La jauría de internautas, que en los primeros meses de este Gobierno atacaba con zoquetera devoción a cualquiera que criticaba al hijo del “padre espiritual de la juventú”, fue perdiéndose en la espesura de los montes en una prudente –por no decir oportunista- retirada. No vaya a suceder que a los perros flacos les carguen las pulgas. Eso sí, siempre se rascan hacia afuera para desprenderse de estos incómodos bichos que dan comezones y sacan ronchas. No es bueno pisarse el pucheroducto entre parásitos. Desde el tupido follaje, con canino olfato, rastrean las huellas del futuro probable inquilino del Palacio de López. Hasta los perros-bots han desaparecido. Y parece que también se acabaron, tenemos esa impresión, las monedas para seguir alimentando a esos monstruos escandinavos llamados trolls mimetizados en las redes lanzando espumarajos haterianos, ofensivos y boicoteadores desde la pusilánime clandestinidad. Ya casi no trolean o lo hacen muy poco. Los perfiles falsos oficialistas, ante el temor que puedan ser descubiertas sus verdaderas identidades, se han borrado de las autopistas de la información y de la comunicación. Vagan con paradero desconocido.
En el “laberinto de la soledad”, donde el presidente de la República anda más desorientado que gato en carrera de galgos, ya no alumbra ni “Solcito”, nuestra “ingeniera” autodidacta del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones, quien de radióloga se transmutó en fiscalizadora de rutas, por maléficos designios de un gobierno que nos retrotrajo al más atroz oscurantismo. Tomó su lugar el perínclito copista y ministro asesor político adjunto del jefe de Estado, Mauricio Espínola, nuevo epígono de las altas cumbres del pensamiento colorado, solo comparable con el ilustrísimo “morocho republicano”, innovador exégeta de los textos clásicos del partido fundado por el general Bernardino Caballero. Mauri, como le dicen cariñosamente sus amistades, vive todo el tiempo mareado por las espumas del efímero poder, mareado, decimos, por el pináculo gótico desde donde interpreta el viento con sabiduría de cortesano amaestrado. Es más abdista que el propio Mario. De esa manera nunca se equivoca en sus anuncios laudatorios a “su único jefe”, aunque sus pronósticos sean más bolas que lecturas climáticas de los “hombres del tiempo” de todo el mundo. Y, peor aún, en el caso de Espínola no acierta una. Ni de carambola.
Si alguien sabe cuándo bajarse un barco que tiene la quilla reventada, ese es Euclides Acevedo, quien ya fue a cantar a otro gallinero. Antes de irse de la Cancillería realizó algunos nombramientos que reafirman sus nobles sentimientos hacia esa célula madre y básica de toda organización social: la familia. Aunque sea política. Apenas dejó el cargo, sus otrora colaboradores más leales ya andan cuchicheando en los pasillos del Ministerio de Relaciones Exteriores de los malabarismos que tuvo que hacer el “Gallo” para que esposo y esposa vayan a un mismo país, aunque con diferentes asientos diplomáticos. Ya no se puede confiar en nadie. Menos en estos funcionarios que ventilan indiscreciones.
El Presidente de la República anda de pocas pulgas y muchos piojos que les carcomen el cerebro. No tenemos evidencias. Del cerebro. Se le escurre la soberbia por todos los poros. “Nadie creía que Marito (en tercera persona) podía ganar al hombre más rico, al que compró la mitad de los dueños de la prensa” en alusión al líder del movimiento Honor Colorado, Horacio Cartes. Según el catedrático y semiólogo Pedro Villagrán Ruiz, hablar de sí mismo en tercera persona “es un recurso evasivo” de alguien “que intenta esconderse detrás de un personaje inventado por él mismo”. Está creando -añade- cualidades y virtudes en las que no cree. Para el siquiatra Rodolfo Kepfer -guatemalteco igual que Villagrán- en política es un recurso común para alejarse de sus propias mentiras. Algunos sicólogos irresponsables lo describen como asociado al narcisismo. Asociación que, en el caso de Marito, rechazamos completa y absolutamente. ¿Marito narcisista? Jamás.
La explicación es mucho más práctica y el malhumor compresible. El jamelgo oficialista se atoró en el punto de partida, mientras su adversario se corta solo, al trote y al galope en tres tiempos. Por eso hasta el público alquilado de las redes hizo mutis por el forro. Por el foro, perdón. Alguien anda hablando solo en el escenario. “A los que quieren que me vaya a mi casa, les digo que estoy con demasiada fuerza todavía, aháta ANR pe” alardeó al borde del paroxismo. Exacerbado y agitado. No son sus adversarios internos de la Asociación Nacional Republicana los que le quieren encerrado en su casa. Es el pueblo. Y ahí tendrá que permanecer, prisionero en su jaula de oro, para evitar el repudio ciudadano en los lugares públicos donde se anime a aparecer. Así nomás es.
Marito rumia su incierto futuro. El “Toro” Hugo Velázquez impuso su candidatura mediante un proselitismo tempranero. Optar por otro candidato sería abrir un nuevo frente dentro del mismo equipo. Entonces, quisieron convencerse de que era un buen toro de lidia. Pero no era de Lidia, ni de Marta ni de Juana. Tarde piaste pollito.
El presidente de la República anda de pocas pulgas y muchos piojos que les carcomen el cerebro. No tenemos evidencias. Del cerebro.
El “Toro” Hugo Velázquez impuso su candidatura mediante un proselitismo tempranero. Optar por otro candidato sería abrir un nuevo frente dentro del mismo equipo.