La comunicación gubernamental tiene variadas definiciones, la mayoría de ellas tendientes a la construcción de consensos para el logro de objetivos de gestión. Técnicamente hablando, Luciano Elizalde la define como “el proceso de influencia que un gobierno intenta realizar sobre la opinión pública general, la prensa, la oposición, grupos sociales, incluso líderes de otros países, jueces, legisladores, todos los sectores que colaboren o puedan llegar a obstruir la búsqueda de la eficiencia de la gestión política”. El destacado politólogo español Ismael Crespo señala que “la gestión de la comunicación gubernamental no puede ser abordada sin una concepción estratégica. En este sentido, la necesidad de crear las condiciones para el buen gobierno es un requisito básico no para la perdurabilidad, que ya parece garantizada, sino para la propia sostenibilidad de la democracia”.
Itaipú es, probablemente, uno de los pocos temas (sino el único) sobre el cual se puede construir consenso nacional. El Gobierno debe persistir e insistir en comunicar la hoja de ruta, tanto la actual como la futura, tanto en este como en otros escenarios posibles. Difícilmente se encuentre un sector de la sociedad que no esté dispuesto a tomar la bandera y convertir a Itaipú en una causa nacional, siempre y cuando esos sectores accedan a información conveniente y oportuna. Ese es el reclamo común que se hace a la hora de debatir el tema, una comunicación digerible que sea en lenguaje sencillo y ubicada en la plataforma segmentada al público objetivo. De darse esto, se estaría ante una escenificación eventual casi ideal. A eso debe apuntarse.
Hay que decir que cada vez queda menos tiempo para Itaipú. El Gobierno debe buscar la apropiación en positivo del tema. Brasil sabe y juega muy bien sus cartas sobre nuestras urgencias y necesidades, en lo que sí tenemos un escenario similar es en los tiempos electorales con nuestro vecino. Todas las mediciones hablan de que allá podría darse un cambio radical de liderazgo, partidos y visión estratégica. Aún tenemos una oportunidad: que cada paraguayo se informe y forme opinión sobre lo que está en juego en la que será sin duda la posibilidad más cierta de construir el mito de esta administración.
Itaipú es una cuestión de tiempo y también de oportunidad. Hagamos que suceda.
La necesidad de crear las condiciones para el buen gobierno es un requisito básico no para la perdurabilidad, que ya parece garantizada, sino para la propia sostenibilidad de la democracia.
Brasil sabe y juega muy bien sus cartas sobre nuestras urgencias y necesidades, en lo que sí tenemos un escenario similar es en los tiempos electorales con nuestro vecino.