Nuestros políticos, varones y mujeres –incluyendo a una izquierda que acostumbra a ponerse en condición de superioridad sobre los demás– suelen tener una relación bipolar con los Estados Unidos expresada a través de los movimientos que realiza la embajada estacionada a metros de Mburuvicha Róga. Cuando afectan sus parcelas ideológicas “el imperialismo yanqui agrede nuestra soberanía y autonomía como nación con sus graves intromisiones en los asuntos internos del Paraguay”.

Pero cuando algunas declaraciones de los voceros de la misión diplomática son interpretadas como posibles indirectas hacia sectores adversarios, o así lo creen los nuevos oráculos de la certeza informativa, es Júpiter Tonante (el tronador) que desciende del Olimpo “para distribuir justicia y acabar con los corruptos”. Entonces, los dirigentes partidarios que se colocan en el otro extremo de la derecha se llaman a un distraído silencio. Y celebran con regocijo cuando nadie los ve. Eso tiene un nombre. Y no es, precisamente, el de vírgenes vestales que custodian el fuego sagrado de la moral y de la democracia.

El 8 de febrero de este año, mientras se incubaba en la Cámara de Diputados el libelo acusatorio contra la fiscal general del Estado, Sandra Quiñónez, el encargado de negocios de la Embajada de los Estados Unidos de América, Joseph “Joe” Salazar, visitaba al presidente Mario Abdo Benítez en el Palacio de López. El 3 de ese mismo mes, el que fuera ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, había lanzado una serie de acusaciones en contra del ex jefe de Estado, Horacio Cartes, ante la Comisión Permanente del Congreso de la Nación. Los juglares del periodismo vernáculo empezaron a fabular un “épico diálogo” entre Abdo Benítez y Salazar considerando que “el encuentro ocurre en medio de denuncias, apertura de una causa penal (al ex mandatario) y la discusión sobre un eventual juicio político a Sandra Quiñónez”. Como corolario de esta parte de la crónica contextualizada recordemos que Giuzzio fue destituido de su cargo por sus (presuntos) nexos con un narcotraficante de marca internacional.

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Los insumos que se tenían para el análisis dejaban un constreñido espacio para las aberraciones imaginativas. Pero algunos colegas, deseosos de encajar en la línea editorial de sus medios de comunicación, no permitieron que la lógica los intimidara y, lanza en ristre, fueron a embestir contra inventados cíclopes pensando que eran molinos de viento. ¿O es el revés? Como sea, la idea es esa. Con la visión distorsionada por esa enfermedad cerril llamada fanatismo, arremetieron con paleolítica furia: “Si bien no se anunció el motivo de la reunión, el gesto político es importante, ya que se da en un momento donde se abren varias investigaciones contra el ex mandatario Horacio Cartes, tanto a nivel nacional como internacional”. Sí, todos sabían el motivo de la reunión. Pero no servía para el escándalo. La agenda tenía un solo punto: El arribo a Asunción del nuevo embajador designado por el gobierno de los Estados Unidos ante nuestro país, el señor Marc Ostfield.

Ni el interino Salazar ni el recién llegado Ostfield insinuaron siquiera alguna posición sobre el intento de juicio político a Sandra Quiñónez. Los americanos no inclinaron el mundo hacia su hemisferio masticando vidrios. Ni se destacan por su ingenuidad como para ir recogiendo los guijarros que les dejaban los parlamentarios opositores y sus aliados mediáticos para guiarlos hacia la “claridad” del bosque: destituir a la fiscal general del Estado. No se dejaron engañar con los soplidos de justicia que bramaban fingidamente desde el oficialismo, porque comprendieron que se trataba de una disputa intestina de la Asociación Nacional Republicana. Un verdadero circo que ni siquiera divirtió a una ciudadanía que estaba más preocupada buscando pan en medio de una agudizada crisis socioeconómica. Gran parte de la oposición instalada en el Congreso de la Nación bailó al ritmo de la polca de las internas coloradas con tal de perjudicar a quienes hoy son sus adversarios indirectos, pero que mañana pueden ser los protagonistas de las elecciones generales del 30 de abril del 2023: los candidatos del movimiento Honor Colorado.

El encargado de negocios, Joe Salazar, mereció la tapa casi completa de dos diarios amigos del poder y enemigos declarados de la verdad. El embajador Marc Ostfield, apenas un breve pie de página en uno de esos medios. El otro decidió ignorarlo. Ah, perdón, visitó a la fiscal general Sandra Quiñónez reiterándole la decisión del gobierno de Joe Biden “de apoyar el combate a la impunidad y la corrupción”. Las mismas declaraciones de Salazar en su visita a Mario Abdo. Mas el bendito contexto lo modifica todo. Bien podrían haber asumido que el diplomático del Norte llevó su respaldo a la máxima autoridad del Ministerio Público porque “estaba haciendo bien su trabajo para fortalecer las instituciones democráticas”. Por su parte, Sandra Quiñónez –lo dijo literalmente– va a continuar luchando contra el crimen organizado trasnacional, el narcotráfico y la corrupción.

También con un sector del periodismo paraguayo la relación con los Estados Unidos es bipolar. Un embajador no siempre es noticia. Depende del clima, la visibilidad y la presión atmosférica.

El encargado de negocios, Joe Salazar, mereció la tapa casi completa de dos diarios amigos del poder y enemigos declarados de la verdad.

Por su parte, Sandra Quiñónez –lo dijo literalmente– va a continuar luchando contra el crimen organizado trasnacional, el narcotráfico y la corrupción.

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