La señora Cecilia Pérez era una dama preparada, mesurada y discreta en sus funciones de ministra de Justicia. No se le sospechan actos de deshonestidad. La única vez que cruzó los límites de la compostura –y hasta comprensible– fue cuando uno de sus viceministros anunció la destitución de su jefa. Ella se refirió, entonces, a quien hacía correr el rumor como a una “pobrecita que siempre se autocandidata” y añadió: “Oguapy’íntema che síllape”. Luego admitió que en puestos así le advirtieron: “Te van a conspirar desde el primer día”. Con anterioridad se había desempeñado como viceministra de Política Criminal hasta que, en noviembre del 2019, después de la masacre en la cárcel de San Pedro, es nombrada ministra. Su primer gran desafío fue la fuga masiva de reclusos del Primer Comando Capital de la prisión de Pedro Juan Caballero, en enero del 2020, atribuible, en parte, a la corrupción que ha carcomido todo el sistema penitenciario. Doctora en Derecho, con una maestría en la Escuela de Leyes California Western, de San Diego, podemos concluir que se desempeñó con solvencia como ministra de Justicia al punto de que la opinión ciudadana la había enmarcado como la mejor, o una de las mejores, dentro del gabinete del presidente Mario Abdo Benítez.
Todas las cualidades enumeradas no fueron suficientes para que la doctora Cecilia Pérez permaneciera en sus funciones. Fue transportada a un cargo casi honorífico: asesora de Asuntos de Seguridad de la Presidencia de la República. Cuando la mala política arremete, la capacidad es forzada a retroceder. Así, una ordenada secretaría de Estado, escrupulosamente administrada, pasó a convertirse en una carnicería de barrio. Destazado el ministerio, con mano bruta y cuchillo desdentado, empezaron a saltar zoquetes, garrones y menudencias para alimentar a la tropa. El matarife designado por el Ejecutivo es el abogado ovetense Édgar Olmedo, un personaje anodino que, por presión de las internas del Partido Colorado fijadas para el 18 de noviembre de este año, pasó a sucederle a una funcionaria de demostrada competencia. La única consigna es asegurar el puchero. Nuestras apreciaciones sobre el señor Olmedo adquieren sustento en sus propias confesiones: “No tengo experiencia en seguridad”, declaró cuando fue nombrado. Eso sí, con una osadía mayúscula aseguró que se sentía “idóneo” para el cargo. Cosas “ingueroviables” que solo pueden oírse en el Paraguay pintoresco, profundo y controversial.
Aunque la ciudadanía ni se haya enterado, Olmedo fue ministro asesor de Lucha contra la Pobreza de la Presidencia de la República, donde no tenía claras funciones, puesto que esa responsabilidad cae en la jurisdicción del Ministerio de Desarrollo Social, cuyo titular es otro oriundo de Coronel Oviedo, Mario Varela. Luego, el Ejecutivo lo envió al frente del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi), una institución que vive en pulseada permanente con la improvisación.
La ministra Cecilia Pérez, al parecer, no era funcional, en términos prebendarios, al proyecto oficialista Fuerza Republicana. Gran parte de la clase política, y en especial algunos colorados en el Gobierno –aunque no son los únicos–, no consiguen desprenderse de las caducas y repudiables prácticas de sobornar lealtades con cargos. La experiencia ha demostrado que la utilización abusiva del poder suele tener un resultado adverso a lo esperado. Olmedo, ya con el compromiso de pasar a Justicia, renuncia al Indi el 3 de febrero de este año. El nombramiento se retrasó dos semanas a raíz de que la información se filtró. Finalmente pudo recalar en dicho cargo sin más merecimientos que ser operador político del precandidato a la Presidencia Hugo Velázquez (vicepresidente de la República).
El “doctor” Olmedo rápidamente transformó el Ministerio de Justicia en un almacén, con carnicería anexada. Desde el mostrador empezó a contratar a los compueblanos de su equipo, que trabajarán en una línea de cuatro niveles: presidente de la República, Hugo Velázquez; gobernador, Marcelo Soto; senador, Mario Varela, y diputado –sí, acertaron–, Édgar Olmedo. Toda la secretaría de Estado al servicio de estos cuatro propósitos. Redujeron la institución a un bolicho. Nuestro diario, a través de su departamento de investigaciones, viene publicando la cantidad de nombramientos, contratos y comisionamientos en altos cargos de quienes trabajan, con preferencia, en su campaña para diputado y anexos. Desde el antiguo ministerio, hoy convertido en carnicería, empiezan a llover zoquetes.
Aunque la ciudadanía ni se haya enterado, Olmedo fue ministro asesor de Lucha contra la Pobreza de la Presidencia de la República, donde no tenía claras funciones.
El “doctor” Olmedo rápidamente transformó el Ministerio de Justicia en un almacén, con carnicería anexada. Desde el mostrador empezó a contratar a los compueblanos de su equipo..