- POR FELIPE GOROSO
Permanentemente y de manera casi generalizada se cae en el error de asignar al populismo la culpa de la mayoría de macanas que se mandan nuestros políticos. Tal vez por desconocimiento, tal vez por una cuestión de que comunicacionalmente es más sencillo que la gente entienda. El etiquetado, usualmente en tono de despectiva condena, viene desde sectores abonados a la centroderecha o directamente más a la derecha para apuntar cuestiones a los de enfrente, el progresismo o alguna de las ramificaciones de la izquierda. Como si fuese que el populismo solo puede darse en la izquierda, otra muestra más de que se habla desde el desconocimiento, o al menos desde el sesgo.
La catedrática María Esperanza Casullo plantea que el mito populista, como herramienta discursiva, funcionó, funciona y funcionará porque logra dar respuesta a las dificultades, los miedos y las ansiedades de los ciudadanos, porque logra encuadrar y dar sentido a una realidad social que por momentos parece haberlo perdido, porque recorta cursos de acción rápidos, posibles y decisivos para lograr transformaciones y porque ofrece a la población la posibilidad de participar en un proyecto con carácter épico. Y no se trata de defender o de atacar al populismo, sí de comprenderlo. Luego de eso, se podrá separar la paja del trigo en lo que hace a cargarle las responsabilidades que son y las que no.
El Ejecutivo está en una crisis que ya lleva más tiempo del debido en lo que hace al paro de camioneros y los cortes de ruta. Cuando aún no concluye ese frente de tensión, se le abrió otro de igual o incluso de mayores proporciones como son las organizaciones campesinas y sus reclamos (que también utilizan el bloqueo de rutas como mecanismo de visualización). Los camioneros hacen hincapié en un reclamo: Petropar debe regular el mercado. Como línea de base, ese reclamo es bastante imposible de lograr tan siquiera principios de definición; principalmente porque la discusión es mucho más de fondo que de forma. Se trata de debatir modelos de Estado, uno interventor versus uno de tendencia al libre mercado. Hasta aquí se creería que el reclamo no tiene asidero alguno, sin embargo, sí lo tiene.
En el programa “A punto” de GEN, se exhibió ayer un video de una reunión entre los gremios camioneros y nada más y nada menos que el presidente del Congreso, Óscar Salomón, y el senador Sixto Pereira. En la pieza el líder de uno de los poderes del Estado se compromete con los gremialistas a presentar un proyecto de ley donde se le permita a Petropar poder comprar directamente de otros Estados, sin depender de los intermediarios. En la lógica de la reunión y teniendo en cuenta los cerrados aplausos, esa iniciativa legislativa lograría satisfacer a los manifestantes ya que con eso lograría reducir aun más los precios en las estaciones de servicio del emblema estatal. Ahora los camioneros dicen que se les mintió, y que lo hizo una de las caras más visibles del oficialismo.
No se trata de justificar los cierres de ruta, ni las medidas violentas de los camioneros. Sí se trata de enmarcar la discusión y de evidenciar lo que pasa cuando altas autoridades recurren al facilismo, no al populismo, en un paupérrimo intento de gestionar crisis. Una tarea para la cual evidentemente no están a la altura de las circunstancias. Y sobre todo se trata de reconocer porque ahora los camioneros suben varios puntos el volumen de su reclamo y amenazan con copar y bloquear las calles de Asunción. Son las consecuencias del facilismo, de minimizar las crisis y de creerse el más vivo del barrio, aquel que está seguro que puede joder al rollo sin que nadie lo note.
Los camioneros hacen hincapié en un reclamo: Petropar debe regular el mercado. Como línea de base, ese reclamo es bastante imposible de lograr tan siquiera principios de definición.
En la pieza, el líder de uno de los poderes del Estado se compromete con los gremialistas a presentar un proyecto de ley donde se le permita a Petropar poder comprar directamente de otros Estados.