Cuando de “doy fe de que estamos llevando adelante una política a nivel institucional transparente y clara, que no hay ningún tipo de presión para que pueda inclinar la balanza” del 5 de abril del 2015, te ponés a declarar el 27 de abril del 2022 (a instancia de su entrevistadora) que Horacio Cartes es un peligro porque “la concentración de poder en manos de una persona es un riesgo para la democracia” tiene una explicación tan básica que no requiere soportes teóricos: la política no es mascar chicle y hacer globitos. Por supuesto que muchos –una gran mayoría– la atropellaron sin más recursos que un audaz descaro que no avizora límites.
Pero si uno/una se presenta como el huracán purificador que arrastra vientos de cambios para sustituir caducos moldes, no puede –o no debería– convertirse en parte de aquella estructura que es el objetivo de todas tus miradas críticas. Eso se define con esa frase tan original: “Más de lo mismo”. Bíblicamente sería algo así como “vino nuevo en odres viejos”. Solo un rostro diferente, pero con la misma contaminada incoherencia que es el brillo más refulgente de muchos integrantes de la manada política autóctona. Más que un defecto, la capacidad de adaptarse a las demandas de las circunstancias parece que ha sufrido una metamorfosis de transvaloración, transformándose en virtud.
Si el 14 de enero del 2017 una persona da testimonio fiel de que “el presidente (Horacio Cartes) está haciendo un trabajo excelente, ojalá tenga continuidad la impronta que se está dando” y el 18 de febrero del 2022, jugando ya de política, pretende instalar el discurso de que “la concentración de poder de Cartes pone en peligro a la democracia”, entonces estamos ante un fenómeno que tanta desilusión ya ha causado a la sociedad paraguaya. Ni siquiera empezó aún y ya repica los vicios de los enemigos de la conducta recta. Así no hay credibilidad que aguante, aunque te presentes con la varita y el traje de Harry Potter o Hermione Granger en alguna universidad inglesa.
Si el 8 de mayo del 2017 una joven mujer expresa que le parece positivo que “un nombre como el de Santiago Peña suene como una posible candidatura por el Partido Colorado, sobre todo una persona joven que viene de una trayectoria y una experiencia muy positiva frente al Ministerio de Hacienda” porque no cree “en esa disociación brusca y rígida entre lo técnico y lo política” y el 16 de febrero del 2022 alega que ese mismo “Santi” Peña es como una figurita repetida, tuvo su proceso de opción en su momento, es lógico que esa persona prefiera formar parte de una concertación con figuritas nuevas como Efraín Alegre, Euclides Acevedo y Martín Burt.
Pongamos, por ejemplo, a la ex titular del Ministerio de Urbanismo, Vivienda y Hábitat (MUVH) durante la presidencia de Horacio Cartes. “Nunca fui cartista”, reafirma a cada rato como buscando despegarse de aquel gobierno. En la aludida publicación del 16 de febrero de este año (Megacadena) corroboró que nunca necesitó de “una afiliación partidaria para mantenerme en el cargo”. Suponemos que si le insinuaban siquiera iba a renunciar.
Pero esta frase oculta una verdad mucho más profunda –y poco común dentro de cualquier gobierno– pues el que ahora es considerado por la señora Soledad Núñez como la “suma de todos los poderes”, jamás le pidió su afiliación al Partido Colorado. Y como ella misma asegura, nunca le llamó para ordenarle que “incline la balanza” a favor de alguien en las varias licitaciones que habrá llevado adelante desde el ministerio a su cargo y del cual salió un día antes del 15 de agosto del 2018.
Y en tren de contradicciones imposibles de congeniar podemos añadir que si estando en el poder (Horacio Cartes) no tuvo en sus manos el monopolio del poder, ¿Cómo podría acaparar influencias en los tres poderes del Estado desde la arisca llanura? Lo evidente es que la Sole sigue la misma línea discursiva del intelectual republicano, Mauricio Espínola, quien, justamente por sus agudezas argumentativas, fue designado secretario asesor político adjunto del presidente de la República, Mario Abdo Benítez. Solo que las elucubraciones estrambóticas de Espínola fueron anteriores a las de Soledad Núñez. Que son idénticas, son idénticas, como gemelas de un mismo óvulo.
Soledad Núñez anunció ayer oficialmente su precandidatura a la Presidencia de la República apoyada por un conglomerado de movimientos independientes de acuerdo con sus propias afirmaciones. Egresada de Las Teresas, se recibió de ingeniera civil por la Universidad Nacional de Asunción. Haciendo algunos cálculos estaría frisando en los 40 años. Fue fundadora de “TECHO Paraguay” antes de ser ministra. Es miembro del Hub de Asunción de Global Shapers, una iniciativa del Foro Económico Mundial, el que en el 2008 lanzó la famosa “Agenda Global” en Dubái.
Ayer, en el día de su inauguración política, un periodista colega de inimitable voz le felicitó por su coraje por procurar llevar aguas nuevas a viejos cauces. Aunque no es una transcripción literal, le animó a seguir perseverando, puesto que es casi seguro que no va a saltar la vara en el primer intento porque va a enfrentarse a veteranos liderazgos y fuertes estructuras. Ella se despidió con un seco: “Bueno, gracias”. Según su apresurado borrador de hipótesis, si insiste dentro de cinco años ya será una figurita repetida. ¿O no? Bienvenida al rebaño.
Lo evidente es que la Sole sigue la misma línea discursiva del intelectual republicano, Mauricio Espínola.
Solo un rostro diferente, pero con la misma contaminada incoherencia que es el brillo más refulgente de muchos integrantes de la manada política autóctona.