombre de “tuku karu”. No dejará ni el pasto.
El secre de Marito sentó jurisprudencia, pero a tono con su único líder, al revés. Utilizó a favor de la candidatura de su jefe que en el pasado “la Corte ya sentó jurisprudencia en un fallo que vio de manera positiva que Nicanor (Duarte Frutos) sea presidente de la Junta de Gobierno” y presidente de la República al mismo tiempo. Al ejercer ambos cargos, aunque sea por media hora, la violación constitucional ya estaba consumada. Fue el principio de la caída del Partido Colorado del poder. Lo que debería saber este aventajado alumno de la “juventú estronista” es que el error (o una acomodada interpretación doctrinaria) no es válido como principio unificador para emitir sentencias en el mismo sentido. Asignatura del primer año de la Facultad de Derecho. Lo concreto es que cada vez que se hacen comentarios de esta naturaleza no son los “cartistas” los que golpean el avispero, sino la “abeja reina” del diario del abecedario y sus satélites son los que dirigen el enjambre hacia el palacio lopino. Para consuelo de Marito, todavía quedarán algunos que le seguirán “quemando incendios”, como diría aquel correlí.
El Vicepresidente se sumó a la campaña de “limpiar” las instituciones públicas con la ayuda de su amigo el “Pulpo”. Acertó más licitaciones que el mismísimo pulpo Paul.
Al ejercer ambos cargos, aunque sea por media hora, la violación constitucional ya estaba consumada. Fue el principio de la caída del Partido Colorado del poder.