En las últimas semanas, algunos parlamentarios sometieron a nuestro país a los imponderables y caprichosos designios del azar. Sectores de la oposición y oficialistas convirtieron a la Cámara de Diputados en un casino. Con show incluido. Sobre un tapete verde apostaron al negro (en contra del rojo) en la ruleta y al 53 en la quiniela. Y en los cartones de la lotería (como decíamos antes) o bingo (como dicen ahora) fueron acumulando semillas de maíz sobre aquellos cuadros numerados que les permitirían cerrar la línea. A nuestro parecer, nunca pasaron de un generoso terno. Y, lo peor, es que eran conscientes de que jamás iban a llenar los dos tercios del cartón.
A pesar de que todas las manos les eran esquivas, el lunes 14 de marzo aseguraron, con bombo o bolillero en su poder, que el miércoles 16 iban por el premio mayor: la cabeza de la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez. De la euforia inicial –fingida, naturalmente– pasaron a desparramar sospechas sobre crupieres sobornados, lanzadores diestros que tiran con la izquierda, dados cargados y ruedas (de ruletas) inclinadas. Igual se presentaron a jugar. Jamás tuvieron la certeza de los votos cantados. Entregaron al albur todas las fichas del juicio político a la titular del Ministerio Público. Porque el objetivo siempre fue el de hacer ruido, posicionarse mediáticamente y ampliar su radio de difusión hacia bolsones electorales que les ignoran o les desconocen.
Este juego perverso de armar un libelo acusatorio remendado a los apurones, con retazos de viejas denuncias e insanables baches jurídicos, solo sirvió para distraer la atención de una ciudadanía sofocada por el drama cotidiana de sobrevivir ante el avance galopante de los precios de la canasta familiar, de los combustibles y otros productos de uso diario. Se cebaron en la fiscala general del Estado en el oportunismo de los tiempos electorales, utilizando el chantaje y la intimidación para tratar de torcer la voluntad de aquellos diputados y diputadas que no estaban a favor del juicio político. Chantaje e intimidación que contaron con la colaboración de los medios periodísticos amigos de los acusadores, principalmente la diputada Kattya González, y enemigos de la fiscala general. La amenaza mayor es que sus rostros iban a ser expuestos en las primeras planas de estos diarios como los “traidores de la patria” o “los boicoteadores de la justicia”. La indignación social se iba a encargar del escrache. Se olvidaron de que la política no se juega entre cuatro paredes sino a campo abierto. Que hay un mundo, ancho y ajeno, más allá de la burbuja mediática.
El martes 15 de marzo, la diputada por el Partido Encuentro Nacional –y desde el sábado 19 de marzo oficialmente precandidata a la Presidencia de la República– afirmó orondamente en su cuenta de Twitter: “Mañana en la Cámara de Diputados vamos a dar una lección de patriotismo ¡¡Por fin siento orgullo de pertenecer a esta cámara!! No me paro de emocionar”. O alguien le engañó de que cerraban los números (53 votos), o ella contó mal o quiso actuar de “apriete emocional” contra aquellos de posiciones indefinidas, de manera a que estos colaboraran para que la compañera se sintiera “orgullosa de pertenecer a esta cámara”. Orgullo y patriotismo de los que, a contrario sensu, carecerían quienes no siguieran los tonos del corifeo. La gente se hartó hasta el hartazgo de esta situación. Mientras esos sectores partidarios priorizan el juicio político sobre cualquier otra cuestión, urgente y grave, campesinos, nativos y sintechos de nuevo arriban a Asunción desplegando sus cíclicos reclamos. Solo volverán a sus lugares de origen cuando el Gobierno haya satisfecho sus demandas inmediatas. Ante el vacío de planteamientos estructurales para estos problemas históricos, el año próximo volveremos a presenciar las mismas marchas. Con los mismos protagonistas. Las mismas exigencias. Y los mismos parlamentarios oportunistas trepados al escenario de estos manifestantes.
La Cámara de Diputados convocó a sesión extraordinaria para mañana, 21 de setiembre, a las 9 horas. Único orden del día: Proyecto de resolución “Por la que se formula acusación ante la Honorable Cámara de Senadores contra la fiscal general del Estado, doctora Sandra Raquel Quiñónez Astigarraga, a los efectos de la instauración del juicio político previsto en el Artículo 225 de la Constitución Nacional”. Tal proyecto, se aclara, fue presentado por varios diputados nacionales y dictaminado por la Comisión de Asuntos Constitucionales que aconseja, en mayoría, el rechazo y en minoría la aprobación.
Los diputados y diputadas que tengan sentido de responsabilidad ante el pueblo y la República tienen que darle un corte definitivo a este tema. No se puede continuar especulando con el azar de los números, postergando indefinidamente la aprobación o el rechazo de este proyecto de juicio político dejando sin quórum la sesión de mañana. Elevar la acusación ante la Cámara de Senadores exige la mayoría de dos tercios de los presentes. Su rechazo, mayoría simple de 41 votos. Que mañana empiece a rodar la última bola. No va más.
Jamás tuvieron la certeza de los votos cantados. Entregaron al albur todas las fichas del juicio político a la titular del Ministerio Público.
La amenaza mayor es que sus rostros iban a ser expuestos en las primeras planas de estos diarios como los “traidores de la patria” o “los boicoteadores de la justicia”.